EXTRA 1 | Un accidente, cárcel y un jodido borracho

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Me sacudí pero las esposas que tenían atrapadas mis manos, no me dejaron moverme demasiado

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Me sacudí pero las esposas que tenían atrapadas mis manos, no me dejaron moverme demasiado. Resoplé enojado, yo no debería estar en un coche policial, sino, el idiota que chocó a mi chica e hizo que estuviera en el hospital en este preciso momento.

—He, chico, quédate quieto, no te lo repetiré otra vez. — dijo el policía en el asiento delantero, blanquee mis ojos y me sacudi nuevamente demostrando mi frustración e incomodad que sentía en estos momentos.

—No debería de estar aquí, no fui yo quien cometió un jodido accidente. — dije entre dientes. — ¿Y dónde está él? Caminando por las calles como una persona normal, tranquilo, cuando hizo algo horrible por estar jodidamente borracho ¡Joder, mandó a mi novia al hospital! ¡No debería de estar suelto!

—La justicia sabrá que hacer con ese tipo, por ahora, eres tú el único acusado en este caso. — tiré mi cabeza hacia atrás, sentía millones de emociones por dentro. Quería llorar por mi chica, gritar de enojo por todo lo que estaba pasando, seguir golpeando al imbécil causante del accidente y correr lejos de la policía que me estaba llevando a una comisaría.

—No se preocupe, soy abogado y sé como jodidamente es esto y meteré a ese imbécil a la cárcel, cueste lo que cueste. — los policías se miraron de reojo pero no dijeron nada más. Mencionas la palabra abogado y la actitud de las personas cambia rotundamente, ya que... ¿quién quiere tener de enemigo a un abogado? Nadie y esa era la respuesta, sabía que lo que había hecho estaba muy mal, pero la ira me consumió y el dolor me cegó.

Había ido a la cafetería para tomar aire y pensar que iba hacer con todo lo que había pasado con Amanda y cuando di el primer sorbo de mi café, apareció en mi vista un tipo alto, robusto, con su cabello castaño y una ropa que demostraba que había estado en una pelea callejera y que no se podía mantener de pie debido a lo borracho que se encontraba. Dejé la taza lentamente en la mesa y me concentré en mirarlo, estaba haciendo fila para comprar.

De repente, se da media vuelta y se queda mirando a una chica más de lo habitual y le silbó y entonces sucedió, algo dentro de mi renació, una ira descontrolable, desconocida y un dolor que quemaba.

Tragando el nudo en mi garganta y me guardé las tremendas ganas que tenía de sentarme a llorar. Tomé aire y caminé hacia la persona que había arruinado la vida de Mandy.

Lo primero que hice fue empujarlo de aquella chica y lo miré furioso.

— ¿Pero... que? — dijo confundido el idiota. Estiré mi cuello y apreté mis manos, formando puños con ellas, listo para mi siguiente movimiento. El tipejo empezó a mirar a todos lados, conducido, hasta que su atención se fijó en mi, me miró confundido y a la vez sorprendido. —¿Qué carajos estás haciendo tu aquí?

—Eso debería de preguntarte yo a ti, grandísimo idiota. — contesté entre dientes. —¿Quién te dejó salir? ¿Como carajos saliste de prisión con la jodida mierda que ocasionaste? — volví a empujarlo, sentía toda la atención en nosotros, pero nadie hizo ni dijo nada.

—Tocame otra vez y yo te mandaré a la cárcel, idiota. — solté una risa irónica, mirándolo de una manera que lo hacía sentir pequeño. Soy abogado, sé hasta dónde puedo llegar, sé lo que puedo hacer y lo que no. Es decir, no me mandarán a prisión por un par de empujones.

—¿Cómo? — di un paso hacia delante, apretando mis dientes — ¿Así? ¿De esta manera? — Empujé al idiota con todas mis fuerzas haciendo que cayera sobre unas mesas, masajee mis manos y le sonreí cínicamente. — Ahora sí que puedes denunciarme, pero créeme, el que caerá dentro eres tú por intento de asesinato y dejar en coma a una persona, pedazo de imbécil.

El rostro del tipejo se descolocó mientras se levantaba. Limpió su labio con el dorso de su mano y me sonrió.

—Veo que realmente la amabas. — oh no, amigo, por allí no vayas. — Que pena que esté así, pero espero que lo siga estando por un tiempo más así sufres como un desgraciado. — dicho esto, todo se descontroló, todo lo que veía era la cara del hombre que arruinó mi vida, que arruinó la vida de Amanda y de todos que la amaban.

Me descargué, saqué toda la ira que tenía guardada en cada golpe que le daba a ese hombre, todo el dolor que ella sintió, le hice sentir.

Todo lo que amaba se arruinó, se perdió y se olvidó. Amanda estaba en el hospital y nadie sabía cuándo iba a despertar y sí es que lo hacía. Ella estaba perdida en algún lugar de su mente y yo también lo estaba, porque comprendía y sentía todo el dolor, porque la amaba, la amaba con todo mi corazón, con todo lo que era yo, con toda mi Alma. Porque ella me hacía sentir mejor, porque hizo que conociera el amor.

—Ya, déjalo. Lo matarás. — alguien sujetó mis manos y vi de reojo que era la policía, tuve que calmarme, aunque quisiera seguir golpeando a ese hombre desgraciado. — Estás detenido,  cualquier cosa que digas podrá...—

—Ser usado en mi contra, bla, bla bla. Soy abogado, me sé el discurso de memoria. — dije enfurecido.

—Y con mayor razón deberías de saber que lo que acabas de hacer va en contra de la ley. — dijo el policía mientras me esposaba, miré de reojo al tipo que estaba golpeando y estaba en el suelo, inconsciente, con todo su rostro deformado y ensangrentado. Le escupí, enojado y desconforme con todo lo que estaba pasando.

Al menos se acordaría de mí cuando se viera en el espejo.

—Nos vemos en la corte, animal.— le dije mientras me llevaban al coche policial.

Al parecer sí podían llevarte a la cárcel por un par de empujones.

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¿Y si empezamos con un beso? ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora