Capítulo 4

143 27 14
                                    

Respiré hondo para calmarme y no dejé que eso me perturbara. Al mirar mejor el pescado noté que no tenía la cabeza ni la cola, además le quitaron las escamas al igual que las vísceras. Además se encontraba cuidadosamente colocado sobre unas algas perfectamente cortadas en porciones. Parecía un platillo gourmet exótico que podrías pedir en un restaurante en las playas del caribe. Honestamente se veía mejor que cualquier platillo que Rita hubiera cocinado en sus inicios en la carrera de gastronomía.

—¡¿Qué demonios sucede aquí?! —exclamé al retroceder un poco. Eso no lo hace un animal, no, no, no. Debía estar delirando por tragar tanta agua salada y estaba imaginando cosas debido al hambre que sentía. El pánico se apoderó de mí nuevamente. Si no podía mantenerme tranquila y concentrada, moriría en cualquier momento, porque esto ya se había convertido en supervivencia en la naturaleza.

El rugido de mi estómago interrumpió mis pensamientos, entonces solté un suspiro. Para ser un delirio, el pez se veía muy real, no quería comerlo crudo pero estaba muriendo de hambre. No había comido ni probado nada de lo que Rita había preparado antes de entrar al agua pero cómo iba a saber que terminaría en un lugar como ese y sin un bocado. Al menos tenía agua dulce que beber, algo por lo cual no debía preocuparme.

Y ahí estaba yo, debatiendo si debería comer esa comida cruda que apareció de la absoluta nada. Mientras más lo pensaba y meditaba, no encontraba una forma lógica de que el pescado había llegado a la cueva. Como no llegué a ninguna conclusión, dejé de pensar en ello y decidí respirar hondo nuevamente para luego dejarme llevar por mi estómago.

Al tomar una porción sentí un poco de asco debido a la contextura viscosa de la carne, hasta se me resbalaba de mis dedos. Pero imaginé que me encontraba probando sushi para engañar a mi mente y que que sepa mejor, la clave estaba en eso y también confiaba en la resistencia de mi estómago. El cual se había vuelto resistente a todo tipo de alimentos gracias a Rita y su cocina exótica.

¿Por qué el sushi sabe a pollo?, me pregunté mientras masticaba el primer bocado. Había dado una muy pequeña mordida teniendo cuidado de no lastimarme con las espinas, aunque el pescado tenía huesos grandes y fáciles de quitar.

—Nunca había probado un pez así, ¿vendrá de otro lugar? —murmuré pensativa. Su sabor era diferente a cualquier otro pecado que había probado y no tenía ese olor característico de los peces. Ya iba por la cuarta porción, impulsada por el hambre y mis instintos más básicos de supervivencia.

Mientras comía recordé la vez que probamos unos chipacitos, unas masitas de almidón con queso, que Rita había preparado. Analía, Ruth y yo estábamos dudosas por probar, y no estábamos del todo equivocadas porque, al darle un mordisco a la porción que habíamos elegido cada una, notamos un gusto extraño, era dulce.

—¿Cómo está? ¿Rico? —nos preguntó nuestra amiga chef, tenía una sonrisa esperanzada en su rostro.

—Ya entiendo, son los pasteles que parecen cualquier cosa —comentó Ruth—. Quedaron espectaculares.

—No, son chipacitos —la corrigió al fruncir el ceño. Ruth había metido la pata, pero yo había pensado lo mismo.

—Pero son dulces —comenté confundida. Todas lo estábamos en realidad, hasta vi a Analía preparando sus pastillas antiácidas sólo por las dudas.

—¿Dulces? No coloqué azúcar en ningún momento —murmuró haciendo una mueca—, y tampoco los probé —confesó mientras soltaba una risa nerviosa.

—Siempre tienes que probar lo que preparas, tonta —la regañó Ruth.

—No creí que fuera necesario, seguí la receta que venía en el paquete —explicó subiendo y bajando los hombros.

—Pero al menos son comestibles —agregué haciendo que las demás rían. Resultó ser que Rita sí había seguido la receta al pie de la letra, sin embargo la leche que iba a usar para la masa había sido endulzada por su hermano anteriormente. Eso dio como resultado unos chipacitos agridulces y un poco duros. Debías morderlos con fuerza para comerlos.

