Capítulo 3: Regresa.

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Caminé pasando mi mano por mi cabello, no creía lo que estaba por hacer, pero esta mañana me levanté con un propósito y lo iba a cumplir

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Caminé pasando mi mano por mi cabello, no creía lo que estaba por hacer, pero esta mañana me levanté con un propósito y lo iba a cumplir.

Bajé del auto, poniendo la alarma y me dirigí Hasta la recepción, y la misma chica que me atiende y soporta desde hacía cuatro meses, me esperó colocando una mueca de fastidio.

-Ya sabes el camino.-se limitó a decir cuando me acerqué a ella. Sonreí avergonzado y caminé hasta el ascensor.

-Uno nunca sabe cuando es separado de tu otra mitad.-dijo una anciana cuando las puertas se cerraron. La miré confundida sin saber que responderle. Ella se limitó a sonreír. -Tienes que confiar en tus decisiones y, si la amas, estar en sus peores días, aún cuando ella no sepa lo que esté pasando. -murmuró mirando a mis ojos.

Suspiré armandome de valor, para decir mis pensamientos en voz alta.

-Solamente que aveces te cansas de esperar.-murmuré con la mirada perdida. -Y el sabor amargo en tu boca, es cada vez mayor, cuando ves a la persona que amas, en una camilla del hospital. Y nos sabes cuando va a  volver a despertar. -fijé mis ojos en los de la anciana. Ella sonrió y negó con su cabeza.

-El amor es más fuerte, muchacho.-Cuando las puertas se abrieron, fue la primera en bajar y caminó derecho por el pasillo de este horrible lugar.

Acaricié su mejilla, recordando todos esos momentos que estábamos juntos. Tragué saliva nervioso y me di media vuelta.

Era nuestro adiós.

Antes de pasar por es puerta, giré mi cabeza para observar la belleza que este hospital había ganado. Mordí mi labio sintiendo ese nudo en la garganta. Cerré mis ojos con sufrimiento y salí por las puertas de suele infierno.

Abrí las puertas del auto, y me senté colocando mis manos en el volante.

-¿Estas bien, cariño? -giré mi cabeza sonriendo con tristeza. Asentí y cerré mi puerta. 

<<Siempre seras parte de mi, Mandy. >>

****

Tiré las llaves a la mesada de la cocina y saqué una lata cerveza de la nevera. Antes no tomaba cerveza, no me gustaba, pero con el tiempo y la tristeza, me empezó a gustar su sabor, y eso me ayudaba a olvidarme de todo el dolor que estaba sintiéndo.

Kate me miraba desde la puerta de la cocina con sus brazos cruzados sobre su pecho. Estaba seria. No le gustaba que tomara, pero no me importaba su opinión. Ni la de ella, ni la de nadie.

¿Y si empezamos con un beso? ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora