Capítulo I

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La primera vez que Levi y Sofia Brown se vieron fue cuando ella era una novata en la Legión de Exploración y tenía 15 años, en la Ciudad Subterránea.

Fue en su primera semana libre antes de ir a su primera expedición, fuera de lo común entre los novatos, pero el capitán de su escuadrón, Erwin Smith, le había ordenado investigar un poco sobre cierto empresario que quería cortarle el suministro de dinero a la Legión, y que este vivía en Sina. No sabía por qué, pero su capitán confiaba lo suficiente en ella para aquello.

Aun así, ella no iba a sacrificar su primera semana libre para alimentar la paranoia de su Capitán, por lo que aprovecho su tiempo para ir a casa... que era en sentido contrario a su misión.

Shinganshina tenía ese aspecto que vacilaba entre lo pacífico y lo caótico que siempre había tenido. Vivir en la Muralla María era, como decían en las otras murallas, para "gente humilde". Vivir en el distrito sur de la Muralla María se consideraba el segundo peor lugar para vivir por la alta actividad Titan, justo después del subterráneo, por lo que Sofia siempre se preguntaba por qué un doctor reconocido como lo era el doctor Jaeger escogiera vivir en aquel lugar.

Grisha Jaeger salvo la vida de Sofia cuando una terrible epidemia se desato en la ciudad, además de que la madre de la entonces niña era compañera de trabajo y gran amiga de Carla, la que se convertiría en la esposa del doctor, por lo que sus familias eran cercanas. Sofia les debía una visita pues Grisha la había visitado una vez cuando uno de sus instructores se enfermó en el campo de entrenamiento de Frost, aunque pospuso aquella visita lo más posible.

Paso un par de días en la casa de su infancia antes de aparecer en la casa de los Jaeger y pasar casi todo un día con el pequeño Eren mientras Carla, quien la había regañado por no ir inmediatamente con ellos, le preparaba comida para el camino y Grisha alistaba una gran bolsa con medicamentos en aquel sótano que no dejaba a nadie ir.

          - Hice demasiados esta vez –le explico el doctor a Sofia mientras esta luchaba con Eren en el suelo–. Temo que se pondrán malos si no los uso. ¿Podrías llevarlos contigo? Escuche que hay una gran necesidad de medicamentos en la Ciudad Subterránea y como ahora te diriges a Sina...

No podría negarse a nada que aquel hombre le pidiera. Se lo debía. Todos en Shinganshina le debían algo a Grisha Jaeger.

Y así llego a la Ciudad Subterránea, con una capa cubriendo su uniforme, que llevo de todos modos pues los soldados no pagaban el peaje de las escaleras, que le hubiera costado más que el sueldo de tres años de trabajo, y una bolsa que parecía pesar más que ella, aunque el peso de la bolsa no era nada comparado con el peso del equipo de maniobras.

Atravesar aquellas calles destrozadas, observada desde las sombras y sintiendo la desconfianza de la gente en su piel, Sofia termino perdida, a pesar de que su sentido de orientación era bastante bueno gracias a Erwin. Además, sabía perfectamente que no había médicos en aquel lugar ni nada parecido a un hospital, así que no solo estaba perdida, no sabía qué hacer.

Erwin me matara –pensaba mientras comenzaba a sentir algo de nervios–. Venir sin un plan. Estará decepcionado.

Aún no había ido a ninguna expedición, pero el entrenamiento que Erwin y otro miembro de su escuadrón, Mike Zachairus, le dieron era tan intenso que Sofia pensó que nada ahí afuera podría realmente sorprenderla. Al parecer no estaba tan preparada como creía.

Una voz dulce y rasposa interrumpió sus pensamientos, pues ya había comenzado a imaginar el regaño, y el castigo, de su capitán. Ubico la voz un poco más allá al ver a un hombre sentado en el suelo. Sin nada que perder, Sofia se acercó al hombre que al verla extendió sus manos.

Alas de la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora