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Sabía que por el número que había inscrito en el llavero que había juntamente a las llaves, le tocaba compartir con la gallega una habitación que estaba bastante lejos de la suya.

El número 605 le hacía entender que estaba en la sexta planta y Mimi no creyó que fuera pura coincidencia que Noe las hubiera mandado tan lejos. 

Bufó cansada, no estaba nada de acuerdo con ese castigo, pero tampoco tenía más opciones. Además, tenía un ligero dolor de cabeza que no le había abandonado en todo el día y no tenía ganas de rebatir a nadie.

Cuando llegó a la que dejaría de ser su habitación, solo estaba Ana.

La morena estaba sentada en su cama estudiando con los auriculares puestos. La rodeaban muchas hojas con apuntes llenos de flechas y líneas subrayadas; el boli que estaba en su boca sufría por los mordiscos que le estaba dando en la punta y un moño, del cual se habían escapado algunos mechones, coronaba en lo más alto de su cabello.

Mimi sonrió algo apenada. No había vuelto a hablar con ella desde que tuvieron aquella bronca en el hospital y estaba intranquila. No le gustaba estar así con uno de sus mayores apoyos.

Desde que llegó tuvo la intención de hablar con ella, pero solo le dio tiempo de dejar las cosas encima de su cama y pegarse una ducha. Después, tuvo que irse porque la llamaron de dirección. Así que, aprovechando que Nerea no estaba por allí, decidió que era el momento perfecto para acercarse y comprobar si seguía mosqueada con ella.

Se sentó en la cama de la morena, en el hueco que encontró libre sin ninguna hoja escrita y, cuando la chica notó la presencia de la granadina, se quitó los cascos y dejó el bolígrafo tranquilo.

-¿Cómo estás? -le preguntó en un tranquilo susurro.

-Mejor. -contestó con el mismo tono de voz, no queriendo romper el ambiente.

-Menos mal, Mimi. Me alegro. -una leve sonrisa asomó por la comisura de sus labios, y Mimi tuvo la impresión de que podía tantear el terreno.

- Banana...¿Todavía estás enfadá conmigo?

Ana dejó escapar el aire lentamente mientras volvía a poner su mirada en uno de sus apuntes que tenía en mano.

-Siempre estoy enfadada contigo, Mimi. -musitó finalmente.

A la granadina se le escapó una pequeña risita. La verdad es que podía entender que la canaria tuviera esa actitud con ella.

-Ana, de verdad. Que me lo voy a tomar más en serio.

-¿El que, Mimi? - le preguntó llevándose la mano a la frente para rascarse y cerrando los ojos, haciendo una mueca de cansancio.

-Lo que me dijiste el otro día.

Ana se la quedó mirando unos segundos, y Mimi veía el rostro severo de la morena clavado en ella; parecía que estuviera analizando el significado de lo acababa de decir.

- ¿Y que te hizo cambiar de opinión justo ahora? Porque llevo años diciéndote lo mismo.

¿Que tenía una brecha en la cabeza?¿Que había estado dos semanas en el hospital y que casi se queda sin recuerdos?¿Que habían llegado demasiado lejos?¿Que había recordado la mirada dolorida con la que la gallega la había atravesado después de insultar a su hermana?¿Que de su pasado habían vuelto a ella muchos fantasmas? ¿Que se sentía como una auténtica mierda? ¿Que, incluso, seguía arrepentida por cómo había actuado?

- Pues... porque me pasé, Ana. -dijo encogiéndose de hombros y agachando la mirada, como un niño que acepta la culpa de un plato roto. -Lo siento... De verdad. No me siento nada bien con esto.

Te quiero lejos, pero...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora