Capítulo 23

167 18 1
                                    

"Riiiing"

Comienzo a guardar mis cosas con rapidez al escuchar el irritante sonido del timbre. Acaba de terminar la última hora y lo siguiente en mi agenda es encontrarme con Kikuchi.

Inconscientemente, miro de reojo a mi diagonal derecha. Kou está estirándose en su asiento, tirando la cabeza hacia atrás y realizando círculos con sus hombros. ¿Habrá dormido bien? Se pasa una mano por su cuello y respira hondo, su vista clavada en un punto fijo del banco. No parece tener muy buen humor. Por lo poco que puedo ver desde este punto, creo atraparlo con su viejo rostro inexpresivo, con todas sus emociones arrancadas de su piel. Últimamente no estaba así. Sus ojos habían estado teniendo un brillo particular, un gran cambio a los desolados y misteriosos que eran el primer día que nos reencontramos. Incluso había estado sonriendo más; y no eran sonrisas falsas, no, esas no. Eran sonrisas genuinas, de las que es imposible no contagiarse de la dicha que emanan.

Ahora tiene una expresión tan impenetrable que me causa escalofríos, como si delante de mí se encontrara un enigma imposible de resolver con vida propia. Me asusta. Pensar que nunca llegaré a leer a través de él completamente, que siempre habrán pequeños entresijos suyos que por más que lo intente no conoceré. Y lo que más me aterra es que conmigo es todo lo contrario. Una mirada por parte de sus sigilosos ojos y estoy desnuda. Para él yo soy un libro abierto. No sé cómo lo hace, pero tiene una manera de adentrarse en mi alma, tan sutil que casi no me doy cuenta, pero tan efectiva como lo sería un lector de corazones. Nunca falla en adivinar qué pasa por mi mente.

"Debo irme" pienso al tiempo que aparto mi vista de su rostro.

Ojeo mi bolso mientras meto mi libro allí e inmediatamente me arrepiento. Levanto la cabeza y miro hacia todas las direcciones para comprobar que nadie esté prestándome atención.

Ahora que no tengo "amigas solo de nombre", como las llamaba Kou, puedo permitirme ser más femenina. Y es lo que me he estado proponiendo, pero algunos hábitos son algo difíciles de desacostumbrar.

Bajo de vuelta la vista a mi bolso solamente para encontrarme de nuevo con mi billetera abierta en el medio de mis libros y carpetas que no apilé correctamente, creando un bulto enorme y antiestético en la cartera. Trago saliva, completamente avergonzada y roja de la pena. Tomo mi billetera para asegurarme de que tengo dinero por si acaso, no vaya a ser que merendemos algo y no pueda pagarlo. Bueno, por lo menos mi billetera es lo suficientemente femenina. Elegí una de un rosa pastel con un colgante de cadena en el cierre del monedero.

Debo forcejear un poco para abrirlo, pues se encuentra en mal estado luego de haberla usado por casi un año y está algo rota. Saco unos centímetros de mi lengua afuera de mi boca, manía que suelo implementar en momentos de concentración, y finalizo mi trabajo exitosamente.

¿Huh? ¿Dónde están las monedas? Por el rabillo del ojo capto un color parecido al cobre sobre mi libro de cálculo. Maldigo entre dientes. Terminaron esparcidas en todo este caos.

Mientras junto las monedas, aprovecho para buscar mi labial que debe de estar en algún lugar del desorden. No suelo usarlo, especialmente teniendo en cuenta el comentario inapropiado de Kou al respecto, mas debido a mis objetivos de convertirme en una chica más femenina, considero necesario emplear su uso frecuente.

Saco el pequeño envase del labial y prosigo a colocarme un poco, sin excederme demasiado, ya que, al menos por hoy, no me siento con ganas de ser una bola de brillos andante. Admiro en mi minúsculo espejo el resultado, mis labios ahora tienen un color uno o dos tonos más rosados que el de mi piel original además de un suave brillo. Satisfecha, ordeno todo lo más rápido posible, preparada para salir.

Me levanto de la silla abruptamente, lo que produce un horrible chirrido cuando la arrastro. Cierro los ojos con fuerza, temiendo encontrarme con las miradas irritadas de mis compañeros. Escucho algunas risas, pero ni siquiera estoy segura de que sean por el ruido que causé. Escucho la suave melodía que forman las bocas de los estudiantes, sin reconocer ninguna voz. Ni una.

Ao Haru Ride: la distancia entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora