•14 - "La espera"•

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Despertó la mañana siguiente, con unos pensamientos renovados. Era como si la luz del sol hiciera que lo malo que surcaba su mente se escondiera. No significa que desaparecieran, sino que por el día no la asaltaban tanto. Siempre era el mismo caso.

Se levantó lentamente, mirando cómo unos sutiles rayos de luz solar se colaban por sus cortinas. Ahí se dio cuenta que había dormido vestida. Ordenó su cama lo mejor que sus ganas pudieron hacer y fue a la planta baja, donde su madre ya estaba desde hacía varias horas.

-¡Hola! Ya es la una, acabo de terminar de almorzar, no quise despertarte. ¿Vas a comer?- sonrió, tratando de disimular su preocupación por su hija. Shina corrió hasta ella y la envolvió en sus brazos, lágrimas se acumularon en sus ojos, y sin atreverse a mirar a su madre le dijo todo lo que se había encontrado en su cabeza la noche anterior. Carla estaba sorprendida por el abrupto abrazo, que se quedó en silencio mientras escuchaba, hasta que su hija se quedó callada, dando a entender que había terminado y ella la abrazó aún más fuerte.

Algo por lo que se destacaba su relación de madre e hija era su sinceridad y su comunicación. No había secretos, podían contarse todo, confiar la una en la otra; y eso era algo de lo que sentirse orgulloso.

-¿No es acaso la esperanza lo último que se pierde?- lanzó la mujer con una sonrisa, mientras una lágrima caía por su mejilla.

-Ellos ya lo dijeron mamá. Un año- un gran suspiro salió de la boca de la niña. Avivar sus esperanzas luego de tratar de aceptarlo no parecía llevarla a ningún lado. No quería subir para volver a caer al vacío.

-Nosotras podemos; puedes. Eres fuerte- separó a su hija de ella, colocó sus manos en los hombros de la pequeña e hizo que la mirara. Shina quería decir que Carla también era fuerte, pero ella la interrumpió, -¿Quién es la única que está luchando?, eres más fuerte que cualquier persona que conozco. Esto será más que un año, sé que sí. Será una vida larga y feliz, no bajaremos los brazos. Ni nosotras, ni los doctores, nadie lo hará.- . La niña sonrió y volvió a abrazarla. Ambas se secaron las lágrimas que pudieron escapar de sus ojos, y se relajaron.

Shina decidió no comer, no tenía hambre de todas formas. Pronto llegaron su padre y su abuela. Ambos saludaron con entusiasmo y entraron con sonrisas a la casa.

Era la primera vez de Susana allí, y su nieta la acompañó al pequeño patio trasero, para mostrárselo. Marco se quedó con Carla, en la cocina del hogar.

-¿Cómo estuvo la noche?- preguntó tratando de no darle tanta importancia.

-Fue una noche dura, pero no te preocupes, ella puede con esto. Y lo sabe.- respondió ella, con total sinceridad.

-Lamento que ella tenga que pasar todo esto, y lamento que lo hayas pasado sola con ella, lidiando con todo.- tomó la mano de la mujer junto a él, demostrando que en realidad lo sentía.

-Creo que yo decidí pasarlo sola, aún sin quererlo.- levantó la vista para verlo a los ojos, diciendo esto; en lo que estaba pensando hace tiempo. Y de alguna manera, sentía que era verdad.

Lapequeña de la casa entró rápidamente, por la puerta del jardín, y casi seresbala al llegar al piso resbaladizo de la cocina. Llegó frente a ellos y tomó aire, parecía haberse agitado de caminar hasta allí. -Mamá, ¿Grace llamó?- su cara parecía iluminada de esperanza.

Su madre se quedó callada unos momentos, abrió su boca para contestar, pero volvió a cerrarla. Sus ojos se apenaron y su hija ya sabía la respuesta.

-Oh, no te preocupes- sonrió, más notoriamente. -Iré con la abuela, estaba encantada con las begonias. -salió sin esperar que la mujer pudiera decir algo.

-¿Quién es Grace?- Marco miraba el lugar por el que su hija se había ido.

-Una compañera del colegio, su amiga. Le avisé a su madre que no iría a la escuela por la internación, ya que había preguntado por ella. Dijo que Grace llamaría luego, para saber cómo estaba y básicamente hablar con su amiga, pero seguimos los siguientes 4 días de la internación, sin noticias. Y Shina sigue esperando esa llamada- aclaró Carla bastante desanimada. -La verdad es que Grace ha estado tomando distancia de ella, juntándose con otras niñas y no hablando tanto con Shina-.

-Bueno, llámala para que las niñas se vean o algo, Shina parece tener muchas ganas de eso.-

-Si, pero prefiero esperar que Grace la llame.-

-Oh, ¿Y que solo se junte con nuestra hija cuando quiera, como usándola?-

-No, pero prefiero esperar hasta que la niña esté lista. Una virtud que valoro es la paciencia.-

-Yo también, pero si mí niña sale lastimada...- empezó Marco, seriamente.

-No exageres, no saldrá lastimada, son niñas de 12 años, ¿qué sería lo que la pequeña Grace podría hacerle? No pasará nada, ahora deja el drama- lo interrumpió Carla, queriendo finalizar la conversación.


Susana miraba el jardín bien cuidado hasta que volvió su nieta, con la mirada baja.

-¿Qué sucede, niña?- volteó para verla directamente.

-Mi mejor amiga dijo que llamaría hace varios días, y no lo hizo. Y desde hace tiempo que parece querer apartarse de mí... Tal vez desde que le conté sobre lo que los doctores dijeron sobre mis pulmones...- fue disminuyendo el volumen de su voz cada vez más hasta que se transformó en un susurro, y luego solo silencio.

-Tal vez tiene miedo.- cortó el aire esa frase, mientras su autora miraba al suelo, sin atreverse a levantar la mirada.

-Miedo de qué?- ambas se miraron.

-Miedo de que si siguen juntas hasta el final sea más difícil la despedida- Shina se quedó en silencio -Tal vez piensa que si se aparta lentamente, no será tan doloroso para ambas.-

-No... No me gusta pensar en eso.- su voz tembló.

-Aunque tal vez ella si lo haga. Pero no es lo que tiene que pasar,- empezó, mientras se acercaba a su nieta, el sol golpeándole el rostro. -Dile que no te importa, que pase lo que pase quieres estar junto a ella.- la envolvió con sus brazos -¿Eso es lo que quieres, no?-

-¿Cómo puedo decirle? Grace no es fácil de convencer y...-

-Creo que decirle exactamente lo que sientes es suficiente.- sonrió la anciana.

-¿Cómo podría empezar?- preguntó Shina, sin ninguna esperanza. Parecía haber aprendido a rendirse rápido.

-Me parece que empezar llamándola es un buen plan-. sentenció su abuela.



Entre la Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora