Daniel II

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Abro los ojos con la sensación de que solo han pasado unos minutos desde que he perdido el conocimiento en la puerta, pero los números del despertador me dicen lo contrario. Ha pasado por lo menos un día. Espero encontrarme a todos a mi alrededor, mirándome con preocupación. Pero lo único que me rodea es la oscuridad de mi habitación.

Recuerdo haber oído el chillido otra vez y a este metiéndose hasta lo más profundo de mi mente hasta el punto de resultar insoportable.

En la oscuridad me levanto de la cama y me dirijo hacia la puerta. Antes de llegar, a medio camino de esta, mi pe golpea algo duro y tropieza. En el último instante logro mantenerme el equilibrio y enciendo la luz

En el suelo, cerca de mí, se halla un cuaderno de tapas de cuero que no había visto nunca. Lo recojo y le echo un vistazo. El cuaderno tiene las tapas desgastadas y las hojas amarillentas y ajadas, muestra de lo viejo que es. En la primera página, me encuentro cara a cara con un rostro que me resulta familiar. Una foto en sepia de una joven vestida de época, con el pelo rizado sujeto en la nuca y unos rasgos finos. Al pie de la imagen, en una caligrafía pulcra y con muchas florituras está escrito:

"Diario de Annabeth Landgrab, 2000-2010"

Directamente voy a las últimas páginas y descubro una carta manuscrita en el mismo tipo de papel que el diario. La letra, otra vez, me es muy familiar:

"Mi amado Howard:

Ya he perdido la cuenta de las numerosas cartas que te he escrito a lo largo de todos estos años. Las tengo todas guardadas frente a mí; el montón aumentando y reprochándomelo cada día, cada hora. Puede que esta sea la definitiva, la que logre acallar mi conciencia. Durante años he pensado si la decisión que tomé fue la acertada, o si, por el contrario, debí de haber algo diferente.

Pero el tiempo ha pasado y ambos seguimos aquí, conscientes de lo mucho que perdimos por el camino. Tú te recuperaste, encontraste a alguien a quién amar y quién te amara. Has formado una familia y has logrado ser feliz. No te lo reprocho, deseo que seas feliz.

Pero yo no he logrado superar mis sentimientos por ti. Sé que pasó hace mucho tiempo, pero aún lo recuerdo como si fuera ayer. Cada abrazo, cada caricia, cada beso son ahora un cañonazo en lo más hondo de mi corazón.

No quiero hacerte sentir culpable, pero pienso que es necesario que sepas lo que aún siento por ti, que aún te amo. Lo que pudo haber sido. Esta carta es mi forma de despedirme definitivamente de ti. O de regresar de nuevo a tu vida. Eso es decisión tuya.

Piénsalo. Si tu respuesta es afirmativa, has de saber que nunca realmente te he abandonado. Que siempre he estado cerca de ti. Que ahora me hago llamar Victoria, Victoria Gravestone. Tú ya sabes por qué.

Siempre tuya,

Annabeth Landgrab"

De repente es como si alguien me señalara dónde va la última pieza del puzle y todo encaja en mi cabeza. Victoria Gravestone, una mujer que parece saber más de lo que debería. Una mujer sin pasado, que llegó aquí en la misma época que mi abuelo. Una mujer a la que ahora reconozco en la foto de la primera página.

Inmediatamente me cambio de ropa y, como una exhalación, me dirijo al instituto en la moto, donde algo me dice que encontraré las respuestas que busco. Al llegar al aparcamiento, veo que ya hay dos vehículos aparcados. Uno de ellos lo reconozco, el de Angela; pero el otro no. Una de las ventanas delanteras está iluminada y hay movimiento dentro. Entro al edificio y atravieso los pasillos hasta llegar a una puerta tras la que se oyen voces. Con la carta en la mano, entro dando un golpe.

Lo que me encuentro en el interior de la oficina me sorprende tanto que me quedo sin habla. Mi hermana y su mejor amiga, Angela, me observan cada una sentada en una de las sillas del escritorio con los ojos como platos. La propia Victoria tiene un semblante tranquilo mientras observa a un Jonathan inconsciente sobre su mesa, frente a ella, y Jonathan se encuentra en una esquina en las sombras, sin quitarle ojo al chaval de la mesa.

¡Dos Jonathans! Parece imposible, pero es cierto. Aunque el de la mesa tiene un aspecto más cansado y hambriento, con los huesos de la cara demasiado prominentes y los ojos muy hundidos. ¡Son gemelos!

– ¿Quién es usted? –logro preguntarle a la profesora al final– ¿Qué está pasando aquí?

Más Allá de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora