Capítulo Dieciséis

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     —Necesito ver al rey. Si logro hablar con él puedo ayudarlos—dije.

— ¿Crees que puedas convencerlo de detenerse?—Preguntó alfa Emelay.

—No, esto no es así—. Me halé los cabellos de la frustración. Nadie comprendía—. Ellos no son culpables. Existe un hechizo que le permite a los lobos obligarlos a hacer lo que ellos quieran, incluyendo robar. Si logro hablar con el rey puedo averiguar quién es el verdadero responsable y…

— ¡El responsable es Silver!

—Tenemos que estar seguros para poder romper el hechizo—dije—. Al romperlo liberamos a los elfos y, obviamente, los robos se detienen.

— ¿Y cómo encontramos al rey?

—No lo hacemos—. Podía darme cuenta de que todos estaban exasperados conmigo—. Él nos encontrará a nosotros. Como dije, están siendo obligados, cuando sepa que estoy aquí me buscará para que los ayudemos.

— ¿Te buscará a ti en específico?—Dijo McWilliams enarcando una ceja—. ¿Por qué estás tan segura?

—Tengo historial con los elfos…—miré hacia otro lado—. Lo único que nos queda es esperar.

— ¿Estas segura?—Preguntó Emelay.

—Segurísima—dije.

—Okay…—dijo McWilliams—. Bueno, pues si no hay nada más que hacer están libres….creo.

***

El problema con hacer algo drástico es que sus posibles resultados son dos: o espectacularmente buenos o desastrosamente malos. Era en los momentos en los que estaba sola en los que me ponía a pensar en el rumbo que había tomado mi vida. Recordaba todas las decisiones importantes, los cambios drásticos, y me preguntaba si, de haber escogido algo diferente, hubiera podido evitar algo. No sabía si podía evitar el estar tan lejos de mi familia, no sabía si podía haber evitado las discusiones con Rowran, pero sí sabía que había algo que no podía evitar y eso era que la justicia divina me cobrara la muerte de la familia de Edeline.

Ella iba a morir de una manera u otra, eso lo tenía claro. No tan solo se había envuelto en una relación con un alfa sin ser su alge, pero también había sido la culpable de la muerte de un niño inocente. No creía ni por un segundo en que todo lo sucedido en la fiesta había sido idea de Keiro. Era culpable, por supuesto, y aun teníamos cuentas por saldar, pero él había sido un gran amigo y lo conocía. Sabía que aunque su amor por Cia era cuestionable, él no hubiera sido capaz de concebir una idea tan horrenda.

La familia de Edeline era otra historia. Ellos no tenían nada que ver con lo que su hija había hecho. Eran inocentes- una familia beta, había escuchado. Tan solo habían tratado de proteger a su hija, como cualquier otra persona hubiera hecho. Su asesinato era algo que nunca me iba a perdonar.

Una mano se posó en mi hombro y McWilliams se dejó caer a mi lado. Miró a lo lejos, sobre los árboles y hacia el lago, antes de devolverme la mirada. No sabía cómo me había encontrado, porque estaba a varias millas de la casa, en el borde de un barranco, pero no pensaba preguntarle si me había estado buscando.

— ¿Hermoso, no?—Dijo señalando el paisaje. Asentí—. Vengo aquí o al lago cuando quiero pensar. Es un buen lugar para meditar, pero llega un momento en que los pensamientos son abrumadores, ¿no?

—A veces—dije sin mirarlo a los ojos.

—Belle quería disculparse contigo, pero no encontraba la manera—dijo, quitando la mano de mi hombro y jugando con unas piedras cercanas—. Aqua nos explicó todo, así que te pedimos disculpas.

Alges: La GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora