Tras la conversación inconclusa con Kodiak, Ivar quedó con un mal sabor en la boca a causa de sus palabras. Cuando nadie lo observaba, se mordió la uña del pulgar con frustración.
No disfrutaba de la victoria como esperaba. Se sentía humillado. Mucho antes de la captura de Makara, Ivar saboreaba en su imaginación una inmensa satisfacción. Pero ahora, esa meta que venía persiguiendo a lo largo de los años la daba ya por cumplida y todo le resultaba vacío, sin sentido.
Aunque no era de su agrado recibir ayuda de terceros para alcanzar sus logros, muy en el fondo, Ivar tenía la certeza de que sin la intervención del obículo no podría haberle seguido el rastro a Makara. Lo admitía a duras penas en su interior, costándole un golpe justo donde más le dolía: en el orgullo. Sentía que debía estar agradecido con la niña por acelerar sus planes y por evitar que lo vieran como a un incompetente, pero no lo hacía.
Sus emociones en ese instante estaban entre la ira y la confusión. Reprimía en silencio una incontrolable furia que no se debía a sus disgustos anteriores, sino a lo que Makara había dicho de él. A pesar de que odiara admitirlo, las palabras del pirata tenían más peso que cualquier situación en ese momento.
"Maldito pececillo", criticó el eriante en su mente.
Odiaba que, más allá de los años transcurridos, Kodiak tuviera aún el poder de hacerlo sentir de ese modo. Aunque ambos eran demasiado independientes y muy distintos entre sí, Ivar tenía la necesidad de escuchar y de saber la buena opinión del pirata, le importaba lo que pensara él de sus hazañas, de lo que había logrado y de la persona importante que era ahora. Necesitaba de su aprobación, de su respeto.
Sabía que probablemente Makara tuviera razón en muchas cosas de las que había dicho.
A Ivar le habría encantado decirle las verdades que se callaba, las razones que tenía para ocultar su verdadera naturaleza aventurera; era posible que Kodiak ya conociera sus pretextos y que no supiera excusar los motivos del capitán, sus acciones.
Aunque fuera innecesario, también quería contarle al pirata por qué lo aborrecía tanto, por qué se había obsesionado con atraparlo; sin embargo, hacerlo representaba exponer sus debilidades, dejar ver su vulnerabilidad y mostrarse tal cual era. ¿Era algo que quería hacer? ¡En absoluto! Kodiak no lo entendería de todas formas. Estaba cegado por sus sueños, era un iluso todavía.
Ivar se sentía derrotado. Parecía haber ganado, pero, de alguna forma, no se sentía como un triunfador. No tenía ganas de celebrar ni de disfrutar un gran banquete con sus hombres o lo que fuese que una celebración conllevaba. No tenía ánimos para nada, salvo para planear su próximo viaje.
Ser callado por un simple pez se sentía terrible. En verdad habría querido decirle muchas cosas.
¿Importaba acaso? Kodiak moriría, Kodiak jamás sabría lo que Ivar pensaba de él, e Ivar volvería a tragarse sus pensamientos. Quizá debería pensar menos y dejarse llevar por la situación de vez en cuando. Imitar al pirata, ser libre de sí mismo y de las murallas que había construido para protegerse del mundo.
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Cementerio de tormentas e ilusiones
FantasíaDos enemigos mortales. Un pirata y un militar. Dos ambiciones diferentes. Conseguir el tesoro legendario y cazar al pirata más temido. Y una sola leyenda. Ella. ---Historia escrita en conjunto con @uutopicaa