Afuera, comenzó a llover con fuerza, la lluvia golpeaba el cristal de las ventanas con violencia mientras que el viento soplaba y hacia un silbido siniestro cuando pasaba a través de la ventana cerrada. Un rayo cayó e iluminó la solitaria sala. A lo lejos, como si me estuviera pidiendo perdón, se podía escuchar el aullido de un lobo.
Me senté en el sillón, intentado procesar lo que me acababa de decir Kobuck.
-El pasado que tengo en mis espaldas, es demasiado pesado para que tu también vivas con ello. Sé que el pasado no te define, pero al mismo tiempo, no te permite avanzar hacia el futuro... como es mi caso.- aún podía recordar su cara de dolor cuando me dijo eso.
Sentí como algo vibraba en el pequeño bolsillo de mí vestido y saque la hoja que me había dado la Diosa Nauru, vibraba y brillaba que me parecía que estaba intentando decirme algo. Así que me acerque a una puerta y la coloqué sobre está. La luz del otro lado me indicó que ya se había activado y me invitaba a pasar.
Entre a una gran sala vacía sin ninguna decoración donde se encontraba la Diosa Nauru sentada al lado de una mesita pequeña, con un juego muy elegante de té encima, el aroma se extendía por toda la habitación y me sirvió para relajarme.
-Mi dulce niña, bienvenida.- dijo la Diosa Nauru con una sonrisa mientras se ponía de pie y me hacía un gesto como si me estuviera invitando a sentarme.
-Hola Diosa Nauru ¿Cómo se encuentra?.- avance hasta ella y tome asiento en la mesa.
-Muy bien pequeña, gracias.- sonrió de oreja a oreja y me entregó mi taza de té.
Estaba un poco nerviosa sobre cómo comenzar a hablarle, pero al parecer notó mi nerviosismo así que me sonrió y dijo con calma.
-¿Quieres saber sobre Kobuck?.- dijo con suavidad mientras tomaba un tragó de té.
-Si... lo que hoy me dijo... Me hizo...- comencé a tartamudear.
-Es un pasado demasiado turbio y triste.- dijo lentamente, como intentando pensar en las mejores palabras para decírmelo.- Sin embargo, Kobuck se siente demasiado avergonzado y arrepentido como para poder contartelo directamente, así que me pidió que te lo contará y que tu puedas juzgarlo, es tu decisión.
-...- no le contesté, no sabía que decirle ¿Qué había pasado para que Kobuck terminará de esa forma?.- ¿Porque lo juzgaría?
-Para el, estar a tu lado es muy especial e importante, te ama más de lo que tu puedes pensar, por eso, lo que tu opines tiene más peso que todo lo que opine el mundo. Con eso dicho ¿Si quieres saber?.- volteo a mirarme, o al menos eso parecía ya qué mantenía sus ojos cerrados.
-Si eso me sirve para comprender mejor a Kobuck... Si.-Tomó de mi mano y el vapor qué salía de las tazas del té comenzó a volverse más denso.
Cuando el vapor se disipo y todo quedó más claro estábamos en medio del bosque.
-Hace muchos años, cuando la humanidad apenas estaba encontrando su camino hacia la paz, dioses y humanos convivían pacíficamente, nosotros aún éramos adorados y eran pocos los humanos que podían contactar con nosotros. Sólo los humanos iluminados o con poderes espirituales nos podían ver. Ese era el caso de una humana llamada Neith. Era una indígena con poderes espirituales débiles, pero por muy débiles que eran, podía ver a los seres espirituales y dioses. Así fue como conoció a Kobuck.
Frente a nosotras, había una joven hermosa de piel canela y de un cabello negro tan largo que lo arrastraba al caminar, iba vestida con una fina túnica blanca con bordados de líneas qué dejaba ver su hermosa figura, además de que tenía muchos patrones lineales dibujados en su rostro y en sus brazos.
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La Hija de la Luna: Flor Naciente (Primer Libro)
RomanceEn una cierta ciudad se cuenta una vieja leyenda, la historia de un amor prohibido, entre una humana y un dios, de ese poderoso sentimiento nació una niña. Ese nacimiento provocó la ira de muchos dioses que decidieron darle muerte a ese ser que no t...