8. Un beso

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Hathor trataba de escoger ropa adecuada para la humana mientras conversaba con Horus, imaginaba cuál podría ser el estilo de la humana, ya que la ropa que llevaba la primera vez que la vio no se parecía a nada de lo que Hathor tenía, aún así como Menet se encontraba en el Duat con Anúbis iba a escogerle piezas que se amoldaran a su nueva vida en el Duat.

— es que ahora que ha regresado a su cuerpo se ve diferente, incluso ahora tiene un extraño aroma—

— a qué te refieres con un extraño aroma— pregunto Horus curioso.

— No lo se ella huele diferente no huele como un humano.

Horus la miro divertido — entonces a qué huele

— diferente— insistía Hathor mientas trataba de recordar el olor exacto de la humana, pero también el de Horus estaba en la habitación — ella huele como tú — respondió Hathor sorprendida.

Anubis había desaparecido frente a sus ojos, como si le molestará su solo contacto, ella camino por la pirámide tenía hambre y no sabía si anochecía o amanecía el cielo parecía moverse pero el sol no lograba cambiar demaciado.
Descubrió una habitación en lo profundo de la pirámide, cuya puerta era mucho más alta y ancha que las demás entro en ella ya que estaba abierta era una habitación enorme, con una cama en el centro todo parecía decorado en colores oscuros y marrones había una planta muy verde que era lo único que daba color a la habitación, pero olía como el, como el dios del Duat, a incienso y plantas. Todo en la habitación parecía maravilloso grande y para los colores oscuros estaba muy bien iluminado, Menet se sentía en casa ahí con el olor del dios que la había cautivado y que estaba protegiéndola, el dios al que deseaba más que nada ver su rostro. La puerta se abrió y su olor impregnó el ambiente, era como si el solo hecho de pensar en el lo hubiese traído hasta la habitación Menet se escondió detrás de la enorme cama.

Anubis se sentía cansado de pensar en la humana, sentía que siempre estaba cerca aunque no fuese cierto tenía su olor  atrapado en su piel aunque apenas la hubiese tocado, y era porque estaba tratando de averiguar de dónde venía, se quitó el casco cansado de llevarlo todo el día todos los días desde el inicio de su existencia, los guantes también los dejo en su mesa y peino su corto cabello con las manos.

Menet miro al dios asombrada su piel era tan blanca que no se parecía en lo absoluto a ningún otro dios, todos ellos eran de pieles aceitunas o doradas pero Anubis era tan blanco como la leche misma sus rasgos eran perfectos a los ojos de Menet sus ojos eran negros como la primera noche que estuvo en el Duat al igual que su cabello su aroma era mucho más fuerte y agradable ahora que no tenía el casco.

Anubis se dió cuenta que el olor no lo perseguía sino que la humana se encontraba en su habitación, camino hasta la cama y la encontró oculta detrás de ella con sus hermosos ojos mirándolo esperando que la sacara o le gritara, ella se levantó lentamente hasta que estuvo cerca de el, sus ojos lo miraron suplicante como si todo el miedo  hubiese desaparecido en cuanto lo miro, era la primera humana a la que tocaba, la primera humana a la que protegia, la primera humana que lo miraba como realmente era, se sintió indefenso por un momento entonces Menet tocó su mejilla, su piel seguía sintiéndose como el metal frío y a la vez dura, su corazon latía de prisa mientras su mirada se encontraba atrapada en los ojos del dios, en sus hermosos rasgos divinos.

Anubis supo que todo lo que el sentía por la humanan era un error, ella era una humana sería algo nunca antes visto un dios y un mortal, sobre todo el que era un dios muy antiguo, mucho más antiguo que el mismo Osiris, Sería difícil para ambos estar juntos sobre todo porque los humanos morían y los dioses no. Ella se acercó más a él, tan cerca que pudo sentir su respiración caliente, viva y su corazón a toda velocidad contra su pecho, quería besarla quedarse con ella hasta el final de los días y más.
Pero si la besaba ahora no podría dejarla ir, si la besaba ahora podia interferir en su juicio sobre el origen de la humana, pero sus labios entre abiertos y rosados le pedian con fuerza que los tomara. Coloco las manos en su espalda y la acerco más a él para respirar su aroma, olía sin dudas a las flores de la tierra viva, la tierra a la que el podía dar vida así estuviese seca pero también olía a Egipto, al viento del viejo Egipto, y a incienso. Ella no olía como un humano.

Anubis coloco lentamente sus labios sobre los de la humana. Menet sintió que iba a morir que su corazón iba a estallar, las manos grandes del dios la sostenían por la espalda mientras el besaba delicadamente sus labios, en un beso fugas, dulce, sutil, tan sutil como el aleteo de una mariposa, tan sutil como una brisa de verano.

Anubis se alejo de ella con el recuerdo de una niña de 8 años que miraba entre la arena y el sol a un faraón y el le sonreía, y ella le respondía porque entendía la conección que tenían.

El dios la soltó al instante como si su tacto la quemase ella lo miro, miro la disculpa en sus ojos y vio como tomo su casco y desapareció frente a ella.

Dioses de Egipto: AnubisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora