Carta 22

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28/Abril/2014

Carta a mi caballero sin armadura. 

Que trata de la condición y ejercicio de la famosa Camille de La Lejanía. 

En un lugar de la región de La Lejanía, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía una dama de las pluma en mano, papel en la otra y gato en piernas. Una olla de algo, más verdura que carne, sopa por las noches, quehaceres y tareas los sábados, pescado los viernes, y algún paste de añadidura los domingos, consumían tres partes de su hacienda. El resto concluían pantalones en vez de vestido, tenis cada día y tacones apara algunas fiestas, con pantuflas para los domingos, y los días entre semana se honraba con una vestimenta de acuerdo al clima. Tenía en casa a su padre y madre con no más de cuarenta ninguno de los dos, una hermana que no llegaba a los quince y un pequeño caballero de menos de diez. Frisaba la edad de nuestra dama con los dieciséis años(por aquel entonces, pues en este momento ya tiene 18): era de complexión media, estatura escasa, pero gran madrugadora más por necesidad que por gusto y amiga de las letras. Es, pues, de saber que esta dama, los ratos que estaba ociosa (que eran los más del año) y las noches frías, se daba a leer libros de fantasía con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la memoria, necesaria para los estudios, y aún la administración de los pocos bienes que le pertenecían; llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que decidió ponerse a trabajar para seguir comprando libros en que leer, y así llevó a su casa todos cuantos pudo cargar; y en todos encontraba la perfección, pero los dueños de sus desvelos eran las sagas de Harry Potter y Hush Hush (y después se fueron añadiendo mas, haciendo asi a nuestra dama perder la cordura por completo), por que la manera en que desataban la imaginación eran únicas en su tipo, se le oía suspirar al leer entre las líneas frases como: "Los humanos son vulnerables porque son capaces de ser heridos" y por supuesto su favorita de entre todas "Solo hay una cosa que ya se con certeza. Que haría cualquier cosa por ti, incluso si eso significa ir en contra de mis instintos o de mi propia naturaleza. Dejaría todas las cosas que poseo, hasta mi alma por ti. Si eso no es amor, es lo mejor que tengo" Con estas ideas perdía nuestra joven dama el juicio y desvelábase por entenderlas y encontrarles sentido. No estaba muy bien con la muerte de Scott, porque a pesar de presentarse como un hombre de baja moral, al final nada le quitaba el mérito de haber dejado su vida con tal de proteger a su amiga. Pero con todo, alababa al autor aquella forma de transmitir los sentimientos de los personajes y la forma en que desesperaba a la joven la manera en que reaccionaban los mismos. En resolución, ella se enfrasco tanto en su lectura, que se la pasaba las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así de poco dormir y mucho leer se acabó la vida y vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas cuerpo a cuerpo, duelos de magia, hechizos, pociones dragones, mentiras, heridas, amores y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para ella no había otra historia más cierta en el mundo. Decía ella que Ronald Weasley había sido buen compañero, pero que no tenía que ver con Scott Parnell cuyo sacrificio nadie olvidaría, Mejor estaba con el niño que vivió, Harry Potter, el elegido de entre tantos para terminar con el reinado de terror del Señor Tenebroso, pero cuando llegaba a hablar de Dante Matterazzi, el traidor más grande en toda la historia de la creación se ponía muy mal, ni que decir de Rixon, aquel caído que por ser humano traicionó al que era casi su hermano, y peor aún sometió a tan cruel vida a Barnabas, pero Barnabas no tenia perdón por esconder a su legitima heredera, además de poner en contra de ella a su otra hija, también llevar con engaños a Nora para comandar un ejército, quería que derramaran sangre seres que no tenían la culpa de su condición. Pero el que se llevaba gran parte de la simpatía de la joven, era un profesor llamado Severus Snape, quien tomo decisiones equivocadas, pero por salvar al amor de su vida, traiciono a su amo, pero no fue suficiente, ella murió dejando a un niño, pero ese niño tenía los ojos de ella, entonces por amor a los ojos de Lily, Snape protegió hasta donde la fuerza humana fue capaz de llegar a aquel pequeño. Ella