Manejo Sistemático

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Mena casi podía tocar el sufrimiento de Miguel al observarlo retorcerse en la cama de un lado al otro y algo se empezó a mover también dentro de ella... Se sentía muy parecido al dolor, uno que estrujaba su pecho y le hacía estremecer. Ella tragó grueso mientras su mente se inclinaba hacia la decisión de su vida. Una brusca, torcida y que no necesariamente le gustaba... Al menos no al principio. Entonces salió de la habitación.
Miguel escuchó la puerta y de inmediato fue invadido por un sentimiento de desesperación y ansiedad terribles. Giraba de un lado al otro en la cama, se levantaba, caminaba y se volvía a echar a la cama. Su corazón palpitaba tan fuerte que casi no podía escuchar más nada.
<<Me abandonó, Mena me dejó solo>> se repetía.
<<Lo único que te debe interesar es que yo no te abandone. Las demás personas pueden entrar y salir de tu vida y eso no te debe importar>> (Madame La Rouch)
<<No te olvides de que estoy aquí. Sólo debes encontrarme>> (Deidad)
-¿Sigues ahí? No te escuchaba desde que estaba en aquél lugar terrible- le contestó Miguel a la voz angelical que una vez le dio esperanzas.
<<Siempre he estado aquí>> (Deidad)
-Dime tu nombre-
<<Yo soy>>(Deidad)
-No entiendo. ¡Por favor ayúdame, ser; ayúdame a salir de aquí, muéstrame el camino!- Suplicó entre lágrimas. 
<<La respuesta a todos tus problemas está en ti>> (Deidad)
Miguel lloró apoyando sus manos en sus rodillas e inclinado ligeramente hacia delante. <<Pero yo no sé qué hacer. Ni siquiera sé si irme en caso de tener la oportunidad, sea lo correcto>> cavilaba. -Mena, por favor aparece...-susurraba. <<No te rindas, Miguel. Eres fuerte>> (Deidad)

-Siento que este dolor es más grande que yo. Mi cuerpo no puede soportarlo. Me duele cada parte de mi ser, en lo físico y en lo emocional. A mí nadie nunca me había hecho sentir tan mal como esa mujer. ¡Es que me pegó demasiado! Y todo dolía y ella sólo seguía y seguía. Esa mujer es un monstruo-

<<Resiste, Miguel>> (Deidad)

Miguel caminaba de un lado al otro, respirando profundo para intentar sosegarse mientras su línea de pensamientos lo llevaban al siguiente paso, el cual era llamar a Peny para que le trajera algún analgésico, en vista de que Mena lo abandonó. Se sentó en la cama resoplando mientras los nudos seguían atorando su garganta y los rayos latentes de mensajes dolorosos continuaban comunicando su sistema nervioso. Realmente le dolía cada parte de su ser.

Tomó su glut y llamó a Peny. -Por favor, ¿puedes traerme analgésicos?-

Peny respondió afirmativamente y luego de cinco largos minutos según la percepción de Miguel, estaba tocándole la puerta. Él abrió la puerta luciendo terrible y Peny lo notó aunque hizo todo lo posible por ocultar su reacción de manera diplomática.

-Gracias-

-¿Necesita algo más, señor?-

-De hecho... ¿Puedes traerme vodka?-

-Sí, señor-

Miguel cerró la puerta y caminó rápidamente hasta la nevera, se sirvió un vaso con agua y se tomó tres píldoras del frasco de analgésicos en un sólo trago grueso. Después caminó hasta el baño y se desvistió. Abrió la llave para llenar la tina y entonces se vio en el espejo, quedando completamente ensimismado en su cuerpo lastimado, lleno de moretones, laceraciones, sudor, lágrimas y dolor. Bajó la mirada hasta su miembro y notó que probablemente había estado sangrando durante su estadía en su casa en construcción y en al menos una parte del tortuoso camino hasta llegar al hotel, ya que estaba cubierto desde su base, hasta el escroto y entrepiernas de sangre casi seca. No se soportó y se metió a la tina y observó cómo el agua se volvía roja. Pronto su mirada se volvió hacia sus manos. Tenía dos marcas rojas en las muñecas, y así tuvo el desprecio de revivir la imagen en su mente de aquellas cadenas que colgaban del techo y atrapaban su libertad. Se aborrecía a sí mismo, ya que en aquellos momentos se sentía más víctima que persona, se sentía como un esclavo.

Bajó las manos luego de escudriñarlas en silencio hasta su miembro y gimió al tocarlo. Realmente estaba muy lastimado. Bajó de inmediato la mirada al sentir el dolor al tacto y se dio cuenta de que el agua estaba tan roja que tuvo que levantarse para verse bien: su miembro estaba hinchado  y de un color rojizo... se sentía caliente y tenía algunas marcas de los latigazos que ya estaban en proceso de cicatrización sin sangrado activo, más, tenían ese característico color rojo vivo en forma de franjas diminutas y poco cruzadas del resultado de la pérdida cutánea superficial propiciada por el daño del cuero del látigo.

Se volvió a sentar en la tina luego de llegar a la conclusión en su mente de que no podía obtener ayuda médica en ningún centro de salud por ser figura pública. La resignación empezaba a apoderarse de su ser hasta que una idea cruzó por su cabeza: quizás un médico privado al que se le pagase mucho dinero por obligarle a firmar un acuerdo legal de confidencialidad podría curarlo. Después de todo, al día siguiente tenía trabajo.

<<Que Mena se encargue de eso. Ya no quiero atormentarme más. Intentaré concentrarme en buscar ver lo bueno...>>

Y pensó... y pensó.

<<Lo bueno es...>>

-Estoy vivo-


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