Capítulo 35. Frío en el alma

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Genave

Miraba ansiosa como el sol se ocultaba y se aproximaba la noche, el dolor en mi costado había disminuido, pero el que sentía por dentro era cada vez más fuerte. Jotrov me observaba desde el sillón, no había dicho nada, simplemente me miraba fijamente y en algunos momentos observaba detrás de él, como esperando que algo pasara, esperando quizás su llegada y aquello alimentaba mucho más mi ansiedad.

—Me iré y no volveré —dije mientras me giraba hacia él—No tengo los cojones para vivir esta vida—asintió a mis palabras y creí haber percibido algo de tristeza en su mirada, pero quizás estaba loca, hombres como Jotrov no conocían la tristeza.

—Nunca había visto al jefe así—dijo mientras yo me acomodaba despacio frente a él en aquel sofá—Todo lo que ha hecho por usted, nunca antes lo vi sufrir por la traición de una mujer—me sentí incómoda al escuchar aquellas palabras y creo que se dio cuenta—Sabía que no era así señorita, pero Rubén no había confiado tanto en alguien después de mí, usted llego a cambiar todo en su vida—sentí un nudo en la garganta y un punzón en el costado que me hizo quejarme, Jotrov se puso de pie, pero negué con la cabeza, no necesitaba su ayuda.

—No puedo—dije con la voz ahogada y el recuerdo de Rubén arrastrándome por aquel pasillo llego a mi cabeza.

Cerré los ojos por un momento y deje que las lágrimas salieran. Lloraba por la mujer que nunca sería. Desde pequeña me había sentido rechazada y seguía reflejándose en las relaciones de mi vida, no podía seguir atrapada en aquel recuerdo, no podía simplemente cerrar los ojos ante los hechos y seguir adelante como si nada, tenía que sanar por dentro y por fuera, tenía que recuperar mi vida y mi carrera, no podía seguir tras la sombra de aquel hombre.

Jotrov se puso de pie y llevó sus pasos a la otra habitación con el móvil en las manos, mire como la luna brillaba en lo más alto y aquello me causó tanta tristeza, porque mi luz se había apagado, había permitido que la poca luminosidad que irradiaba mi vida fuese desapareciendo poco a poco por aferrarme de manera enferma a algo que solo me consumía, solo rogaba que mi familia estuviese bien. Cuando comprobará aquello, en aquel justo momento cumpliría mi promesa de alejarme de él

—Su familia está a salvo, el señor utilizó su poder como oficial de policía—era perturbador escucharlo decir eso y siempre lo sería. Un mafioso jugando a ser policía.

—Es tan fácil para él jugar a policías y ladrones—dije con tanta amargura que sentí miedo. Miedo de comenzar a odiar a Rubén, porque era el sentimiento que se estaba alimentando dentro de mí.

—Cuando un hombre conoce las dos caras de la moneda, no le tendrá miedo a nada señorita—y sabía que tenía razón, por eso debía irme ahora antes de que fuese demasiado tarde.

La luz de una linterna llamó nuestra atención y Jotrov sacó su pistola. Se aproximó despacio hacia la puerta y me pidió con un gesto que me mantuviese en silencio, sentí el corazón acelerado y me agarre el costado por puro instinto. En el estado que estaba correr iba a ser una de las más grandes hazañas, pero era tomar el riesgo o dejar que me mataran.

—Soy yo Jotrov—lo escuche decir y pude sentir como mi cuerpo reaccionaba solo con el sonido de su voz, debo admitir que me sentí aliviada.

Llevaba puesto el uniforme de policía y parecía ser otra persona, quizás el hombre con él me hubiese gustado compartir mi vida, pero la verdad era que aquello era una simple fachada para mantener ocultos sus delitos, su vida como mafioso y a sus enemigos controlados, ahora me daba cuenta de que el hombre frente a mí no había dejado cabo sueltos en su vida, era su maldita manera de decir que era el puto amo.

— ¿Cómo fue todo? —Rubén me clavo su intensa mirada, pero yo baje la cabeza.

—Una emboscada por parte de la policía, me mantuve siempre oculto bajo esta mascara—mire solo por un segundo y vi que le mostraba a Jotrov un pasamontañas—es mi ventaja sobre ellos, no puedo dejar que sospechen, mucho menos permitir que me descubran—pude sentir cómo aquello lo hacía sentir, el no sentía remordimiento en sus palabras al contrario estaban llenas de satisfacción.

—Mi familia—dije interrumpiendo su conversación— ¿Cómo está?—Rubén se acercó a mí, pero yo hice un movimiento que le hizo entender que debía mantener la distancia.

—Ni siquiera se acercaron a la casa de Lombardi, los interceptamos en el camino—Sentí que se aliviaba el peso que tenía sobre mis hombros.

—Llévame con ellos—me apresure a decir—No quiero estar aquí, así que llévame a casa de mi hermana—cambio de manera radical la expresión de su rostro y sentí un poco de temor a su respuesta.

—No puedes irte—dijo con molestia, pero él me lo debía y no podría detenerme.

—Llévame con mi familia—dije con un tono de voz desafiante, no me había graduado con honores simplemente por mi linda cara.

—Dije que no puedes irte—pronunció aquellas palabras despacio con rabia y lleve la mirada a Jotrov tratando de que me ayudara, pero este aparto sus ojos de mí, entonces por primera vez me sentía amenazada por aquel hombre—Sabes más de lo que deberías y no creo que pueda confiar en una abogada—No podía comprender sus palabras, pero al parecer él comenzaba a mostrar la otra cara de la moneda.

—Puedes estar tranquilo, no me interesa delatarle si es lo que está insinuando—una extraña sonrisa adorno su rostro y me fije en que Jotrov ya no se encontraba en la habitación. Y tuve un mal presentimiento, algo que nunca antes había sentido ante su presencia, era como si apenas lo estuviese conociendo.

—No lo has entendido muñeca. Y es que puedo amarte con locura, estar perdidamente enamorado de ti, pero no se deben dejar cabos sueltos—sabía que el terror se reflejaba en mi mirada—Acostúmbrate a esta vida Genave Stevens, porque este será tu mundo de ahora en adelante, porque de alguna forma debes pagarme todo lo que he hecho por ti—Sus palabras fueron como un témpano de hielo, no podía salir del asombro y sentí como las mismas me habían enfriado el alma.

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