de buena gana habría dejado la casa de su padre, con tal de poder ayudar a derrotar al Señor Tenebroso o a La mano negra. En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convencible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de la sociedad, irse por todo el mundo buscar a los hombres de sus libros, con papel y pluma para anotar sus averiguaciones, escondiéndose en los bosques esperando a los Nephilim para verlos entrenar, o a un dragón, viajando de noche en carretera rumbo a Delphic, o en tren para llegar a Hogsmade. Imaginábase la pobre, recibiendo fama y fortuna por sus hallazgos; y así, con estos tan agradables pensamientos, llevada del extraño gusto que ellos sentía, se dio prisa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo fue buscar todo lo necesario para sobrevivir al aire libre, busco la casa de acampar que perteneció al abuelo, la bolsa de dormir de un tío lejano, y una mochila donde llevar todo, al cabo de unos días lo encontró todo listo, pero la casa tenía un par de rasgaduras, gracias a que no se usaba como tal, sino que los hermanos menores a veces la usaban de tiro al blanco; ella tan hábil en la costura, tomo aguja e hilo y se puso a lo suyo, al cabo de dos días quedo remendada, pero al tirar de ella, esta se atoro en la pata de una silla y se hizo un hoyo del tamaño de un brazo, echando así todo su trabajo por tierra. Por fin estuvo lista varios días después, lleno la mochila con ropa para todos los climas y un par de tenis más. Fue luego donde su minino, en realidad era una hembra, igual de necia que la dueña, cabe decir. Y aunque era delgada, de pelo corto pero con gran agilidad, sabía que no había ningún descubridor que no viajara con un fiel compañero y a falta de perro o caballo, el indefenso animal resulto elegido. Paso algunos días en buscarle un nombre pues no era razón que la fiel compañera de tan famosa dama, y tan buena ella por si, estuviese sin nombre conocido; y así, procuraba acomodarse de manera, que declarase quién había sido antes esa intrépida aventurera, y lo que era entonces; pues estaba muy puesta en razón, mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y lo cobrase famoso y de estruendo, como convenía a su nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba; y así, después de muchos nombres que formo, borro y quito, añadió, deshizo y torno a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Donatella, su nombre que a su parecer era de elegancia, hermosura y fácil de recordar, era la perfección. Puesto nombre, y tan a su gusto, a su gata, quiso ponérsele a sí misma y en este pensamiento duró otra semana, y al cabo se vino a llamar, del mismo modo que se le bautizo; pero acordándose del valiente Godric, no sólo se había contentado con llamarse Godric a secas, sino que añadió el nombre de su pueblo natal, por hacerla famosa, y se llamó Godric Gryffindor, así quiso como buena aventurera, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse Camille de La lejanía, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre. Listo pues su equipaje, puesto nombre a su acompañante y confirmándose a sí misma, se dio a entender que no faltaba otra cosa sino buscar un joven de quien enamorarse, porque dama sin amor, es galleta sin leche, una papa sin cátsup y cuerpo sin alma. Decía ella así "Si algún día llegara a conocer a los caídos y alguno de ellos quisiera dejar sus alas por mí, o algún hechicero de corazón puro, podría decir: Lo lamento caballero, pero esta dama tiene quién la espera en su tierra, un joven valeroso, que no me ha seguido por crear un patrimonio, para a mi regreso poder pedir mi mano." ¡Oh, como se holgó nuestra joven enamorada cuando termino este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su caballero! Y fue, a lo que se cuenta, que en un lugar cerca del suyo había un joven trabajador de buen parecer, de quien ella un tiempo estuviera enamorada, pero por alguna razón jamás hablo con él. Llamábase Eduardo Reyes, y a este le pareció ser bien darle título de noble, y dueño de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo que tirase y se encaminase al de rey, el joven, la mujer vino a llamarle Bruno De Castilla, porque era natural de Castilla: nombre, que a su parecer músico y peregrino, y significativo, como todos los demás que a ella y a sus cosas había puesto.


Cartas para ti sin enviar. (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora