Capítulo 8: Sin Respuestas.

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-Ahmm... No es necesario que haga eso señora, en verdad, permita que le ayude a ponerse en pie.- corrí a ayudar a levantarla, estaba asombrada de que ella hiciera un gesto tan dramático como poner la cara en el piso con apenas conocerme.

-Eres idéntica a tu madre. A pesar de su juventud e inocencia, esconden un poder extraordinario. Sólo falta que lo puedan controlar, pero se que al igual que tu madre lo hizo, tu vas a lograr algo maravilloso ¡Oh cielos! Y veo que los dones que te he otorgado los llevas de maravilla.- me dijo como si me conociera de toda la vida, era como esa señora que te dice: "¡Yo te cargué cuando estabas bebé!", notó mi confusión.- Jajaja lo siento mucho pequeña, me emocioné al ver la maravillosa mujer en la que te has transformado.

-Gracias.- le dedique una sonrisa.- y sobre los dones, nadie me dijo que tenía unos, pero de todos modos, muchas gracias por ello.

-Oh pequeña, no te preocupes por eso, los irás descubriendo conforme vayas avanzando en tu camino. Ahora, dime, ¿Como te ha tratado mi hijo? ¿Ha sido bueno contigo?.- me dijo con una sonrisa, parecía estar muy interesada en nuestra relación.

-Pues... Me ha...- voltee a verlo esperando a ver que señal me hacía, si podía hablar o no, la verdad era que no sabía como explicarle nuestra relación. Al principio nos llevábamos muy mal, con el tiempo supimos comunicarnos el uno con el otro y arreglar nuestras diferencias, hay días en las que él parece estar en otro planeta... Como hoy, no parecía estar prestando atención a la plática que tenía con su madre.- me ha tratado bien señora, es un buen chico.

-Jajajaja cielos pequeña, ¿Intentas engañar a la diosa de la sabiduría? La que prácticamente sabe todo lo que sucede en este mundo.

-Ay, no espere, no ósea, es que...- comencé a tartamudear y a ponerme muy nerviosa porque aunque mantenía una sonrisa cálida, pude notar la molestia en su rostro.

-Jajajaja niña, soy la Diosa de la Sabiduría, no del chisme, así que no se que tipo de relación lleven ustedes dos jajajajaja.- su sonrisa volvió a ser amistosa.

-¿Sabe todo acerca del mundo, pero no los sentimientos individuales de las personas?

-Exactamente, mi poder es diferente a leer la mente.- soltó otra carcajada.- Permite que te de un abrazo.

-Está bien.- la abracé. Cuando nos separamos ella tocó mi mejilla con la punta de sus dedos y sonrió. Algo que me sorprendió de ella desde un principio, era que no abría sus ojos para nada, los mantenía cerrados. Me pareció que estaba mal que le preguntara de repente, quizás con el tiempo podría preguntarle...

-Ayla, no olvides a lo que veniste.- me recordó Kobuck, había olvidado por completo que estaba ahí.

-Ah, discúlpame Kobuck se me había olvidado.- me sentí como una tonta cuando la diosa de la sabiduría me dijo que yo aparentaba ser sabia, pero, quizás había escuchado mal, quizás era salvia, por ser tan babosa por dentro.- disculpe pero es que le hicieron una maldición a mi mejor amiga y creo que su vida está en peligro. No quiero que le pase nada malo a ella. Me dijo Kobuck que usted era capaz de ayudarla.

-Me alegra que al fin hayas pensando en pedirle ayuda a tu madre, Kobuck, hijo mío.- Kobuck desvío la mirada, aunque parecía que amaba a su madre, en su rostro había un inmenso dolor y vacío en sus ojos.

Aún no podía olvidar el rostro confundido y asustado de los seres que nos encontramos durante el camino, aunque me dijo que era más por mi presencia... Algunos decían que era el príncipe errante y parecían confundidos por su presencia... ¿Qué había pasado para qué lo llamarán el príncipe errante? ¿Tendrá relación con los ojos de su madre? Además estaba lo que le había gritado Joe cuando me desperté de mi trance.

La Hija de la Luna: Flor Naciente (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora