Capítulo Tres

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     Mi alge se quedó inmóvil, ni respiraba. Sus ojos iban desde mis cabellos hasta mis pies, tratando de ver si estaba bromeando. Bajé la mano.

—Rowran…—dijo como en otro mundo—. Mi nombre es Rowran Antonelli.

Un frío me recorrió la espina. ¿Sería posible que…?

—Antonelli de…

—De alfa Antonelli.

Oh, no. Oh no, no, no, no, no.

— ¡No puedes decir que soy tu alge!—Le dije en un arranque de pánico—. No puedes, no puedes hasta después de mi juramento.

— ¡No!— Rugió. Sus ojos se tornaron amarillos. Sip, esta era la razón por la que le decía a Cianna que mi alge nunca podría ser un alfa.

—Rowran…

—No estas destinada para ser una guerrera, tu destino es ser mi alge, tu destino es ser la luna de una manada— dijo con rabia—. Si piensas que te voy a permitir que andes por el mundo haciendo que se yo que rayos estas muy equivocada.

—Tú no me tienes que permitir nada, nunca en mi vida he pedido permiso para hacer o no hacer algo. No pienso empezar ahora.

— ¿Entonces esto es? ¿Me rechazas?

—No— dije, mis ojos ampliándose—. Eso no fue lo que dije.

—Dijiste que siempre haces lo que quieres. Soy un alfa, no puedo tener una alge que ni tan siquiera me considere.

—Entonces el que me estas rechazando eres tú.

—Tampoco dije eso.

—Me estas pidiendo que escoja entre mi independencia, mi sueño de ser guerrera, y tú.

—Así es.

—Entonces la respuesta es simple— dije alejándome de él.

—Pero por supuesto que lo es— dijo sonriéndome. Dios…

—Escojo ser guerrera.

Su sonrisa cayó. Me miró estupefacto. Abrió la boca y luego la cerró. Toda mi vida había luchado por estar en control de todas las situaciones en mi vida. Esta era la primera vez en muchos años que no sabía qué demonios estaba haciendo.

—Princesa…

— ¡No me llames princesa!— Le dije—. Soy una guerrera, siempre he sabido luchar por mí misma, pero hubo un tiempo en que no quería vivir, Row. La idea de ser una guerrera fue lo que me dio fuerzas otra vez, no puedo lanzarlo todo a la basura y mucho menos hoy.

— ¡No te van a escoger!

— ¿Y por qué no?— Dije alzando mi barbilla—. A ver, dime.

—Porque eres una mujer, las mujeres no fueron hechas para…

— ¡Cállate! Por Dios, cállate. Esto tiene que ser un error.

—Definitivamente. No sabes lo que estás haciendo.

—No, no lo que estoy haciendo. eres un error. No es posible que un hombre machista, dominante e infiel sea mi alge.

—Y yo no puedo creer que una mujer tan agresiva, prepotente y caprichosa sea la mía.

—Entonces está decidido. No nos queremos, la respuesta está clara.

—Así es—dijo asintiendo.

Pero ninguno de los dos lo dijo. No podía hacer que las palabras salieran de mi boca. Esto podía ser el peor error de mi vida. Si hacia esto iba a perder a mi otra mitad para siempre mientras él iba a seguir con la vida que había comenzado con otra chica. El solo pensarlo me quemaba el alma.

Alges: La GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora