Capítulo 3

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Esta noche seguro será muy interesante, tengo mi propia casa. No puede ser más perfecto, pensé ya que tenía la atención de un muchacho bastante guapo. Pero ignoraba completamente lo que pasaría, yo estaba equivocada. Al destino le gustaba jugar bromas crueles.

Mientras estaba esperando la ola adecuada, noté que el chico estaba mirándome así que me preparé para darle un espectáculo. Haría gala de mis habilidades en el surf, no por nada había estado entrenando durante años.

En ese momento lo vi, era una ola grande, muy grande. Era la primera vez en mi vida que veía una como esa en vivo y en directo, así que me preparé para dominarla. Todo pareció moverse en cámara lenta. La pared de agua se levantó a mi lado mientras me deslizaba, ya estaba de pie y la ola rompió, rodeándome con sus aguas. Estaba dentro de ella, sentía que era parte de mí. Aunque fue un momento maravilloso, terminó abruptamente cuando mi tabla se sacudió, había golpeado algo y perdí el equilibrio.

Era muy extraño que golpeara algo porque no había rocas en esa zona de la costa y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba envuelta en las aguas. Mientras luchaba por salir a la superficie me preguntaba qué había golpeado. No había ningún arrecife cerca, tampoco otros surfistas, tal vez fue un pez o un pobre león marino que buscaba comida. Cuando me enfoqué nuevamente, me encontré siendo golpeada por las olas, no podía mantenerme en la superficie. El mar ya no estaba tranquilo, sino que cada ola era más violenta que la anterior. Los golpes fueron demasiado para mí y dejé de nadar.

Recordé, mientras me hundía en las tranquilas profundidades, aquél día que casi me ahogué. Era la primera vez que entraba al mar y tal vez debí morir, eso explicaría por qué no desarrollé una fobia al océano. Tal vez el mar se enamoró de mí desde ese momento. Ahora me abrazaba, me reclamaba y cerré mis ojos para entregarme a él.

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, no podía escuchar nada y en la oscuridad, donde me encontraba sumergida, comencé a sentir un fuerte dolor en el pecho, una presión casi insoportable. Entonces comencé a toser, el agua salada salía de mi garganta y nariz, dolía al respirar.

—¿Respiro? —me dije confundida para luego mirar a mi alrededor, estaba en una cueva o algo así. Pero lo más importante era que estaba viva—. ¡No morí, no pudiste llevarte mi vida! —exclamé victoriosa, aunque la garganta todavía me ardía.

¿El mar está enamorado de mí? Que idiotez, ¿es eso lo que la gente piensa cuando está a punto de morir?

Al tranquilizarme mi pecho dejó de doler unos minutos después, entonces comencé a explorar la cueva donde me encontraba. Parecía ser grande y había una entrada de luz sobre mí, pero muy en lo alto. Al caminar en busca de la salida me topé con una pequeña cascada que bajaba de un grupo de rocas. El líquido cristalino parecía brotar de las rocas y se veía muy limpio.

—Es dulce —murmuré al probarla y no pude resistir beber un poco, más bien bastante, tenía la garganta muy seca debido a la sal y debía saciar mi sed—. Sale de la tierra... un manantial.

Al continuar unos metros más me encontré con un callejón sin salida, esa parte de la cueva estaba seca, entonces me di media vuelta para investigar el otro extremo. Debía haber una entrada en alguna parte. Al llegar al lugar donde desperté comencé a escuchar unos chapoteos. Seguí avanzando mientras la luz natural quedaba atrás, ese lado de la cueva era mucho más oscuro, sin embargo logré ver algo de luz más adelante.

Al acercarme más encontré con un gran lago de agua clara, la luz provenía de unas plantas bioluminiscentes que crecían en las rocas bajo el agua.

—Es salada —murmuré luego de probar unas gotas—. No parece haber otra salida.

Al reflexionar un poco en lo que pasó, llegué a la conclusión de que las corrientes me llevaron por las profundidades hasta que salí milagrosamente en esa cueva con entrada submarina. Ese pozo de agua era la salida y tendría que nadar para salir de allí. Sólo iba a ver qué tan lejos estaba la entrada de la superficie, si no tenía cuidado podría ahogarme.

Luego de asegurarme de que mi cuerpo estaba bien, sólo con unos golpes leves por suerte, tomé aire profundamente y me lancé al agua. Logré distinguir con mi pobre visión que había un pasadizo con más algas bioluminiscentes que guiaban mi camino hacia la salida. Me apresuré a seguirlas, pensando en lo preocupadas que estarían mis amigas y mis padres cuando le digan lo que me pasó.

Cuando logré salir del pasadizo me topé con un azul muy profundo, sobre mí logré distinguir los rayos de sol que atravesaban el agua. Estaba muy cerca de volver a casa. Pero de repente sentí algo que me tomó del tobillo y grité, expulsando el poco aire que me quedaba. Para empeorar las cosas, eso comenzó a jalarme rápidamente y no podía soltarme. Ya no podía respirar y todo se volvió negro nuevamente.

Esta vez sentía las corrientes a mi alrededor, no respiraba y no sabía dónde estaba. ¿El infierno?, ¿el purgatorio?, o simplemente se trataba de las profundidades del océano.

—¿Esta vez sí me ahogué? —me pregunté mientras tosía para expulsar toda el agua, no, todavía estaba viva debido al dolor pero había regresado a la cueva de alguna manera—. ¿Qué fue eso? —me dije al recordar la cosa que me jaló. No sabía qué salió mal, tal vez me había enredado por una vieja y olvidada red de pescar o algún depredador me vio como una comida fácil de atrapar. Estuve tan cerca de salir a la superficie. Aunque debía esperar un poco para hacer un nuevo intento ya que me dolía todo el cuerpo, urgentemente necesitaba un descanso.

Por suerte no había sido atacada por un depredador, mi cuerpo estaba completo y no tenía lastimado mi tobillo, sin embargo los calambres no se hicieron esperar y acabé tendida nuevamente en el suelo de la cueva, completamente agotada y con mi pecho dolorido a causa de toda el agua que tragué. Sólo esperaba recuperarme lo suficiente para salir de aquí.

En mi mente vinieron los recuerdos de mis padres, ellos estarían muy preocupados al enterarse de lo que pasó, además no tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde el accidente. Ya los veía regañándome por no tener cuidado para luego abrazarme. Sin mencionar cómo reaccionarían mis amigas. Cerré los ojos un momento con un deseo en mi mente, sólo quería volver a verlos.

—Es suficiente —me dije unos minutos después. Los dolores me habían dado una tregua, pero me costaba moverme al principio. Gateé hacia el pozo de agua para ver si no había algún animal cerca antes de hacer otro intento.

De repente un fuerte escalofrío recorrió mi espina mientras observaba el agua. Al apoyarme en el borde sentí algo viscoso bajo mi mano. Solté un grito del susto y rápidamente me cubrí la boca, la cueva podría colapsar por su ruido, sin embargo pasaron los minutos y nada. Fue bueno saber que la estructura era fuerte aunque tampoco confiaría demasiado.

—Es pescado —dije más calmada al mirar lo que toqué—. ¡¿Pescado?! —chillé al recordar que eso no estaba ahí cuando entré al agua.

Algo estaba pasando, ese lugar debía ser la guarida de algún animal, un lobo marino o una foca. Eso era peligroso porque el animal se sentiría amenazado con mi presencia, pensé mientras era invadida por el pánico.

Secuestrada por el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora