Desviado

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Los ojos de Miguel fueron vendados de inmediato.
Escuchó con horror cómo los pasos se acercaban a él.
<<No digas nada, Miguel, si dices algo te matarán como a la chica>>, se decía a sí mismo. Sintió el chasquido de una llave y las cadenas deslizarse en el suelo.
Luego fue halado por el cuello y arrastrado algunos metros. El piso se sentía húmedo y frío...
¿Era agua, era sangre? No podía saberlo con sus ojos vendados.
Sintió un empujón y se sorprendió al saberse mojado de pies a cabeza de golpe por un chorro que se dirigía a él de forma horizontal. El impulso del agua era tan fuerte que la piel le ardía. Sólo arrugaba la cara, pues sabía que si se resistía, no sobreviviría. Pensó en su vida hasta antes de estar en ese lugar... No era una grandiosa, no era nada ostentosa, pero al menos, era dueño de su cuerpo, de sus pasos. Tenía libertad.
Una vida que había infravalorado hasta ese momento.
Quería salir de aquél lugar a toda costa.
El agua se detuvo en dos minutos. La cadena lo impulsó hacia arriba. Se irguió.
Sintió algunos tocamientos con lo que parecían ser toallas absorbiendo el agua de su piel.
Acto seguido sintió su cara inmovilizada por manos enguantadas... Sus labios estaban siendo pintados.

—Bien, estás listo para el trabajo. Si lo haces bien, te daremos comida —una voz femenina dijo— y después fue arrastrado a través de la cadena en su cuello unos pocos metros más. El piso en esa zona no se sentía húmedo y a medida que caminaba podía percibir el incremento de la claridad del ambiente.
Sintió el crujir de las cadenas, tal cual lo escuchó al momento en el cual lo encadenaron al pilar de aquél salón terrorífico.

—Solo debes obedecer —dijo la mujer. Miguel tocó una estructura fría y metálica a la cual estaba encadenado.

<<¿Será una cabecera?>>.

La puerta sonó.

<<Parece que estoy solo>>.

Miguel siguió tocando la estructura y efectivamente, pudo sentir a su lado, si estiraba mucho la mano, la suavidad de un colchón. Luego se intentó tocar a sí mismo pero no pudo. En ese momento se dió cuenta de que sus manos estaban esposadas al extremo de la cadena, la cual estaba alrededor de la estructura metálica y asegurada por un candado. El joven Miguel se valía de sus otros sentidos para saber dónde estaba. Intentó acercarse al extremo de la cadena, hacia la estructura, pero una especie de traba larga parecía detenerlo. Y sí... era un tubo del cual no se había percatado... un tubo rígido y recto que unía el collar metálico de su cuello a las esposas en sus muñecas. No podía acercar las manos a su cuerpo. No podía moverse ni más lejos, ni más cerca. Después de un rato, dejó de moverse en definitiva y se quedó echado en el piso, con la cabeza colgando a un lado. La irguió al escuchar la puerta. Se abrió y se cerró... luego, oyó unos pasos que se acercaban a él con rapidez.
Sintió un forcejeo, un movimiento en la cadena.
Escuchó un llanto apesadumbrado.
El crujir... las cadenas habían Sido soltadas de la estructura.
Ahora el cuello. El tubo fue separado, de ambos extremos. Sintió un halón y fue arrastrado hacia un sitio oscuro.

—No vayas a hacer ruido —musitó una voz suave, femenina.

Otro portazo.

Con las manos se buscó la cara y se quitó la venda. Estaba en un sitio donde apenas cabía su cuerpo. Había una puerta con manivela delante de él, la cual estaba bloqueada. No podía ver nada, debido a la oscuridad.
Escuchó un ruido.
Eran dos voces.

—¿Dónde está? —exclamó una voz masculina.

—Mil disculpas señor, ya mismo solucionamos. Estaba aquí, pero... —dijo una voz femenina.

—Viajé desde muy lejos y pagué una millonada en exacervos. Me dijeron que estaría aquí listo sólo para mí —exclamó el hombre, quién se escuchaba muy iracundo.

—Cuánto lo siento, señor. Por favor, déjeme solucionarlo. Quizás, le apetezca otro joven... —propuso ella.

—¡Yo pagué por Miguel! No quiero a otro —exigió aquél hombre. Miguel pudo entender la situación... a medias. Alguien quería esconderlo. ¿Pero quién?
¿Por qué?
¿Quién era el hombre que ahora pedía verlo?
Muchas preguntas en su mente, la cual ya estaba bastante perturbada... decidió quedarse callado para no ser descubierto.
La puerta se escuchó de nuevo.
¿Se quedó solo otra vez?

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