Capítulo 25

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Después de un fin de semana lleno de reposo y vagancia, el lunes llega, y con él la rutina escolar.

Gruño mientras salgo de mi casa y emprendo los pasos camino a la escuela. No estoy de ánimo para enfrentarme a la realidad otra vez. Daría lo que fuera por un día más de ramen y mi serie favorita.

Contrario a mi humor, el sol brilla más que de costumbre, como si me alentara a alegrarme. Cierro mis ojos y siento la brisa del viento acariciar mi rostro.

Al menos puedo disfrutar esta parte del día. Para ser la hora que es, la ciudad se encuentra bastante callada, solo se escuchan algunos niños jugar entre sí y el movimiento de las hojas de los árboles. Todo mezclado genera un ambiente de paz. Rio para mí misma al pensar que en cuanto ponga un pie dentro del colegio esta anhelada tranquilidad será reemplazada por el griterío de los estudiantes y los efluvios de estrés que los rodean.

Hago una nota mental para recordar que debo planear la próxima juntada de estudio con mis amigos. Dentro de poco empiezan los exámenes y aunque he estudiado algo todas las semanas, no ha sido mucho.

En el momento en que me encuentro frente a la puerta de mi destino me paro en seco. Siento mi temperatura subir y a mis manos sudar en consecuencia. Trago saliva, tratando de calmarme.

Algunos adolescentes pasan al lado mío y de reojo puedo verlos irritarse porque mi presencia en el medio del camino obstaculiza su paso. También atisbo que otros me miran con preocupación. Las típicas preguntas de "¿estará bien?" "¿Qué le pasa?" Reflejándose en sus ojos a medida que se dirigen a sus respectivas clases, con la intriga grabada en sus mentes.

Sí, hoy no tengo ganas de ir a clase. Creo que es normal que sienta eso luego de un fin de semana como el mío. Lo que no me cierra es por que estoy tan nerviosa. La ansiedad recorre mi cuerpo como pocas veces lo hace, causando que mis piernas no se muevan de este punto fijo. Observo la fachada de la escuela y de repente me parece muy intimidante. Me remuevo en el lugar, sin saber qué hacer.

Finalmente, el timbre decide por mí. Maldigo entre dientes al ser consciente de que la primera clase acaba de empezar. Antes de que pueda volver a replanteármelo, corro hasta llegar a mi aula.

Abro la puerta de golpe y me arrepiento al instante. El profesor me otorga una mirada de decepción y suspira.

—    ¿Cuál es la excusa de su tardanza y de que entre de esa manera tan irrespetuosa?

Me pongo roja en un segundo y echo una mirada rápida al resto de la clase que escucha con atención, todos sus ojos puestos en mí.

—    Lo lamento — murmuro cabizbaja.

El profesor alza sus cejas, sin mostrar un rastro de piedad en su rostro, por lo que comienzo a balbucear cosas ininteligibles en un intento de explicar por qué llegué tarde. Aunque lo cierto es que ni yo sé por qué lo hice.

Después de unos segundos logro agotar su paciencia y me indica con su dedo que vaya a sentarme a mi asiento. Asiento, avergonzada, y hago lo que me dijo.

Yuuri y Shuuko se dan vuelta para cuestionarme con la mirada. Yo les hago un gesto con la cabeza para asegurarles que no es nada. Para mi sorpresa, Kominato también me pregunta si todo está bien levantando su dedo pulgar y yo le devuelvo el gesto.

Pero no me volteo a verlo a él.

Siento los ojos de Kou clavados en mi rostro, pero por alguna razón, me resulta imposible levantar la cabeza para verlo. Concentro mi atención en la hoja sobre mi banco y hago garabatos allí.

No sé lo que es, pero incluso aunque quiero, mis ojos se niegan a llegar a los suyos. No puedo despegarlos de una hoja que, a pesar de que no aparto la vista de allí, no sé qué dice.

Ao Haru Ride: la distancia entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora