Alas de la Libertad

Capítulo XXVI

Eren entrenaba a su titán en un acantilado cercano.

En los anteriores días, Sofia había evitado al escuadrón con todas sus fuerzas, siendo incapaz de establecer conversaciones con ellos. Solo Armin parecía comprender su antipatía, aunque Eren solía sentarse a su lado y solo sostener su mano durante horas, especialmente cuando Hange le contó que el equipo con el que Sofia había escapado era el equipo de Mike.

La culpa no hizo más que acrecentarse a partir de ese momento. Todo el asco y desprecio que antes se enfocaba en Zeke, ahora se desparramaba en Sofia.

Levi, por su parte, no se acercó a ella, aunque sí que la observaba casi todo el tiempo. Su única orden, pues técnicamente Sofia ahora era parte de su escuadrón, fue que entrenara en el uso del equipo de maniobras.

Así que mientras todos rodeaban a un debilitado Eren, Sofia se balanceaba entre los árboles.

— ¡Capitana Hange! —la voz de Mikasa hizo que Sofia se acercara a su escuadrón—. ¿Dónde está su humanidad?

Sin pensarlo, y con una velocidad impresionante, Sofia se lanzó del acantilado, enganchándose justo a tiempo para ayudar a Hange a sostener a Eren, que tenía el rostro totalmente destrozado.

Debemos proteger a Eren —había ordenado Erwin.

— No deberían forzarlo tanto —dijo Sofia mientras apartaba a Hange para poder sostener a Eren—. No todos los cambiantes tienen las mismas habilidades. Si no lo ha logrado aún, Eren no podrá endurecerse intentándolo de esta forma.

— ¿De esta forma? —preguntó Hange, sinceramente interesada.

¿Había otra forma? Sofia estaba segura de que si, aunque no sabría explicarlo por qué. Era tan inútil que ni siquiera podría ayudarles con eso.

Aunque esta vez, trataría.

— No estoy segura —respondió Sofia mientras Mikasa le ayudaba a subir a Eren a la carroza en el que se trasladaban él, Hange e Historia—. Necesito ordenar las cosas en mi cabeza.

Eren estuvo inconsciente durante un par de días en los que Sofia no se separó de su lado, viendo como sanaba lentamente.

La regeneración no es infinita, depende mucho de la resistencia del usuario —Zeke le había dicho en una de sus conversaciones—. Un titán puede morir de agotamiento.

— Si siguen estos experimentos —susurró Sofia mientras tocaba ligeramente la mejilla de Eren—, lo van a matar.

Hange, Levi, Mikasa e Historia se hallaban en la habitación y las mujeres soltaron un resoplido al escuchar a Sofia.

— No tenemos...

— ¿Otra opción? —la voz de Sofia derramaba veneno, aunque esa no era su intención —. ¿Qué te parece no matarlo, Hange? Si lo perdemos... ni siquiera los Muros podrán protegernos. Bien podríamos simplemente lanzarnos a las fauces de un titán.

— Sof...

— Él dijo que cada cambiante tenía su propia habilidad —ya no podía ni siquiera pronunciar el nombre de Zeke en voz alta sin derrumbarse—. El titán de Eren no tiene la habilidad de endurecerse, aunque...

El titán femenino puede asimilar las habilidades de los demás con mayor facilidad —otra vez la voz de Zeke invadió su mente, pero junto a ella, una serie de recuerdos que Sofia prefería olvidar.

A medida que su respiración se descontrolaba y su mirada se hacía borrosa, Sofia se alejó de la cama de Eren y se sentó en el suelo abrazando sus rodillas. Cada día era peor.