Regresando al presente, mi alimentación se vio interrumpida al percatarme de unos ojos mirándome o al menos eso fue lo que sentí. Era la sensación de estar siendo observada. De reojo vi algo en el agua, di un salto hacia atrás por reflejo y me pegué lo más que pude a una pared de la cueva. Al mismo tiempo, aquello se sumergió en el agua rápidamente.

—¡¿Qué es esa cosa?! —exclamé desesperada. Mi cerebro hacía un esfuerzo por comprender lo que vieron mis ojos. No sabía lo que era, se había movido muy rápido y sólo había alcanzado a distinguir una figura negra y difusa.

¿Un león marino?, ¿una foca? Era probable que esa cueva fuese el hogar de alguno de esos animales y huyó al momento de verme. En ese caso era mejor mantenerme alejada del agua ya que el animal huiría hacia el mar y no quería problemas, si se asustaban podrían resultar muy peligrosos para los seres humanos.

Ya se fue, tranquila Lilian, me dije a mí misma pues mi pecho subía y bajaba por mi agitada respiración. Mis piernas también comenzaron a temblar por el brusco salto que di, pero estaba orgullosa de mis buenos reflejos.

Solté aire y pude tranquilizarme, sin embargo escuché unos chapoteos en el pozo de agua unos minutos después, así que levanté la mirada guiada por la curiosidad. Lo que flotaba era negro, estaba en todo su rostro, creo que era cabello. Parpadeé un par de veces al creer que era una alucinación o algo. Al asegurarme que era real tuve la intención de acercarme, efectivamente era una persona, tal vez alguien que por fin venía a rescatarme.

—Gracias a dios alguien me encontró, creí que me volvería loca en este lugar —le dije rápidamente y sin pausas, sentía gran alivio y esperaba que pudiera ayudarme a regresar a casa o al menos a contactar con mis padres—. Tuve un accidente en las olas, caí de mi tabla y no sé cuánto tiempo pasó de eso. ¿Puedes decirme dónde estamos? ¿Tienes un celular que puedas prestarme? Confiaba que podría recordar al menos los números de mis padres.

Cuando me acerqué lo suficiente pude notar algo muy extraño, mis pies ya no podían seguir y me detuve en seco al ver unos grupos de escamas cubriendo su cuerpo, eran de un tono azulado y gris al igual que las escamas de su larga aleta, la cual podía ver perfectamente gracias a las algas bioluminicentes.

El aire se me entrecortó de golpe y mi corazón comenzó a latir de manera desmedida, el miedo me invadió pues aquello no era un animal ni tampoco una persona. A pesar de que quería correr lejos, me quedé paralizada en mi lugar. Mi cuerpo no respondía en lo absoluto.

¡Corre, corre, corre ahora!, grité en mis pensamientos.

El miedo me había inmovilizado y sólo sufría de pequeños espasmos mientras esa cosa se acercaba lentamente. ¡Viene hacia mí!, cerré los ojos con fuerza al temer lo peor, sin embargo nada sucedió. Por lo que abrí mis párpados lentamente, encontrando esa cosa muy cerca, apenas dos metros de distancia nos estaban separando.

Sus ojos negros me miraron por un instante o eso creí que pasó ya que su cabello húmedo y oscuro cubría gran parte de su extraño rostro. Desde mi lugar simplemente pude observar cómo se llevaba los restos de lo que había comido y luego desaparecía entre las aguas sin más.

¿Ariel...? ¿Eres tú? Ya me estoy volviendo loca, completamente loca. Solté una risa incontrolable, era una risa nerviosa en parte y pude recuperar el control de mi cuerpo un momento después, sólo para terminar cayendo sentada en mi lugar.

No, no podía ser real. El pescado tenía algo que ver, seguramente causaba alucinaciones y me estaba haciendo ver cosas que no estaban allí. En mi caso una criatura marina humanoide con escamas y aleta.

—Si, eso debe ser... Debe ser un sueño, si, tal vez nunca fui a ese día de playa con las chicas —dije en voz alta para un segundo después frotarme el cuero cabelludo. No... todo era real, podía oler la sal del mar, sentía el sabor del pez que acababa de comer y también sentía la roca debajo de mí—. Entonces, ¿de verdad vi eso que se parecía a una persona? —me pregunté al dirigir la mirada hacia el tranquilo pozo de agua. 

Secuestrada por el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora