El acusado silencio de la isla de Rebun se confundió con los resquicios del cansancio del día anterior, y a Kari le costó abrir los ojos. Por un segundo antes de hacerlo creyó que estaba en su habitación en Odaiba, pero en cuanto vio la mesa del escritorio al lado de la cama, y aquel armario blanco que no reconoció, sus ojos se abrieron del todo. La puerta estaba entrecerrada y tan solo se colaba una franja de luz del pasillo y alguna voz a lo lejos, seguramente en el piso de abajo. Yolei no estaba y su cama estaba deshecha.
Se puso en pie y se acercó al escritorio: estaba limpio, con apenas una pila de cuadernos que seguramente pertenecerían a Yung, y una pequeña cajita aterciopelada, de un color burdeos pero que se acercaba mucho al negro. No se atrevió a abrir ninguno de los cajones ni a leer ninguno de los cuadernos, así que se acercó a la pequeña ventana que había al lado del armario y asomó la vista por entre los huecos diminutos que dejaba ver la persiana. El manto de vegetación que los acompañó durante el camino de la noche anterior se extendía hasta donde su vista en ese momento no podía alcanzar, y por un momento creyó ver algo resplandeciendo entre las matas de plantas verdes. Era la primera vez que visitaba una isla tan pequeña, y aunque había estado toda su vida rodeada de mar y viajando entre dimensiones imposibles, por una vez sentía que se encontraba en algún lugar parecido al fin del mundo.
Salió de la habitación sin pensarlo más y bajó las escaleras. Un olor suave y agradable le llegó desde la cocina, acompañado por la voz chillona y entusiasmada de Yolei entre risas.
–¡Es la verdad! –Reía su amiga– Gracias, señor Hoshishima.
Cuando Kari entró en la cocina, el padre de Yung estaba colocando un plato de comida enfrente de Yolei, y Davis estaba engullendo un pedazo de crepe. Todos se encontraban apretujados alrededor de una mesa redonda de madera lacada.
–¡Kari! Siéntate aquí.
La chica no dudó en obedecer a Inoue, que le había hecho un hueco entre ella y Davis.
–Buenos días, Kari –Satoru le sonrió mientras derramaba un poco de masa en la sartén–. ¿Te apetecen crepes?
–Sí, por favor. Huele muy bien.
–El señor Hoshishima está haciendo la receta de la señora Takaishi –le explicó su amiga con un pedazo de crepe en la boca– y está todo muy rico.
–La receta es de mi abuelo. Hace buenas crepes –sonrió TK.
–Ojalá yo tuviera un abuelo francés –añadió Yolei haciendo un puchero con los labios.
–Yung, hijo, ¿qué te parece si después de desayunar los llevas a ver el pueblo y la playa?
–¿La playa?
–Davis, te vas a atragantar.
–Ya te gustaría, Yolei. ¿Podemos ir a la playa? –Insistió.
Una hora más tarde, después de desayunar y de prepararse unos obentō con algo de comida, los chicos estaban saliendo de la casa de los Hoshishima. La temperatura en Rebun debía oscilar cerca de los 25º C, y Kari sonrió ante la calidez del sol descubierto y que todavía no estaba en su mayor potencia. Bajo un cielo limpio y de un color azul que pocas veces en sus vidas habían visto con tanta intensidad, recorrieron las calles despejadas de la isla que parecía casi en completo silencio, salvo por el sonido rechinante de las cigarras y el débil sonido del mar a lo lejos. Atravesaron una calle recta, rodeada únicamente de algunas casas que eran terreras y no parecían tener más de dos pisos; coches aparcados y zonas verdes que servían como paredes para esconder alguna otra casa al otro lado. No se toparon con ninguna persona, salvo cuando llegaron a una calle abierta con una zona destinada al aparcamiento de vehículos, en la que pudieron ver una tienda de ultramarinos que había a menos de doscientos metros de la casa de Yung y que, para su sorpresa, tenía tres pisos y no dos. Una mujer de edad avanzada se detuvo frente a una máquina expendedora de bebidas frías a observarlos, a lo que Yung tan solo respondió con un saludo cordial.
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Takari: A pesar de ti
FanficAño 2008. Han pasado algunos meses desde que TK se marchó a Yamagata y, desde entonces, las cosas entre Kari y él no han hecho más que empeorar. Kari ha estado intentando que su relación no fuera a peor, pero TK no le ha puesto las cosas fáciles y e...