Capítulo 9

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Las horas pasaron y tuve el tiempo suficiente para lavar mi cabello. Aunque mi estómago había comenzado a rugir hace unos minutos. Eso me recordó que no había probado nada desde hace horas. Si todavía estuviera en la isla, me pondría a buscar comida, sin embargo en la cueva no había nada, dudaba que las algas bioluminicentes sean comestibles.

Me arrastré con cuidado, teniendo mi pierna levantada para que los vendajes no se ensuciaran con la tierra. Quería acercarme a la entrada submarina para ver si encontraba algún pez perdido que podría cazar.

—¿Cazar? ¿Cómo vas hacerlo sin carnada ni nada? —me pregunté mientras miraba el pozo de agua. Inevitablemente pensé en el pescado que mi particular secuestrador me había traído. Y, como si lo hubiera invocado, él salió del pasadizo y se acercó a la orilla teniendo algo en sus manos.

¡Regresó!, me arresté para huir, pero el gruñido de mi estómago se oyó bastante fuerte. Él hizo una mueca para luego sonreír y mostrarme sus manos.

—¿P-Para mí? —pregunté al ver que acercaba algo envuelto en algas, tomé aquello con cautela y, al desenvolverlas, me encontré con las porciones de pescado que había comido desde que llegué a la cueva—. Oh, gracias.

Él hizo una mueca otra vez, entonces comencé a comer para mostrarle.

—Gracias —repetí al señalar el pescado y luego tocar mi estómago que no paraba de rugir, ahora de gusto porque finalmente estaba recibiendo alimento.

Esta vez me dio una sonrisa y se sentó a mi lado para comenzar a comer también. Disimuladamente me alejé un poco, mis nervios estaban haciendo un gran estrago dentro de mi cabeza.

—Gra-gra... Ah. —De repente comenzó a hacer sonidos extraños, por lo que lo miré un poco asustada.

—¿Qué pasa? ¿Se te atoró una espina? —señalé un hueso del pez y luego su garganta, eso me alertó, pero él sacudió la cabeza rápidamente. Al parecer entendió a lo que me refería.

—Gra...

—¿Gracias? ¿Es lo que quieres decir? —pregunté y asintió con una sonrisa, sus ojos brillaban. Fue una sorpresa saber que se estaba esforzando por comunicarse. ¿A qué se debía eso? Porqué tenía la sensación de que había algo más. Al menos comenzábamos a entendernos—. Tampoco habías comido nada —comenté al verlo dar grandes bocados, se notaba que le gustaba mucho y todavía me preguntaba por qué las porciones sabía a pollo. Además comerlo crudo no me hizo daño en todo este tiempo, eso era muy extraño pero era mejor así.

Al terminar de comer dejé los huesos y espinas sobre las algas para que él se las lleve como lo había hecho antes, sin embargo esta vez estiró sus brazos al igual que sus aletas, desperezándose, y acabó acostándose a mi lado.

Por mi parte no sabía qué hacer, el silencio del lugar hacía que me sintiera un poco incómoda e insegura. No se trataba de un secuestrador convencional, no podía reclamarle ni nada, ni siquiera éramos de la misma especie y desconocía por completo sus motivaciones. Tampoco podía salir y hacerme un refugio como tenía planeado en la superficie, no con una pierna lastimada y recuperándose.

—No, debo esperar para hacer eso... Mínimo una semana o dos —me dije al soltar un suspiro. En ese momento noté algo brilloso golpeando mi vista y lo seguí hasta encontrar la fuente en la aleta del tritón. Él notó mi mirada, por ello se sentó y atrajo su aleta.

La cosa brillante era un anzuelo dolorosamente enterrado en su carne. Pero en lugar de quitarlo con cuidado, le dio un jalón y comenzó a sangrar.

—¡No, así no! —exclamé de repente y detuve su mano antes de que se lo arrancara, me miró asustado al escuchar mis gritos pero conseguí que soltara el anzuelo—. Yo l-lo haré, ¿puedo?

Secuestrada por el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora