Capítulo 2: Dios Errante.

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A lo lejos pude escuchar mi alarma, un tono de música algo activo para despertar con la energía suficiente para el día, pero, ¿Cuanto tiempo me dormí? Bueno, realmente no lo sé, solo se que estaba sumamente cómoda y calentita. Sentir el calor de alguien más al despertar era muy relajante y escuchar el suave sonido de su respiración en mí oído era como si me invitara a dormir un poco más.

Seguramente lo que había visto ayer fue un sueño, no soy la hija de los dioses de la luna y mucho menos se quedó un apuesto joven durmiendo en mi cuarto.

Abrace a la persona que tenía a mi lado y subí mi pierna encima de él. Solté un suspiro al sentir como el me acercaba un poco más a su pecho...

...

...

...

Ah.

¿También soñé que mis papás se iban de viaje? ¿Estoy dormida con mí papá? Pero... ¿Porque no escucho sus ronquidos en mi oído? Mi papá siempre ronca.

Abrí los ojos para ver a la persona frente a mi. Me encontré con un par de labios carnosos y rosados, un rostro de rasgos hermosos y, a diferencia de mí papá, sin arrugas y sin bigote ni con una barba llena de canas, ese rostro era tan perfecto y divino.

Tarde unos minutos en entender que la persona que estaba abrazando y que tenía tan cerca no era mi papá.

-¡Ah!.- grite y me empuje lejos de él, tanto que me caí de la cama.

-¿Sabías que es de mala educación que levantes con un grito a alguien?.- me dijo en medio de un bostezo con una voz ronca.

-¡¿Sabes que es de mala educación colarse a la cama de alguien mientras está dormido?!.- grite histérica desde el piso.

-No te veías muy molesta, parecías un mono araña.- dijo con una mirada atrevida.

-Eres un grosero.- le conteste molesta. No puedo creer que voy a estar mucho tiempo con este idiota.

-No puedes negarlo, eres mitad humana después de todo, tus instintos son más bajos y lujuriosos.

-Ay ajá. Estuve estudiando historia y el dios Zeus no me digas que era un santo.- aún seguía mirándolo sentada en el piso, quería que se fuera de mi habitación para poder quejarme a gusto. Espero que no se haya dado cuenta de que no me he levantado del piso por el dolor... Vuelvo y repito: ¡Que vergüenza!

-Bueno, hay excepciones. Generalmente nosotros los Dioses no caemos ante la tentación. No como tú.- de pronto su mirada se volvió más seria y se clavo en la mía, me fue imposible no mirarlo con tanta atención. Bajo hasta mí, se fue acercando lentamente hasta que me puso contra la pared. Algo en el hacía que se viera jodidamente sensual.- tu rostro esta demasiado rojo y tu aroma a cambiado, los humanos a tu edad son altamente manipulables de esta forma, se dejan llevar por el deseo.

Se separo de repente y se sentó en el piso con una sonrisa burlona en su rostro.

-Como si tu no pudieras sentir eso.- me abalance sobre él haciendo que cayera de espaldas, quedé encima e intenté hacer lo mismo que él, clave mi mirada en la suya e intenté que mi cadera quedara a la misma altura que la suya.

Para mi sorpresa, no hubo ningún cambio en su rostro, incluso, parecía hasta fastidiado. Eso hizo que mi ego sangrara y me rendí.

Justo cuando me iba a levantar y hacer que nada de eso había pasado, con un suave movimiento, me giro y quedé abajo de él.

-¡Ah!.- gruñi un poco.

-¿Querías hacer esto?

-...- estaba sosteniendo mis muñecas por encima de mí cabeza, entonces no podía taparme la cara, gire el cuello y apreté los párpados.

La Hija de la Luna: Flor Naciente (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora