Entre líneas 2
Después de tan terrible evento, tome una taza de té de las manos de la joven ninfa que me acompañaba, hizo una reverencia y se marchó para dejarme sola en mis aposentos. Suspire al verme tan sola en casa. Hace tiempo que no veía a mi fiel esposo, el Dios de la Cosecha Karm, ya que estaba muy ocupado protegiendo las siembras de varios campesinos, aunque el sabía que estaba en decadencia gracias a los avances tecnológicos de los humanos, sus poderes aún eran necesarios para mantener a las plantas sanas y fuertes. Eso ninguna máquina existente podía lograrlo.
Tampoco esperaba tener la visita de mi único hijo Kobuck. Levanté la mirada hacia la ventana y le dedique una dulce sonrisa.
-Querido hijo, buenas noches.- le dije al joven entre las sombras. Sabía qué era hermoso, había heredado todos los rasgos de su apuesto padre, sin embargo, no heredó nuestra sabiduría y sentido común.
El era como su abuelo, el Dios de lo salvaje Ñapa, era altanero, grosero, independiente y para nada cauteloso, pero también era muy valiente y amaba con sinceridad cuando se prestaba la ocasión. Volteo a verme y pude notar en sus ojos una mirada triste y desolada, como la de un animal herido. Hace mucho, pero mucho tiempo que no veía esa mirada en sus ojos. Como su madre, aunque no lo viera, sabía lo que tenía.
Abrí los brazos, el se acercó y lentamente puso su cabeza en mi regazo y dejo que le acariciara su cabello y sus mejillas.
-Madre...
-Se lo que vienes a decir.- era mi único hijo, era mi razón de existir, sin él, mi mundo se iría en picada. Abandonaría hasta mi inmortalidad con tal de seguirlo al más haya.- pero antes de darte explicación alguna, tengo que regañarte, no es posible que hayas pisado un lugar sagrado en el cual no se aceptan hombres.
-Pero madre, no podía...
-Conozco tu sentido del deber, pero también conozco la plena confianza que tienes en mi y en la diosa Handae. Sabes muy bien que nosotras íbamos a proteger a Ayla en caso de que fuera necesario.
-Mis disculpas.- se cubrió el rostro con mi mano, un gesto demasiado infantil para un hombre como él. Por muy adulto que quisiera aparentar, seguía siendo joven e inexperto.
-¿Tanto la amas?.- dije acariciando su mejilla. Pude sentir como se ponía caliente y se sonrojo ligeramente. Al igual que su padre, era como un libro abierto, podía distinguir cuando algo le incomodaba, le molestaba o le avergonzaba. Esa era la clase de vínculo que yo mantenía con él.
-Yo no la amo, me preocupaba que ella se casará con un mal hombre, y por mal hombre me refiero a que se casará con el Dios de la oscuridad.- habló de manera serena, pero podía notar que por dentro se estaba consumiendo.
Sin querer soltee una carcajada.
-Mi niño, te conozco demasiado bien, se que no era realmente por eso...
-No quisiera acercarme a ella, no quisiera que se enteré de mí pasado...
-¿Piensas que te va a rechazar?
-Va a huir de mí en cuanto se enteré de las atrocidades que cometí... Yo... me conformó con permanecer cerca de ella... mirarla dormir, verla esforzarse, verla tan feliz, sonriendo de manera inocente...
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La Hija de la Luna: Flor Naciente (Primer Libro)
RomanceEn una cierta ciudad se cuenta una vieja leyenda, la historia de un amor prohibido, entre una humana y un dios, de ese poderoso sentimiento nació una niña. Ese nacimiento provocó la ira de muchos dioses que decidieron darle muerte a ese ser que no t...