Volvió en sí. Sus ojos seguían vendados.
Todo era negro.
Tocó alrededor con las partes de su cuerpo que podían moverse. Este lugar se le hacía familiar... ya no estaba atado al pilar. Ahora se encontraba en el sitio más pequeño, en el cual apenas y cabía su cuerpo.
Respiraba y era como si el aire no existiera y estuviese en un sitio sellado al vacío. Pensó que así se debía sentir ser sardina en una lata.
Gritó.
El grito le costó el aliento. Intentó emitir un nuevo sonido pero éste se quedaba atrapado en su garganta, que palpitaba mientras sus pulmones agitados buscaban oxígeno.
<<Voy a morir>>.
Entonces escuchó unos gemidos masculinos y sintió que alguien lo tocaba.
Abrió la boca para gritar y los sonidos no salieron.
El tacto iba subiendo lentamente por su abdomen mientras Miguel parecía contar en su mente las veces que respiraba para no quedarse irremediablemente sin aliento. Sentía la imperiosa necesidad de ver lo que sucedía y averiguar quién era la persona que lo tocaba. Su corazón en su pecho latía fuerte contra la mano que seguía escalando hasta su garganta.
Otro grito. <<¿Fue el mío, o fue el de alguien más?>>.
La presión comenzaba a hacerse pesada alrededor de su garganta, mientras sus piernas luchaban sin pausa para librarse de aquél ser que le ahorcaba y al estar con la mirada bloqueada, era fraguado en su mente como un demonio de color negro, de ojos rojos y sonrisa ensangrentada que le susurraba al oído:
—¿Quieres ver a Luz?
<<¿Así se sentirá la muerte?>>.
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Pueblo Baldío
DiversosEra Miguel un joven solitario, frío e inexpresivo que gozaba de un encanto que hacía a hombres y mujeres derretirse sólo con mirar sus enormes ojos color azul cielo. Hasta su andar parecía digno de admirar. Era todo un galán aunque sólo contaba con...