Kari se tumbó bocabajo en su cama tras la cena que su hermano le había preparado. La fiebre le había subido unas pocas décimas, pero nada que le hiciera sentir especialmente enferma. Escuchó cómo Tai recogía las cosas de la cena mientras su madre le daba a elegir entre dos de sus platos para hacer durante los próximos días y él se negaba a que preparase nada.
Su habitación a oscuras se veía iluminada tan solo por las luces provenientes de la calle y por la franja de luz que rodeaba la puerta que la dividía del salón. Sin ganas, siquiera, de darse un baño o de ponerse el pijama, cerró los ojos sobre la colcha que cubría su cama y se quedó estática durante un tiempo que no supo determinar.
La vibración de su móvil sobre su cama la despertó algunos minutos más tarde. Cansada, agarró el aparato y miró la pantalla que no había mirado desde el día anterior: cuatro llamadas perdidas de Yolei y ocho mensajes de texto que prefirió no mirar. Le quitó el modo vibración a su móvil y lo dejó en su mesilla de noche antes de volver a cerrar los ojos. Una repentina sensación de culpabilidad vino hasta ella de golpe, y sus ojos se abrieron ante el recuerdo de lo que había ocurrido ese día: la llegada de TK al instituto, su intento por hablar con ella y las crudas e inconscientes palabras de sus compañeros de clase, que poco sabían acerca de lo que había ocurrido en realidad. ¿Quiénes son ellos para juzgarme?, se atrevió a pensar. Pasara lo que pasara, Yung tenía razón: su vida no era de la incumbencia de nadie, y ellos no tenían ningún derecho de opinar al respecto.
El momento con TK en la biblioteca vino hasta ella, y su corazón comenzó a latir con intensidad con tan solo pensar en sus ojos azules llenos de remordimientos y de algo más que Kari, por muchas vueltas que le daba, no conseguía averiguar. Se llevó una mano a la cabeza y la notó todavía caliente, quizás más que hacía unos minutos. Más exhausta de lo que le gustaba admitir, dejó que su brazo descansara sobre sus ojos cerrados y que estos se humedecieran hasta que su conciencia, una vez más, se perdió entre los brazos de Morfeo.
Casi una hora más tarde, el colchón se hundió tras ella y la despertó. Al girarse, su hermano la miraba con gesto serio y el termómetro en la mano. La lamparita de la mesita de noche estaba encendida y la puerta de su habitación estaba entreabierta. Kari se frotó los ojos y se incorporó para sentarse.
–¿Qué pasa? –Le preguntó.
Tai le tendió el termómetro y ella se lo colocó bajo el brazo.
–El baño está listo –le respondió poniéndole una mano sobre la frente–. ¿Cómo te encuentras?
–Mejor. Creo que solo necesito dormir.
–Matt me dijo que TK volvió.
Tai esperó la reacción de su hermana, pero esta tan solo supo colocarse el pelo detrás de su oreja y notar su boca seca. La observó en silencio cuando el termómetro pitó y ella se lo quitó de debajo del brazo para devolvérselo.
–Ya no tengo fiebre –le dijo.
–Kari.
–Sí –Kari se acercó al borde de la cama–. Hoy vino a clase.
–Y ¿qué tal?
Su hermana pequeña lo miró con las manos sobre su regazo y el uniforme del instituto mal colocado. Y entonces no pudo evitar preguntarse qué era aquello que había cambiado en el pequeño TK, que tantas veces le había asegurado que estaría con Kari siempre que pudiera ayudarla. Ella se encogió de hombros.
–No lo sé –confesó–. Pero... –dudó, esta vez mirando su mochila sobre la silla de su escritorio– No quiero prestarle mucha atención a eso. Él sabrá.
El silencio regresó a su habitación durante algunos minutos en los que Tai no supo qué decir. Kari se levantó de la cama y cogió su pijama para dirigirse a la puerta.
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Takari: A pesar de ti
FanficAño 2008. Han pasado algunos meses desde que TK se marchó a Yamagata y, desde entonces, las cosas entre Kari y él no han hecho más que empeorar. Kari ha estado intentando que su relación no fuera a peor, pero TK no le ha puesto las cosas fáciles y e...