Capitulo 3

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El sonido de la radio quedó en segundo plano al igual que los papeles. La helada de la noche cayó azotando tanto a Singapur como a la oficina de Levi Ackerman. En una circunstancia cotidiana prendería la estufa, o se serviría una nueva ronda de té para calentar el cuerpo. Pero en este caso, el contexto era diferente. No le hizo falta; su anatomía estaba siendo bien calentada por el cuerpo de Jaeguer bajo suyo.

¿Uno, dos minutos? No calculó exactamente el tiempo que dedicó para besarlo contra el sillón. Sentía los labios arder y picar. Las manos no se le quedaron quietas y contorneo la figura de Eren de arriba abajo; de abajo arriba. Las piernas, las costillas, los hombros, el cuello; acarició cada espacio que pudo sobre la ropa, y cuando unos dedos ajenos tomaron el final de su camisa para quitarla, recayó en lo que estaba haciendo y con quién.

-Eren...- cortó la sesión de besos.

-¿Que pasa? - interrogó ante la inactividad del mayor.

No dijo nada. Simplemente se bajó del encuerado sillón para tomar un cigarro y prenderlo, sentándose en el sillón individual ubicado en frente.

Eren lo notó; algo paró en seco toda la situación. Estudió la careta del mayor mientras se arreglaba la camisa, y creyó entender sus pensamientos.

-Fue muy rápido ¿No? - dudó el menor al sentarse decentemente.

-No es por eso - exhaló el humo a un costado, evitando que éste llegará a Eren - pero tenemos mucho que hablar y aclarar.

-En eso tiene razón -

Como no obtuvo respuesta y (para colmo) la mirada del mayor estaba perdida, caminó del futón hasta el pequeño escritorio donde reposaba la pava eléctrica y los utensilios del té. Levi no dio objeción cuando escuchó el agua burbujear y menos cuando el olor a té de lavanda inundó sus fosas nasales. Un momento después dos tazas fueron depositadas en la acogedora mesa de vidrio, la cual separaba ambos sillones.

Una sonrisa alegre emergió en las comisuras de Eren.

-Cuando le daban dolores de cabeza o tenía muchos documentos de la Legión para llenar, yo le preparaba un té de lavanda...¿lo recuerda? - preguntó el chico al ofrecer la taza.

-Sí. Venías a mi habitación como un perro faldero en la noche mientras terminaba los informes - contestó de forma sarcástica.

Apagó el cigarrillo en el cenicero para degustar el té; un placer relajante que le adormeció la mente.

En medio del ambiente liviano, desahogaron las incertidumbres.

Decidió comenzar el menor.

-¿Por qué no me dijo que tenía recuerdos?

-¿Vos porqué no lo hiciste? - le devolvió.

-No tenía idea de si había reencarnado. Hubiera quedado como demente si se lo preguntaba de la nada.

El mayor dio un sorbo corto a la taza.

-Ahí tenes mi respuesta - contestó cruzando una pierna - ¿Qué tanto recordás y hace cuánto tiempo te llegaron las memorias?

-Mgh - río débil el chico - fue de pequeño. En la escuela primaria. Realmente fue horrible...no podía entender nada. Lo comprendí del todo a los 15... desde entonces, mi vida no volvió a ser igual.

-Ja, no sos el único - informó el mayor - me sucedió lo mismo, aunque unos años más tarde.

Eren juraría que los ojos de Levi manifestaron aflicción y angustia. De esa forma recordó lo mal que se sintió tales años. Esos momentos le cayeron con pesadez, y se quedó callado.

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