Explosión Orbital

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Miguel se dió un baño... En su piel las gotas hacían intrincados caminos sobre sus cicatrices y en su mente revoloteaban pensamientos dispersos, desordenados y repetitivos.
Estaba seguro de haber matado a Ben, pero no estaba completamente seguro de que esa vivencia fuera real. Se le ocurrió que la única explicación a muchas de las cosas que había vivido el último año era que Madame La Rouch podía alterar su visión de la realidad. Entonces su mente se posó en el recuerdo del dolor físico que experimentó cuando su miembro fue cortado ante sus ojos, pero resulta que al volver a tener oportunidad de verificar, su cuerpo seguía completo... Las cavilaciones se adentraron más en los recuerdos, las sensaciones y emociones vividas. ¿Era posible entonces para Madame La Rouch modificar la realidad de tal manera que incluso podía hacerle sentir cosas como si estuvieran pasando en verdad?
O quizás...
¿Tan solo se trataba de una respuesta sensorial a la visión que entraba a través de sus portales de las órbitas y generaba las reacciones neuronales necesarias para causar dolor? Dolor aquél que se sentía tan real y aún al recordarlo le provocaba la sensación incómoda de la piel siendo cortada ante él. Se le ocurrió que la mente podía ser manipulada a través de la visión, tal como una computadora que decía: "esta es la realidad absoluta, estas van a ser las consecuencias" y ¡Bam! Activaba de forma automática los centros del dolor...
Podía ser.
Ahora bien:
¿Qué hay de la muerte de Ben? Debía estar preparado para todos los posibles escenarios y se le ocurrió que en uno de ellos, ese Ben que venía a reunirse con él el día de mañana no era más que otra persona con el mismo nombre. Un incidente desafortunado y ahí estaría él quemándose el casco en la tina sin motivo alguno más que la anticipación de sus memorias.
Otra opción sería que el que venía a verlo era el Ben que había matado y que todo aquello que vivió y el incendio fueran creaciones visuales de Madame La Rouch. Pero ¿Cómo podía ser?
A su mente de inmediato vino la imagen del bulto entre llamas y el sonido del cuerpo de Ben rodando por las escaleras. Además él tenía el dedo cortado aún en el bolsillo del pantalón que también era de él y ahora colgaba en la pared del baño.
<<No, Miguel... estás perdiendo la razón y eso es precisamente lo que quiere Madame La Perra>> pensaba mirando el traje ensangrentado.
<<Ben está definitivamente muerto. La única explicación es que se trate de otra persona y yo aquí preocupándome por nada>>
Parece que había perdido la noción del tiempo porque al salir del baño, todo estaba limpio y los Guardaespaldas ya se habían marchado... Sólo quedaba una gran suite con todo lo que pudiera pedir.
Se acercó al minibar y probó un merlot. El sabor lo llenó de un placer corporal que jamás había sentido y en ese momento entendió que podía acostumbrarse muy fácilmente a aquella vida. Decidió dejar de preocuparse por el pasado y se echó en la cama, quedándose profundamente dormido en pocos minutos. Al día siguiente, lo despertó el sonido de la puerta.
-Señor Xibath aquí está su ropa para el día de hoy- habló una mujer a través de la puerta. Él se sentó de golpe y fue a abrirle sin darse cuenta de que estaba desnudo. Era una mujer joven con un pantalón negro holgado y camisa blanca. Al verlo se sonrojó y con ese gesto él de sintió avergonzado y ahora, despierto. Colocó sus manos en su entrepierna para cubrirse.
-Este es su vestuario del día, señor. Tiene primero la Reunión con Ben Faustino, a las diez, sesión de fotos para la revista "¡Hey!" A las doce, el almuerzo con...- fue interrumpida:
-Sí, sí, gracias... Por favor déjala allí- dijo señalando al interior de la suite.  Ella rodó el perchero con los atuendos hacia dentro.
-Por cierto, ¿Quién eres?-
-Oh sí, discúlpeme, señor Xibath-extendió la mano. Soy Mena, su nueva asistente.
Apretón de manos.
-Es un placer- dijo comenzando a vestirse -pasa toda la información a mi glut y ven conmigo a la Reunión con Faustino para que tomes nota- ordenó.
Al salir de la suite, las personas al rededor miraban y murmuraban entre ellos. Algunos iban más allá y tomaban fotografías con sus gluts. Bajaron las escaleras y fueron al restaurante y ahí estaba el señor Ben Faustino, nada más y nada menos que el padre de Ben el muerto.
De inmediato Miguel lo conectó mentalmente a las imágenes de la infancia feliz que vio en el glut de Ben y sí, definitivamente era él.

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