Declive

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-¡Maldita sea! ¿De dónde voy a sacar el código de seguridad?- Exclamó Miguel mientras miraba alternativamente la proyección y al cadáver. Después, su mirada se dirigió al cuchillo, lo tomó y comenzó a cortar el dedo pulgar de la mano derecha del cuerpo de Ben.

<<No soy un asesino>> (Miguel) repetía para sí moviendo el cuchillo hasta que el dedo se desprendió, lo miró sangrar unos segundos y luego lo guardó en un bolsillo del vestido blanco.

Procedió a arratrar el cuerpo de Ben hasta el sótano, empujándolo por las escaleras y cerrando los ojos al escuchar el aparatoso ruido que hacía al chocar contra los escalones, como si eso de alguna forma lo atenuara. 

Miguel no lloraba, no reía. No tenía brillo en sus ojos...era como si un ángel de la muerte lo hubiese tocado en el pecho y se hubiese llevado con él toda sus emociones. Era un lienzo en blanco en el que él mismo acababa de colorear un vívido rojo sangre. Miró unos segundos el cuerpo ahora mutilado de Ben allá en el fondo de las escaleras, donde no llegaba la luz...lo observó tan fijamente hasta que se volvió lo único existente en el espacio y a su vez un bulto borroso y oscuro, y el ruido que hizo al rodar por las escaleras, se repetía en su mente como una canción vieja, mala e incompleta. -Lo siento, Ben- dijo y cerró el sótano. Limpió con cloro las manchas de sangre del piso y luego sacó el pulgar de su bosillo y lo colocó dentro de un vaso en el congelador de la cocina. luego se desnudó, tiró la ropa en un cubo de basura y le prendió fuego. 

Su rostro se iluminó malévolamente al mirarlo. Sin embargo, en el fondo seguía siendo ese joven encantador con muchas preguntas. Se dio el baño más largo, relajante y gratificante del mundo y salió para echarse en la cama blanca del difunto. 

Era tan irónico que ahora mismo, sólo quería quedarse allí, dentro de la casa.

Entre una cavilación y otra, se quedó dormido sin siquiera vestirse. 

"Videollamada entrante de Madame La Rouch" dijo el glut mientras vibraba en la mesita de noche al lado de la cama y los ojos de Miguel se espabilaron como dos lámparas, mientras su corazón parecía retumbar detrás de sus orejas.

<<Maldita sea>>

Pueblo BaldíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora