Capítulo 12: ¿Celos?

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Un desfile de colores se presentó ante mi en cuanto dejamos la orilla de la playa. Todo era tan colorido, tan hermoso y tan lleno de vida. Los corales le daban un toque muy especial al paisaje, los peces nadaban cerca de nosotras y me daban oportunidad de acariciarlos y los sonidos del agua a través de los corales y al pasar por mis oídos eran muy hermosos. Me sentí fascinada al ver tanta belleza.

-¡¡¡!!!.- me asusté un poco cuando se acercó a nosotras un tiburón, pero pasó de largo y se acercó a una de las princesas, pero contrario a lo que yo pensaba, este le dio un ligero golpecito con su cabeza en su mejilla.

-No te asustes, se que los humanos consideran a los tiburones como animales peligrosos, pero para nosotras son como tiernos cachorritos.- dijo Sissi con una sonrisa de oreja a oreja mientras abrazaba al tiburón.

-Vaya, no me lo esperaba...- la mire confundida.

-Aunque son animales, en el fondo saben que somos sus altezas y no nos pueden hacer daño.- sonrió mientras acariciaba al tiburón.

-Vaya...- me acerque intentando acariciarlo, el tiburón nado hacía mi para acariciarlo.

Después de andar por un rato más, llegamos a una cueva en el fondo del mar, todas voltearon a verme.

-Hará lo mismo que nosotras al entrar.- dijo Carmín mientras se lanzaba, desde donde estaba, se podía ver como daba un salto y su aleta se transformó en dos piernas.

Las demás le siguieron y sus aletas se volvieron piernas humanas con un vestido hermoso y glorioso, tal y como me había pasado a mí, el vestido se había vuelto parte de su aleta. Con cuidado, hice lo mismo y aunque por poco y me caigo, logré salir a la superficie.

-Wooow...- Me sorprendió ver el interior de la cueva, parecía el interior de un palacio, estaba elegantemente decorado con corales, perlas y algunos diamantes que reflejaban la luz y le daban al lugar una coloración rosada.

-Espero que le agrade nuestra humilde morada, señora mía.- dijo Galia.

-Esto es precioso, es divino.- dije sin encontrar las palabras adecuadas para describir tanta belleza. Desde que me convertí en una diosa, no dejaba de ver cosas tan, pero tan hermosas, que definitivamente ningún humano común y corriente podría ni siquiera imaginarse.

-Vayamos al salón principal donde la debe estar esperando nuestro Rey.- dijo Carmín con una sonrisa.

Esa cueva, prácticamente, era un palacio escondido en el fondo del mar... me arrepiento de decirle cueva.

Entramos a un salón, aún más grande y extravagante y en medio de todo eso, había un trono bellamente adornado con oro y diamantes, pero estaba completamente vacío.

-Dios mío... ¿Dónde está nuestro Rey? No permitiré que muestre esta falta de respeto por nuestra señora.- estaba enfadada Galia.

-Seguramente salió para algo urgente, No hay ningún problema.- intenté calmar su furia.

-¡¡Y los sirvientes!!.- gritó Carmín, aún más furiosa que Galia.

Un pequeño caballito de mar se acercó tímido al escuchar los gritos de las princesas.

-El señor Rey tuvo que salir de manera urgente. Al parecer, todo el poder espiritual que se estuvo manejando en estos últimos días, hizo que muchos monstruos despertaran. Junto con su ejército fue a apaciguarlos. M-me dijo que les invitará al banquete que se preparó y que escucharán a la orquesta.

-Bueno, ya que no está el Rey, supongo que es una de las mejores opciones que tenemos para festejar la llegada de nuestra señora.- Galia sonrió.

-¡Sí!.- aplaudieron las demás.

La Hija de la Luna: Flor Naciente (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora