Abril | Como si fuese magia

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Los chicos salieron con las cestas de picnic y las mantas para sentarse en el suelo del parque. Al final, Tai, Matt, Sora, Davis, Yolei y Ken se habían puesto sus respectivos kimonos. Izzy había comentado lo poco práctico que le parecía tener que ponérselo en cualquier situación a lo largo de su vida y solamente llevaba unos pantalones oscuros y una corbata a juego sobre la camisa blanca. Kari había decidido no ponerse el kimono al final, y TK llevaba la misma ropa con la que había llegado a Matsumoto: unos pantalones vaqueros y una camiseta de color celeste.

Juntos se acercaron al parque y recorrieron el lugar entre conversaciones, risas y fotos. Los cerezos en flor lo teñían todo de rosa y blanco, aportándole un toque al lugar que a Kari parecía llenarle el pecho. Ver a Yolei divertirse tras su cámara, posar y reírse junto a Ken a través de su lente la llenó de una sensación embriagadora y agradable, muy similar a la felicidad más despreocupada. Joe y Setsuko se encontraron con ellos poco después de que salieran, con sus respectivos kimonos y sus cestas de picnic.

–Setsuko, dime que has traído tus onigiris –Tai se acercó hasta ellos con un ojo puesto en su cesta.

Joe se metió entre su novia y su amigo para apartarlos.

–Aléjate de mis onigiris –le advirtió con un dedo levantado.

–¡Venga, Joe! No seas egoísta. Los onigiris de Setsuko son los mejores.

–Por eso mismo: aléjate.

Los demás se rieron a carcajadas ante la actitud de Joe, y Sora se aferró al brazo de Setsuko por el otro lado.

–A mí sí me vas a dar, ¿verdad? –Murmuró.

–Por supuesto –asintió sin dudar.

Las quejas de Tai volvieron a provocar carcajadas en el grupo y más comentarios al respecto, y Kari no pudo evitar fotografiar una y otra vez a sus amigos en busca de alguna foto que valiera la pena colocar en su habitación. Más de una vez detuvieron a Sora para hacerle comentarios acerca de lo bonito que era su kimono, o para preguntarle dónde lo había comprado y ella, orgullosa aunque tímida, respondía con las mejillas sonrosadas y una sonrisa en los labios.

Cuando encontraron un lugar en el que sentarse, extendieron las mantas sobre el césped, justo debajo de un árbol cargado de cerezos en flor, y colocaron encima las cosas que llevaban en las cestas. La comida transcurrió principalmente entre bromas y risas, y de vez en cuando algunos se levantaban para pedir ser fotografiados por Kari y su cámara. Yolei le arrancó la cámara de las manos e incordió con ella a Davis mientras Ken le apremiaba para que parase y no armase tanto escándalo, pero las risas del resto del grupo tan solo provocaban que tanto ella como Davis continuaran con su particular espectáculo. Entre tanta risa, a Kari le llamó la atención la mirada apagada y la sonrisa forzada de un chico que observaba la escena desde el suelo y sin ninguna energía aparente. No pudo evitar ignorar a Yolei y a Davis para quedarse mirando su expresión agotada y sus ojos perdidos, que no le transmitían nada más que una ausencia constante de su mente. Se preguntó qué le estaría pasando por la cabeza en ese preciso instante y, por qué negarlo, se vio tentada a aceptar la propuesta de Sora de preguntarle a Matt. En su lugar, llevó su mirada hasta Joe un segundo antes de que TK fuera consciente de que lo estaba mirando.

–Oye, Matt, cántanos algo.

El mayor de los rubios alzó la ceja derecha ante la propuesta de Tai.

–¿Estás borracho? –Le preguntó.

–Ojalá –bromeó–. Eres un aguafiestas; si Mimi estuviera aquí ya estaríamos todos bailando –rio, y varias exclamaciones en el grupo confirmaron lo cierto de sus palabras.

Takari: A pesar de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora