Capítulo 21

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— Bien, creo que sé una manera en la que podríamos ponernos para que ambos tengamos una buena vista — afirma Kou.

Sin esperar respuesta me sienta en el suelo con suavidad. Me lanza la manta y me tapa con ella. ¿Por qué solo a mí? ¿Dónde se piensa poner él?

Giro mi cabeza cuando Kou ocupa su lugar detrás de mí, contra el tronco ahuecado.

— Yoshioka, agarra la manta y no la sueltes.

— Pero... — empiezo a decir al momento en que dos manos me toman de la cintura y me llevan hacia atrás.

¿Qué...?

Kou me deposita en el centro de sus piernas, de modo que mi espalda queda pegada a su pecho.

Inmediatamente, mi respiración se vuelve entrecortada. No sé si es consciente de ello, pero sus manos siguen abrazándome y no puedo dejar de pensar en eso.

— Kou...

— Esta es la única forma para que los dos podamos ver bien el amanecer — me interrumpe —. Si no quieres, sólo dilo.

Me armo de valor y giro mi cabeza para encontrar sus ojos. Contengo el impulso de echarme hacia atrás al estar a punto de tocar su barbilla con mi frente. En vez de eso, inclino mi cabeza hacia arriba, entrelazando nuestras miradas. Trago saliva y me obligo a relajarme. Ya estamos así, no tiene sentido perdernos la vista por no querer estar juntos.

— Está bien, no importa — murmuro.

Vuelvo mi vista al frente y me concentro en el paisaje. Las nubes se abren paso para que el sol pueda realizar su entrada, y vaya que entrada.

De a poco, va iluminando las hojas de los árboles, dándoles un color vivo. El cielo forma un degradado de tonos naranjas particularmente sublime, haciendo que no pueda apartar la mirada de allí.

— Es precioso — susurro maravillada, con una sonrisa.

Siento los ojos de Kou en mí, pero no dice nada. Aunque se lo guarde para él, sé que también está disfrutando del momento.

— Sabes — suelta de repente —, esto me recuerda a mi madre.

Un dolor agudo se extiende por mi pecho al escuchar eso. Me acomodo entre sus piernas, tomando las mías con delicadeza y ubicándolas por encima de las suyas, con cuidado de no lastimar mi tobillo. Así, quedo de costado, con el lado izquierdo de mi cuerpo apoyado en su pecho, y mi espalda en su brazo derecho.

Una vez que puedo ver sus ojos con facilidad, hablo:

— ¿Ah, sí? ¿Cómo es eso? — pregunto curiosa.

Él se toma un momento para prepararse. Espero pacientemente hasta que aparta la vista del sol y la posa en mi rostro.

— Comenzó cuando tenía alrededor de seis años. Había ido a un campamento en el cual nos permitieron ver el amanecer a todos mis compañeros y a mí. Lo había encontrado tan encantador, y en lo único que podía pensar era en cuánto quería que mi madre esté allí conmigo y pudiera ser testigo de ese fenómeno tan bonito — Kou hace una pausa y suspirando, cierra los ojos. Me acurruco más contra él, descansando mi cabeza sobre su hombro y dejo que se tome su tiempo. Después de unos segundos, vuelve a abrir sus ojos y prosigue —. Al día siguiente, volví a casa, y sin decirle nada a mi madre, programé el despertador para que suene a la madrugada. Cuando desperté, corrí a su cuarto a insistirle que vayamos a ver juntos el amanecer. Ahora que lo pienso, ella debía de haber estado muy cansada, supongo que al ver lo entusiasmado que estaba no quiso desilusionarme, porque lo que hizo fue felicitarme por mi gran idea y acompañarme afuera — dice Kou soltando una risa mientras ladea la cabeza, sus ojos perdidos en esas preciadas memorias. No puedo evitar sonreír yo también al imaginar a un Kou de seis años muy energético a las cuatro de la mañana —. Era muy temprano, pero no recuerdo haberla visto bostezar ni siquiera una vez. Debió guardarse los bostezos para cuando yo me daba la vuelta — vuelve a reír —. Ambos admiramos la luz del sol iluminar la ciudad como nada lo hace abrazados en silencio.

Ao Haru Ride: la distancia entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora