Capítulo 10: Belleza Divina

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La joven frente a mi definitivamente era hermosa... Tenía una belleza sin igual. Era ligeramente más pequeña que yo y tenía una fina y delicada figura, ataviada con un vestido de lo más hermoso, la falda tenía un diseño de flores rojas en un fondo color blanco, en el corset tenía un precioso encaje, su cabello era liso de un rubio dorado que le llegaba más abajo de la cintura y con cada suave movimiento que daba parecía danzar a su alrededor. Tenía unos hipnóticos ojos verdes con un poco de gris, sus pestañas eran demasiado largas que casi parecían postizas.

-¿Eres la hija de los dioses de la luna?.- volvió a repetir, su voz parecía el cantar de un pajarito.

-Ah, sí.- le respondí mientras me ponía de pie lentamente.

-No eres como dicen los relatos, no tienes la gracia ni la belleza que tanto alababan.- dijo mirándome de arriba hacia abajo, analizandome con asco. Mire mi ropa, definitivamente era un desastre y mi aspecto era terrible y yo apestaba a sudor y a quemado. Lo que dijo claramente era un insulto para mí, pero yo era incapaz de contestarle algo, me quedé petrificada en mi lugar.- así no tendré remordimiento al matarte.

Sonrió levantó la mano en mi dirección y de ella surgió una enredadera con una punta demasiado afilada como una aguja, en un abrir y cerrar de ojos, esa enredadera que prácticamente era un cuchillo, se dirigió directo a mi pecho a una velocidad abrumadora.

No me dio tiempo de cerrar los ojos ni de gritar, pero casi al último minuto, vi la gruesa espalda de Kobuck que logró interponerse entre nosotras a tiempo. Los hermosos ojos verdes de aquella joven se abrieron como platos al verlo.

-¿Cómo fue que...?.- gritó mientras se hacía para atrás.

-Jugaste bastante bien, Camelia.- casi podía imaginarme la sonrisa siniestra de Kobuck con sólo escuchar su tono de voz.- mira que ocultar tu característico aroma a flores y usar de cebo una flor aromática... lograste engañarme, pero no lo suficiente.

-Kobuck, bien sabes que esto no tiene nada que ver contigo... y aún así te interpusiste y estas lastimado.- le dijo con la voz temblorosa, la joven apretó los dientes con furia. De puntillas, intenté asomarme sobre el hombro  de Kobuck y pude ver que casi le atravesaba su corazón como si fuera una brocheta, pero ella logró desviar la trayectoria de la enredadera para no lastimarlo, ahora sólo la tenía ligeramente enterrada en su hombro.

-¡¿T-te duele?!.- fue lo único que logré balbucear al verlo herido.

-¡Tú fuiste la culpable de que lo lastimara!.- me gritó Camelia furiosa. Yo la miré confundida y antes de que le pudiera contestar, Kobuck levantó su brazo para que yo guardará silencio. Me volví a esconder detrás de él, fue entonces que recordé que Camelia... Era alguien muy poderoso, mi enemiga.

-Esto es problema de Sia y Keane, no tienes que meterte en esos asuntos.- dijo Kobuck de manera serena.

-Ella y su madre le arrebataron su amor a mi madre, por eso ella se volvió desdichada ¡IMAGINATE QUE DESHONRA PARA ELLA!.- grito con fuerza, las venas de su fino cuello se le marcaron, sus ojos verdes grisaseos se pusieron del color del amanecer y su cabello tomo una coloración rojiza.- Ella fue una mujer educada desde que nació para casarse con el Dios de la Luna y procrear a los futuros dioses de la luna, el sol y la tierra y fue abandonada por una insignificante humana... y esa humana tenía en su vientre a una híbrida... a una escoria.

-¡¡¡!!!.- Ya me había fastidiado la niñita engreida, así que salí a mi defensa, pero Kobuck me dio un leve empujón hacia atrás de él y me volví a esconder.

-Ayla, mantente atrás.- me dijo Kobuck con serenidad. Con su mano, rompió la enredadera qué tenía enterrada en el pecho y camino hacia Camelia y la abrazó suave y lentamente. Ella parecía haber detenido la respiración y abrió los ojos como platos, sus ojos volvieron a su lindo color y al igual que su cabello. Inconscientemente aparte la mirada de la escena... ¿Porque se trataban de una forma tan cariñosa?.- vete de aquí, no es necesario que te vuelvas una asesina por honrar a tu madre.- se separó un poco de ella y clavo su mirada en sus ojos.

La Hija de la Luna: Flor Naciente (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora