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Estaba cansada y le dolían partes de su cuerpo que no imaginaba que podían doler.

Le había tocado el grupo de la limpieza del jardín con Cepeda, Miki y Raoul y se prometió a ella misma que nunca tendría uno en su propia casa. No quería ni una sola planta en ninguna parte. Solo llevaba cumplidos tres días de castigo y estaba de quitar ramitas y remover la tierra para oxigenarla hasta el moño.

Las ganas de meterse en la ducha y quedarse inconsciente en la cama eran cada vez más grandes a medida que iba andando por el pasillo. Pero solo podía pegarse la ducha, tendría que dejar la cama para cuando acabase la cantidad indecente de ejercicios que le había mandado la de matemáticas. Solo le aliviaba el saber que era buena con los números.

Cuando llegó a su habitación, fue directa como una bala a la ducha. Necesitaba quitarse los restos de tierra que Cepeda, en un momento de diversión, le ha tirado encima.
Y como ya se imaginaba antes, le sentó de maravilla esa ducha calentita.

Ana y Ricky vinieron a buscarla para ir juntos al comedor a cenar, pero no tardó mucho en volver. Estaba realmente cansada y aún le quedaban las ecuaciones de segundo grado que la estaban esperando encima del escritorio.
Mimi no se consideraba una chica muy aplicada, pero las mates era una de las pocas asignaturas que le costaba muy poco y no podía desaprovecharlo.

Así que cuando llegó a su habitación se quitó la ropa para ponerse su pijama, el cual consistía en unos pantalones muy cortos y una camiseta muy grande. A ella le daba igual qué época del año fuese, si llovía, nevaba o que la temperatura fuera de 5 grados, ella era fiel a su pijama. Luego, se puso las gafas, cogió el libro de mates, el cuaderno y su estuche y se puso encima de la cama para hacer los ejercicios.

Y empezó bien, empezó concentrada haciendo las primeras ecuaciones casi sin problemas, pero a medida que iban pasando los minutos, sus ojos iban cediendo hacia abajo por el peso del cansancio que llevaba encima.

Se movió un poco para activarse, pero tuvo la mala idea de recostarse un poco contra la pared y poner un cojín en su espalda para estar más cómoda.

Después de rascarse varias veces los ojos, el sueño consiguió vencer la batalla por mantenerse despierta y su cuerpo fue cayendo hasta quedar tumbada de lado, con la cabeza encima de la almohada.

El leve respirar de la granadina inundó de paz toda la habitación. Pero al cabo de unos pocos minutos, el sonido de una llave metiéndose en la cerradura quebrantó un poco ese silencio.

Miriam iba a entrar a su nueva habitación con su nueva compañera y no podía negarse ni a ella misma que estaba un poco nerviosa por lo que iba a encontrarse nada más cruzar esa puerta.

Al principio, cuando Noe le dijo lo del cambio de dormitorio no le dió mucha importancia, pues tenía cosas más importantes en las que pensar pero ahora, justo en ese momento en que estaba abriendo la puerta, sí que empezó a preocuparse.

Iba a compartir habitación con una persona que no aguantaba, con la que llevaba años llevándose fatal; con la cual se había insultado y hecho putadas grandes. Con la que había tenido una de las peores experiencias de su vida. Y sí, estaba algo preocupada por cómo dos personas que eran como el sol y la luna, completamente antagónicas, iban a ser capaces de convivir. 

Pero es que, por otra parte, Miriam ya estaba cansada. Ya no cansada, estaba agotada emocionalmente, y no quería más conflictos con nadie. Necesitaba estar tranquila y centrarse en lo realmente importante. Y lo sabía, sabía que ya había intentando antes pasar de las provocaciones, pero esta vez lo iba a cumplir de verdad.

Con ese último pensamiento abrió lentamente la puerta y su cabeza asomó por el hueco para comprobar si la granadina estaba por alguna parte y la encontró más rápido de lo que esperaba. Estaba tumbada en su cama y se había quedado dormida con el libro encima. ¿Desde cuándo Mimi llevaba gafas?

Te quiero lejos, pero...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora