Abril | Takeru Takaishi

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Kari se tumbó sobre su cama y se llevó una mano al pecho: su corazón todavía bombeaba con fuerza tras haber visto a TK en mitad de la calle, pero ahora no podía evitar preguntarse si lo que había visto había sido real. ¿Era TK? ¿Estaba segura? No podía jurar que su mente no le hubiera jugado una mala pasada, pero tampoco que lo estuviera haciendo en ese momento.

Aunque le costase aceptarlo, en el fondo, sabía perfectamente que lo que había visto era tan real como que su corazón amenazaba con salírsele del pecho en ese preciso instante. Y eso le asustaba de una manera terrible.

Su móvil la sobresaltó en ese momento y, en un movimiento rápido, lo agarró y respondió sin mirar la pantalla.

–¿Sí?

–¿Te pillo en mal momento?

La voz de Yung la trajo de vuelta a la realidad.

–N-no. No, no –sacudió la cabeza y se incorporó en su cama–. Perdona. Dime.

–¿Todo bien?

Los labios de Kari se entreabrieron, y tuvo que cerrarlos de nuevo para tragar saliva con dificultad. Pensando en mil maneras de decirle a Yung a quién había visto, se mordió el labio inferior y se llevó una mano a la cara.

–Sí –le dijo, pero no sonó en absoluto convencida.

–¿Segura?

Kari sabía que mentirle a Yung era una pérdida de tiempo; para lo único para lo que servía era para alargar más el momento de decírselo. Pero su única intención al mentirle no era otra que encontrar las palabras o el momento para contárselo porque, ¿cómo decirle a Yung que se había topado con TK en mitad de la calle? Era como si el chico, tras esos meses aislado de ella, se hubiera convertido en un fantasma y hubiera decidido aparecer cuando ella menos lo necesitaba.

–¿Kari? ¿Estás bien?

–Sí –agachó la cabeza con su mano en la frente–. Lo siento. Estoy bien, es solo que... no sé. Mañana necesito hablar contigo.

–Claro –Kari notó en la voz de Yung cómo intentaba contenerse para no seguir preguntándole–. ¿Necesitas algo?

–No –repitió–. No te preocupes.

Yung tardó en responder al otro lado de la línea.

–Ya encontré la canción para el baile –cambió de tema.

–¿Sí? ¿Cuál vas a hacer? –Kari se esforzó por parecer interesada, pero lo cierto era que, una vez más, TK había conseguido acaparar su atención. Cansada de esa sensación, se levantó de la cama y caminó por la habitación para prestarle toda la atención posible al chico que le hablaba a través del teléfono.

Al día siguiente, Kari acudió a clase con normalidad y se encontró con Yung como ya era costumbre. Entraron en el instituto y se detuvieron en las taquillas durante un momento, en lo que Kari cambiaba unas cosas de su mochila a su casillero. Yung apoyó un brazo sobre las taquillas contiguas y la miró en silencio. Cuando ella terminó, se percató por fin de su mirada.

–¿Qué pasa? –Le preguntó el chico.

Kari mantuvo el silencio durante algunos segundos más, con sus ojos ámbar clavados en la mirada de Yung y la angustia en el pecho que le había acompañado desde la tarde anterior. En total, era probable que no hubiera logrado dormir más de cuatro horas en toda la noche y sus ojos cansados la delataban.

–Es que... –comenzó, pero no supo cómo continuar.

–Pareces cansada –le ayudó él–. ¿Dormiste bien anoche?

Takari: A pesar de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora