(ESPECIAL) HISTORIA EXTRA #1: Rosaura en el muelle

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Rosaura fue siempre su meta

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Rosaura fue siempre su meta. Inalcanzable como un tesoro sumergido en las más profundas oscuridades del océano y, al mismo tiempo, mundana como la tierra húmeda de las calles; la mujer movía sus caderas mientras caminaba entre las mesas de la taberna. Él la observaba desde la barra, distante, absorbido por el ondear de su cabello y la perfección de sus largas piernas morenas.

Kodiak pidió otro trago, el cuarto o quinto de la noche, había perdido ya la cuenta pero no le importaba la ebriedad ni el dinero que debía en el bar porque jamás pagaría su cuenta. Esta era su noche de despedida, su solitaria fiesta sin invitados antes de lanzarse a los brazos del océano.

Nadie conocía sus planes, nadie preludiaba la partida del adolescente ni el camino que había escogido recorrer. Pero él ya lo había decidido. No había vuelta atrás. Debajo de una tabla de madera de su hogar atesoraba su escueto equipaje: un cambio de ropa, una botella de ron, la pistola de su padre y todo el dinero que llevaba años ahorrando entre pequeños trabajos y robos no detectados.

Suspiró. La mirada de Kodiak seguía perdida en la mujer que le robaba el aliento con cada beso. No era suya, a pesar de que la había poseído en más de una ocasión. Rosaura era de todos, pertenecía siempre al mejor postor y él, lamentablemente, no podía darse el lujo de derrochar todo su dinero en caricias aterciopeladas.

Un impulso le decía que la llamara, que le prometiera un pago al día siguiente, dinero que nunca llegaría a manos de la mujer. Y, sin embargo, detestaba pensar en mentirle a la única persona que podía volverlo loco con solo una mirada.

Rosaura jugaba con los clientes del bar, ese era su trabajo hasta la medianoche. En la taberna ofrecía sus servicios para el resto de la noche. Exhibía sus curvas con seguridad y orgullo, ¡y cómo no hacerlo con la perfecta silueta que la agraciaba! Mostraba mucho sin realmente revelar nada, estaba siempre en el punto exacto entre lo decente y lo escandaloso, entre la desnudez y el recato. Dejaba a la vista todo lo que podía, pero ocultaba apenas aquello que todos deseaban ver.

Y disfrutaba. A Rosaura le encantaba ver cómo la deseaban porque, entre más candidatos encontraba, más costoso era ganar su atención cada noche. El pantalón corto se le pegaba a la piel y se camuflaba con su anatomía. El bikini blanco no dejaba mucho a la imaginación.

Kodiak la necesitaba. No era solo su belleza lo que hipnotizaba al adolescente, lo que despertaba en él un deseo incontrolable de amarla. Rosaura era hermosa, pero también era inteligente y soñadora. Se sentaba por las tardes en el muelle y observaba el horizonte mientras imaginaba tierras lejanas. Se veía a sí misma en la corte del rey en la capital, con vestidos costosos y un marido que le diera todo lo que sus padres nunca pudieron, todo lo que ella tenía que conseguir con su cuerpo.

Él la espiaba de vez en cuando y se lamentaba con melancólico odio por los golpes de la vida. A Rosaura le habían prometido todo, le habían hablado de diamantes comparables con estrellas y de una vida lejos de su pasado. Sí, le prometieron todo, pero no le dieron nada.

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