Capítulo 21

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25 de agosto de 2017. Isla Jeju, Corea del Sur.

Caminaban de la mano por las calles pobladas, con Jimin apenas pudiendo levantar la vista poco más allá de la punta de sus zapatos: no por timidez, no por tristeza, era por dolor. Su ojo hinchado le punzaba molestamente y la brillante luz solar no hacía de mucha ayuda. Quería ir de vuelta al hotel y echarse a dormir hasta que su ojo se desinflamara y las inmensas ganas de llorar y gritar desaparecieran.

Había hecho molestar a Seojoon la noche anterior cuando, durante su cena en un restaurante, le sonrió demás al camarero que los atendía, llevando hasta el tope la furia de su pareja; el resto de la velada Seojoon se había dedicado a ignorarlo y tratarle como un cualquiera. Quizás sí lo soy. Jimin casi lloraba sentado en su lugar pues parecía algo imposible últimamente pasar tiempo con su novio sin que éste se enojara y cambiara el ánimo general de su cita.

Tonto, tonto Jimin. ¿Cuándo aprenderás a comportarte? Se repitió durante toda la noche para poder conciliar el sueño, en un nulo intento de ignorar el dolor de su ojo —y cuerpo— tras la golpiza que recibió justo luego de llegar de cenar.

Ahora caminaban como si nada entre las personas, todos ignorantes a que, debajo de las grandes gafas de sol, su ojo violáceo palpitaba desesperadamente. Seojoon no se había disculpado en la mañana, al contrario, había actuado como si nada. Siempre actuaba como si nada. Desayunaron juntos en silencio y justo en ese momento se dirigían a la panadería de uno de los amigos del mayor.

—Oh... es aquí. —la voz gruesa del pelinegro le hizo medio levantar la vista y, en efecto, ya habían llegado.

Entraron siendo anunciados por la campanilla de la puerta principal y poco o nada de relevancia le dieron los clientes al verlos ingresar al local. Seojoon fue quien le jaló sutilmente por sus manos entrelazadas y avanzaron hasta uno de los mostradores donde atendían a las personas, allí el pelinegro esbozó esa hermosa sonrisa que hacía alborotar el corazón de Jimin. Es tan hermosa y es tan raro que me dedique una estos días. Pensó con pesar.

—Pero si es el gran Im Kihyun-ssi. —saludó con jovialidad el azabache.

—Park Seojoonie, dichosos los ojos que te ven. —respondió el de cabello cereza con otra sonrisa.

Ambos se dieron el puño como saludo y el amigo del alto les pidió que esperaran en las mesas en lo que se desocupaba, y así hicieron. Tomaron asiento en la primera mesa vacía que vieron y Jimin inmediatamente bajó su mirada hacia sus inquietos dedos: aún sentía nervios cuando su mirada conectaba con la de su novio.

—¿Te mencioné que fue Kihyun hyung quien me enseñó a hacer los dulces de leche que tanto te gustan? —comentó con tranquilidad. El pelirrosa negó muy lentamente—. Pues fue él. Hace varios años hizo una maestría culinaria en Brasil y trajo la receta consigo, apenas eran mis comienzos como repostero pero igual insistí en aprender... ¡qué bien que lo hice! Hoy son tus dulces favoritos.

Rió bajito y acercó su mano para apretar una mejilla de Jimin con cariño, pero como acto reflejo, el menor retrocedió asustado, logrando borrar por completo la pequeña sonrisa del rostro de Seojoon y que su propio corazón comenzara a latir con fuerza, liberando adrenalina.

Tonto, tonto Jimin.

—L-lo siento, y-yo... —inició, queriendo explicar que no fue su intención alejarse.

—Cállate. —dijo cortante.

—Seojoon, t-te juro que no... no fue mi intención, yo s-sólo... —el miedo se apoderaba poco a poco de él y pronto quiso llorar.

—¿Que estás sordo? Te dije que te calles.

Jimin juntó sus labios con presión, haciéndolos una fina línea. No quería desobedecer a Seojoon y así empeorar su castigo, porque si algo era seguro es que recibiría un castigo por el reciente desaire, la pregunta era si podría aguantarlo teniendo golpes tan recientes.

Corazones Mentirosos | kookmin 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora