Capítulo 1

224 32 22
                                    

Había permanecido mucho tiempo alejada de esa casa de playa por mis estudios, a pesar de que me interesaba mucho ser bióloga marina, en el lugar dónde vivíamos no había una institución donde podría continuar con mis estudios. Al mismo tiempo papá había recibido una propuesta de trabajo por parte de otra empresa, claro que la paga era mejor que en su trabajo actual, así que él aceptó pensando en el bienestar de la familia.

Esa decisión provocó que tuviéramos que mudarnos, pero los vecinos nos sorprendieron con una fiesta de despedida luego de enterarse que nos íbamos del lugar. Nos desearon suerte y en lugar de vender la casa de la playa, la pareja de ancianos propuso que una de sus hijas la cuidara, de este modo podrían regresar allí cada verano o vacaciones.

Por mi parte estaba triste por tener que dejar el lugar donde crecí, sin embargo debía seguir adelante. Estaba entrando en una nueva etapa de mi vida y mis amigos, algunos de la escuela y otros de natación, me entregaron regalos de despedida, cartas y más. Aunque el regalo más importante se me fue dado por mi instructor, mientras todos estábamos reunidos en el patio de la casa él dijo que tenía que ir por algo a su auto. Se ausentó por unos minutos y luego lo vi llegando con una tabla de surf pero no era cualquier tabla.

—¿Esa es...? —no pude terminar mi pregunta porque él soltó una risa.

—La misma, mi primera tabla de surf —contestó para luego inclinarse un poco para estar a mi altura—, y ahora es tuya —agregó.

—No puedo aceptarla —dije de inmediato. Él cientos de veces nos había contado acerca de la historia de cómo conoció el surf y lo duro que fue trabajar y ahorrar para comprarse esta tabla. Sabía lo mucho que significaba para él, poseía un valor sentimental demasiado alto.

—Es mi obsequio de despedida y todos la firmamos, para que siempre nos recuerdes —dijo al momento de enseñarme las firmas de todos mis compañeros de natación.

—Gracias —apenas pude responder porque mi voz se quebró ante la emoción, en segundos ya estaba llorando y siendo abrazada por mis amigas y el instructor.

Habían pasado años de ese momento y se quedó marcado en mi memoria como un recuerdo agridulce. De esos que al recordarlos sientes un nudo en la garganta pero al mismo tiempo no puedes evitar sonreír con nostalgia. Años después las únicas olas que había dominado eran las multitudes en las calles, caminando de un lado al otro. Pero eso se acabó, ya habían llegado las vacaciones y pude ahorrar lo suficiente para viajar a aquella casa de la playa. Había planeado ese viaje por meses y mis padres estaban felices por mí, incluso me pidieron que sacara fotos de todo lo que hiciera.

Ellos me heredaron la casa, en donde crecí, y, cuando bajé del coche de viaje que me trajo, lo primero que hice fue arrojarme entre los pastizales altos que rodeaban la casa.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —me preguntó el conductor, seguramente preocupado por mi raro comportamiento pero no pude evitarlo.

—Estoy en casa —le respondí. Aunque luego me levanté para ayudar al hombre a bajar mis maletas del baúl.

—Viene a vacacionar, ¿verdad? —supuso con una cálida sonrisa en su rostro.

—Si, pero comenzaré a vivir aquí cuando consiga un trabajo en la ciudad. Sé que abrieron un instituto de instigación de la vida marina —comenté con entusiasmo—. Si eso no funciona podré dar clases de natación o de surf a principiantes, ya se me ocurrirá algo.

—Entonces espero que tenga suerte y eso explica la tabla —comentó mientras desataba la tabla de surf que se encontraba asegurada con cuerdas en el techo del vehículo—, al principio pensé que sólo era un feo adorno moderno —confesó haciendo que yo suelte una risa.

—Muchas gracias —le dije sonriendo y le entregué su paga por el viaje. El hombre se despidió de mí y luego se alejó en su coche, dejándome sola frente a la entrada de mi casa.

Mi casa, mi casa, mi casa, esas palabras se repitieron en mi mente mientras buscaba las llaves. Mi padre me las había entregado y me pidió que cuidara la casa y que la mantenga en buen estado. Obviamente lo iba a hacer, después de todo no podía soportar que ese lugar, lleno de tantos recuerdos, se destruyera así sin más.

Mientras estaba acomodando mis cosas y desempacando poco a poco, mi celular comenzó a sonar repetidas veces por los nuevos mensajes que había recibido. Eran mis amigas de la carrera que, al enterarse de que había heredado la antigua casa de la playa, insistieron en pasar el verano todas juntas ahí.

Esta ya era mi casa, así que viviría en este lugar a partir de ahora y aprovecharía las vacaciones para estar en las olas.

—"Ya estoy en la casa, pueden venir cuando quieran y las estaré esperando" —escribí el mensaje y luego lo envié al grupo que teníamos en común. Como lo esperaba, sus respuestas fueron inmediatas.

"Bien Lili, ya quiero que nos muestres el lugar".

"Quiero nadar".

"Espero encontrar chicos lindos, hay algún vecino guapo".

"¿Necesitas ayuda? Si es así vamos y te ayudamos".

"Yo quiero broncearme, ¿quieren broncearse?"

Mi celular seguía recibiendo mensajes pero no tenía tiempo para leerlos todos porque debía ordenar la casa. En unas horas ellas ya estaban tocando mi puerta, chillaron al momento de verme y se arrojaron sobre mí para darme un fuerte abrazo.

—¡Lil, se ve más grande que en las fotos! —comentó Rita al comenzar a recorrer la casa. Ella preguntaba qué era cada objeto que encontraba.

—Fue sencillo encontrar la ubicación —dijo Analía—, hay varios restaurantes cerca y saben lo que eso significa.

—Ya planeé el día entero —respondí con una sonrisa de lado.

—Es típico de Lilian —Ruth soltó una risa, aunque seguía pegada a su celular—. Yo también lo planeé —confesó un momento después.

—¿Entonces qué hacemos primero? —les pregunté, aunque para ese momento ya estaba sosteniendo mi tabla de surf. ¿Captarán el mensaje?

—Si quieres surfear sólo dilo, Lili —suspiró Rita.

—¡Gracias! —chillé para luego prepararnos para un día en la playa.

—¿En serio vas a ponerte eso? —preguntó Analía mientras miraba mi traje—. Puedes surfear en bikini. Te regalé uno muy hermoso en tu cumpleaños.

—Si, es hermoso pero esto me protege de cortes, el frío y aguas vivas, un bikini no —respondí, haciendo que bufara y se volviera a colocar sus lentes de sol exageradamente grandes.

—¿Cómo quieres conocer un chico así, nena?

Tenía razón, ellos son muy visuales y estando completamente tapada reducía mis posibilidades, aunque el surf es una parte de mí y mi futuro novio deberá quererme tal y como soy. Además el traje era apretado y lucía mi figura, no estaba del todo acabada.

—Voy a hacerlo a mi manera —respondí luego de un corto silencio. Porque si, desde hace un tiempo estaba buscando tener una relación seria con algún chico. Pero muchos huyen ante la idea de algo serio, mi último intento fue un desastre, aunque estaba decidida y tenía el apoyo de mis amigas. Estaba segura de que en la playa podría conocer a alguien.

Secuestrada por el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora