CAPÍTULO 04

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Makara dejó escapar un bostezo despreocupado, con sus brazos estirados hacia el cielo y los ojos cerrados

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Makara dejó escapar un bostezo despreocupado, con sus brazos estirados hacia el cielo y los ojos cerrados. El día había sido más arduo de lo que había planeado, pero todo su esfuerzo valió la pena.

Expandió el catalejo que llevaba en su bolsillo y le otorgó una última mirada a la isla sin nombre que todavía se sacudía cada varios segundos. Desde su ubicación, el pirata era incapaz de ver la cabeza del monstruo que se escondía del otro lado de la costa.

En el fondo, confiaba en que Ivar no perecería ante lo que fuese que estuviese atacándolo; el eriante podría tener muchas falencias, pero sus varios años de experiencia en combate seguro le permitirían escapar a tiempo.

—Capitán. —La voz de su contramaestre, Zazú, lo hizo volver a la realidad.

—¿Qué ocurre? —preguntó Makara. El trato con su tripulación era siempre informal, amistoso.

—Los demás están murmurando, tienen preguntas sobre la chica. Y admito que yo también siento cierta curiosidad, ¿quién es? ¿Dónde está el obículo?

Makara estalló en carcajadas al comprender que las dudas de sus hombres eran lógicas y que les debía una explicación. Se llevó ambas manos al estómago hasta calmarse. Luego, le hizo señas a Zazú para que lo siguiera. El capitán pirata recorrió la cubierta hasta poder subir las escaleras que conducían al timón. Allí, llamó la atención del resto.

—¡Hombres! ¡Hombres! Dejen de lado sus tareas por un momento y escúchenme, que esta noche será noche de celebración. La tripulación del capitán Makara, dragón del océano, es poseedora de uno de los tesoros legendarios más valiosos de la historia de la humanidad. En nuestra querida Acantha se encuentra el obículo de sarachahandaarthz. Y, cuando controlemos su poder, no habrá en todo el planeta quien no respete nuestra bandera —anunció con algarabía. Su emoción era palpable a través de sus palabras y del tono en su voz. Por fin, después de muchos años, había alcanzado su más grande objetivo y el motivo que lo llevó a navegar en primer lugar.

En la cubierta, la veintena de piratas estallaba en vítores y cánticos, repetían una y otra vez el apodo de su líder. Algunos celebraban el logro y otros agitaban sus brazos por la idea de una noche de festejos. Makara sonreía y observaba, le enorgullecía que su tripulación vitoreara una y otra vez con respeto y con admiración. Se sentía importante, poderoso.

—Ahora bien, todo lo bueno viene con un precio —añadió el capitán apenas las voces comenzaron a amainar—. Hemos perdido a un hombre en la isla, ya lo habrán notado. El sacrificio de Rizztá ha salvado mi vida y nos ha permitido lograr el objetivo final. —Con respeto, Makara se quitó el sombrero y lo apoyó sobre su pecho por algunos segundos. Luego, tomó aire y continuó—. Por último, sé que deben preguntarse dónde está el obículo y quién es la niña que duerme ahora en nuestro barco...

Varios susurros afirmativos colmaron la cubierta.

—Esa mujer es el obículo, la elegida por su tribu para cargar por siempre con los poderes que tanto hemos luchado por obtener. Y ahora, caballeros, nos dirigiremos a las islas flotantes de Maquiem a través de la ruta más larga para que no puedan rastrearnos. Creo que allí podremos encontrar la información que necesitamos para despertar al obículo. —Makara hizo una pausa—. ¡Pero escuchen, camaradas! Si alguno de ustedes se atreve a ponerle una de sus sucias manos encima a la chica, el tesoro dejará de existir y sus poderes desaparecerán. Si esto ocurriese, al culpable le esperaría una tortura mucho peor que la muerte. —El capitán esbozó una media sonrisa de lado. Nadie dudaba de sus palabras; ya lo habían visto cometer atrocidades en el pasado y ni siquiera los marineros que acababan de sumarse a la tripulación tendrían jamás el coraje de contradecirlo.

Cementerio de tormentas e ilusionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora