Capítulo 8

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Al día siguiente desperté por los fuertes graznidos de un pájaro de la isla. Mi cabeza dolía un poco, tal vez por la pesadilla que había tenido en la noche anterior. Al mirar mi pierna sentí que el dolor había regresado, leve y punzante pero ahora la herida se encontraba vendada con una tela blanca. ¿De dónde salió esa venda? ¿Ese ser lo trajo, cómo sabía que debía vendarla?, me pregunté al fruncir el ceño levemente.

—Esto no es tan malo después de todo, la criatura me ha traído comida y curó mi herida —me dije al sentarme lentamente, todavía no me acostumbraba a dormir en el suelo y me dolía todo el cuerpo—. ¿Hum? —al apoyarme sentí algo bajo mi mano, fue entonces que noté que la criatura se encontraba recostada a mi lado, había tocado su largo cabello. Eso me recordó inevitablemente a mi pesadilla, esos hilos negros eran similares a su cabello, ¿a caso era una señal de advertencia del destino o algo parecido?, tantas preguntas y ninguna respuesta.

Está dormida y... seca, me dije en mi mente mientras me inclinaba un poco para verla mejor. No parecía cambiar mucho, aunque su aspecto viscoso debido al agua había desaparecido. Por un momento tuve el impulso de alejarme pero si continuaba dejando que el miedo me dominara, no encontraría ninguna respuesta o la razón por la que esa criatura actuaba de esa manera conmigo. Algo era seguro, si quería lastimarme ya lo había hecho hace mucho.

—Quiero tocarlo —susurré mientras acercaba mi mano a su hombro escamoso. Parecía que la falta de agua no le afectaba como a otras criaturas marinas, eso lo asemejaba un poco a los lobos marinos y a las focas. Hasta podría ser un mamífero también de acuerdo a esas similitudes.

Salí de mis pensamientos cuando las puntas de mis dedos tocaron su piel, era como la humana y la única diferencia eran las escamas azuladas.

—No es desagradable —me dije al mismo tiempo que una leve sonrisa aparecía en mi rostro. Aunque mi sonrisa desapareció al ver esos ojos oscuros mirándome fijamente—. Lo siento, no debí tocarte estando dormida.

Me alejé para darle espacio, aunque ésta se acercó nuevamente. Además tomó mi mano derecha y apoyó su rostro por ella. ¡Dios, no debía hacer nada!, chillé al ver como se frotaba contra mí como si fuera un felino, muy irónico teniendo en cuenta que tenía aleta.

—Este... Gracias por tratar mi herida —murmuré al señalar en vendaje y luego le di una sonrisa con la esperanza que pudiera entenderme. Tras decir esto pude recuperar mi mano.

La criatura copió mi acción y luego soltó un bostezo. Entonces se dejó caer sobre mi regazo y cerró los ojos. Se estaba aprovechando de mi buen humor, sin embargo no me alejé y observé su rostro con más atención. Aprovecharía la cercanía para estudiar su aspecto físico, odiaba no tener al menos una libreta para hacer anotaciones.

El ser parecía tener unos patrones en su frente que desaparecían entre su cabello negro. Sus facciones eran un poco masculinas aunque estilizadas, todavía no estaba segura si era un macho o hembra de su especie y por alguna razón esa duda no dejaba de rondar en mi cabeza. Tal vez eran hermafroditas o transicionaban de un sexo al otro, como algunas especies de babosas y peces.

¿Por qué me importa eso? ¿Por qué me importa eso?, me repetí para mí misma. No sabía exactamente por qué al tenerla tan cerca me ponía nerviosa e inquieta.

Un movimiento de su parte hizo que bajara la mirada y sus ojos estaban fijos en mí, ya no se encontraba de perfil sino de frente y levantó su mano para apartar unos mechones de mi rostro. Mi trenza ya estaba deshecha y debía arreglarme.

Tal vez quiera peinar mi cabello, pensé. Había dejado los mechones rebeldes detrás de mis orejas, estaba siendo cuidadosa con sus movimientos aunque su mano bajó y tocó mi pecho sin más. Definitivamente no fue un accidente por su expresión, parecía que estaba comprobando algo.

Secuestrada por el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora