Capítulo Once

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     Fue Aquarius la que me hizo volver al mundo. Estaba hablando rápido otra vez, pero cuando vio mi expresión se quedó callada.

— ¿Estas bien?—Preguntó.

—Sí, sí. ¿Qué decías?—Dije. Ella aplaudió, era un gesto raro al que me estaba acostumbrando.

—Decía que tienes que conocer a Mateo—dijo sonriendo.

— ¿Mateo?—Dije frunciendo el ceño.

—A mi hermano—explicó. Mis ojos se ampliaron. ¿McWilliams y Emelay tenían otro hijo?

— ¿Tienes un hermano?

—Sí, es menor que yo y muy pocas personas lo conocen, pero tú tienes que conocerlo porque él es tu fanático también y le harías el año entero si lo visitaras, ya que él no puede venir.

— ¿No puede?— Su sonrisa cayó.

—Pronto entenderás, vamos.

Me tomo la mano una vez más y salimos al pasillo. Ella me guio hasta la última puerta y la abrió sin tocar. Todo estaba oscuro y no podía ver nada.

— ¿Mamá?—Dijo una vocecilla desde el otro lado del cuarto.

—No, soy yo—dijo Aqua. Soltó mi mano y prendió las luces—. Te traje una sorpresa.

— ¿Una nueva amiga?—Dijo el niño sentándose. Mi corazón se encogió al comprender lo que Aquarius había querido decir.

El niño era precioso, adorable. Su piel era pálida con pecas sobre su nariz y mejillas. Sus cabellos eran igual de rizos y negros como los de su madre y sus ojos- oh, Dios santo, sus ojos. Era como si tuviera el cielo atrapado en ellos. Eran la cosa más espectacular que había visto en mi vida. Sonrió ampliamente, mostrando un par de hoyuelos, y se formaron líneas bajo sus ojos. Movió sus piernas con sus manos sobre el barandal de la cama y pude ver las piezas de metal amarradas a ellos. La máquina conectada a su pecho comenzó a sonar mientras su pulso aumentaba.

—Me levantaría a saludarte, pero…—dijo encogiéndose de hombros. Me ofreció una mano—. Soy Mateo McWilliams.

—Yo soy…

—Sé quién eres—dijo orgulloso—. Eres Madison Hill, la bellator.

—Así es—no sabía que decir. Él rio.

—Está bien—dijo—. Muy pocas personas saben que existo. Mis padres tienen un hijo secreto.

—Matt…—dijo Aqua. Al parecer era un tema que habían tocado.

—Soy uno de los renegados, como tú—dijo mirándome.

— ¿Ah, sí?—Dije acercándome con cuidado. La habitación estaba llena con todo tipo de máquinas médicas. No sabía que tenía, pero era grave—. Cuéntame por qué.

Halé una silla y me senté cerca de él mientras Aqua se trepó a su lado en la cama.

—Él piensa que mamá y papá lo mantienen secreto porque se avergüenzan—dijo Aquarius, apoyándose en sus codos—. Es mentira. La razón por la que no dicen que tienen otro hijo es para protegerte.

— ¿Protegerme?—Dijo Mateo.

—Sí. Sabes que me han atacado varias veces. No se quieren arriesgar a que intenten hacerte daño a ti también.

—Cierto, por qué soy tan inútil que no resistiría una raspadura.

—Matt…

—Es la verdad, no hay por qué mentir.

Alges: La GuerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora