—Okay, Okay, estoy bien—dije arreglando mi traje.
— ¿Estas segura?—Preguntó Rowran, presionando un beso en mi hombro.
—No, pero ya no puedo dar marcha atrás. Soy la luna de esta manada, tengo que actuar como tal.
—Hmm—. Pasó mi mano por mi cintura mientras me guiaba hacia la sala—. Me gusta cómo suena eso.
— ¿Ah?
—Que eres mi luna—. Me sonrió, mostrándome todos sus dientes, y yo reí—. Me gusta más de lo que pensé posible.
—Ja—dije deteniéndome y poniendo mis manos sobre su chaqueta, la cual, debo mencionar, le quedaba muy bien—. A mí también me gusta, al igual que como suena “mi alfa”.
—Alfa y luna—dijo pasando sus manos hasta mi espalda y acercándome—. Rowran y Madison. Antonelli y Hill—. Frunció el ceño—. No, eso no. Vas a tener que cambiarte el apellido.
—Pero Madison Antonelli suena feo—dije frunciendo mis labios—. Ahora, Rowran Hill…
—Rowran Hill suena feo, Madison Antonelli suena…—Miró hacia arriba, como buscando las palabras, y una sonrisa se extendió por su rostro cuando volvió a mirarme—. Perfecto.
—Sigue soñando, querido—dije alejándolo y continuando el camino hacia la sala, donde nos esperaban todos—. Ya me cambie el apellido una vez, no pienso hacerlo otra vez.
— ¿Ni por mí?—Cuando lo miré me dio un expresión triste. Rodé los ojos.
—Los ojos de perrito no te están funcionando, sigues viéndote como un sádico.
Comenzó a reírse mientras me alcanzaba. Pasó su mano por mi cintura una vez más y besó mi frente. Sonreí. Nos detuvimos antes de doblar hacia la sala.
—Me traes de cabeza—me dijo—. Te amo.
—Lo sé—. Le sonreí y entré antes de que me pudiera decir algo más.
Mi cuerpo se congeló. Ahí, justo en el centro de la sala, estaban los cinco alfas: Alfa Emelay, junto con McWilliams, Alfa Viktor Montenegro y Alfa Matthew Vlad, los hermanos de alfa Emelay, Alfa Jason Grace y Alfa Lyall Owens. Los ojos de Lyall cayeron en los míos y se paralizó. La copa de cristal en sus manos se resbaló y quedó hecha pedazos en el suelo. Sabía lo que significaba para él: recuerdos, tristeza, muerte, destrucción. Yo era la hija del hombre que había destruido su vida. Aun así, me sonrió como si fuera una vieja amiga.
—Madison Silver—dijo caminando hacia mí.
—Hill. Madison Hill—le dije mirando hacia el suelo.
—Lo siento, Madison Hill. Es todo un placer volver a verte—. Su voz era ronca, varonil. Sus ojos eran de un azul claro y sus cabellos rubios. Le sonreí.
—No tienes por qué actuar—le dije. Sentí la mano de Rowran pasando por mi espalda. Se detuvo a mi lado.
—No estoy actuando. De verdad es un placer.
— ¿Qué es un placer?—Preguntó Rowran, mirando entre nosotros.
—El volver a verla—dijo Lyall mirándolo. Extendió su mano hacia Rowran—. No creo que hayamos tenido la oportunidad de conocernos. Soy Lyall Owens, alfa de la manada Owens—. Los ojos de Rowran se ampliaron en reconocimiento y me miró de lado. Apretó la mano de Lyall.
—Rowran Antonelli—dijo—. Un honor conocerlo.
—Le estaba diciendo a Madison cuanto me alegraba volverla a ver—. Me sonrió—. Su alge me salvó la vida, ¿sabe?
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Alges: La Guerrera
WilkołakiDesde el momento en que Madison Hill escucho sobre los guerreros quedo obsesionada. Se convirtieron en la razón que necesitaba para vivir, pero había un problema: todos los guerreros eran hombres. En el mundo machista de los hombres lobos se podía a...