Pareció volver a la tierra, rápidamente recogió el teléfono del suelo. Sus manos sudaban. Respiró hondo antes de llevar el dispositivo a su oreja, mientras acomodaba un poco su castaño cabello.
-Hola, eh, si, lo siento, yo...-
-Qué bueno, ya estaba pensando que había llamado a cualquier persona. ¿Cómo has estado? Han pasado como unos... ¿13 años?- su voz denotaba emoción, emocionado... ¿por hablar con ella?
-12, si. Ehm... ¿Cómo...? ¿Cómo...?-
-¿Cómo conseguí el número? Bueno, en todos estos años me fui a trabajar al exterior, ya sabes, y me fue bastante bien. Volví a la ciudad a ver a mí mamá y ella tenía aún tu viejo número. Bueno, no es viejo en realidad, veo que no lo has cambiado.- ella rió de recordar a la madre de él.
-Si, Susana es de guardar cosas por años - él también rió.
-Si, me sorprendió que no usara mí vieja habitación para guardar papeles y cosas viejas, que claramente no le servirán más, pero igual lo haría. Bueno, esta vez si sirvió.-
-Ya lo creo- ambos rieron. Las manos de ella dejaron de temblar, hasta que él volvió a hablar.
-Pensaba que podíamos volver a vernos, estaré aquí unas semanas y pensé en verte esta semana. Tal vez en la plaza de la ciudad, sigue siendo muy bonita.- se quedó callada, qué podría decir, no sé sentía preparada para eso -Pensaba en unos días, el sábado. Dan buen clima, ¿Te parece a las 3?-. El temor se extendió por su cuerpo, ella no podía ir allí, no podía.
-Yo... eh si... yo-
-Perfecto, te veré ahí entonces- la felicidad de él traspasaba el teléfono y ella entró en pánico, y cortó. No podía dejarlo plantado, pero cómo podía ir hacia allá, mirarlo a los ojos y tener que explicarle... no. Dejó el teléfono en su lugar y se dirigió a la cocina, junto a su hija, tratando de que no se note el temblor en su voz. Caminó lentamente hasta allá, y al pasar la puerta se quedó parada en el umbral, viendo a su hija. La pequeña estaba de espaldas, le encantaba cocinar junto a su madre y parecía haber aprovechado para preparar la merienda mientras su mamá estaba en el teléfono. Carla sonrió. Shina era lo mejor que le había pasado.
Comieron sin hablar de la noticia que las carcomía, o de la misteriosa llamada de Carla. Bromearon, rieron y pasaron el resto de la tarde tranquilamente.
El resto de la semana transcurrió normalmente, menos para Carla. No creía correcto cancelar el plan, o no ir, pero no creía poder ir a verlo. Era demasiado. Llegó la noche del viernes, y Carla no podía pensar en otra cosa. Recordaba los viejos tiempos, cuando él y ella... No podía dejarlo plantado, pero tenía que llevar a Shina con ella. Era necesario que ella lo conociera, presentarlos, decirle la verdad... Se levantó del sillón donde estaba sentada, y subió hasta la habitación de su hija. Varias veces se arrepintió en el camino por las escaleras, pero cuando llegó a la puerta del cuarto, tocó la puerta sin titubear.
-Si, entra- se escuchó la voz desde adentro. La mujer entró lentamente y cerró la puerta detrás de sí. -¿Qué sucede?- La niña volteó a verla y le sonrió, estaba terminando su tarea, como siempre hacía luego de cenar. Ya había empezado a guardar su útiles, pensaba irse a dormir en un rato. Carla se sentó en la cama, junto a su hija.
-¿Recuerdas la llamada del otro día? Eh, era un amigo de hace unos años, el quería...- respiró hondo -él quería verme, mañana en la plaza de la ciudad. Me preguntaba si querías venir conmigo...- trató de que no se notara su nerviosismo.
-Uy... ¿amigo?- su madre la reprendió con la mirada, por su insinuación para nada bien recibida. Shina rió. -Claro, me encantaría acompañarte- la mujer sonrió relajada, y se paró para irse.
-Genial entonces, buenas noches, cariño- se agachó para darle un beso en la frente, como siempre hacía -Descansa- le acarició su cabecita mientras su hija le respondió las buenas noches. Y luego se fue hacia su habitación, al lado de la de la niña. Estaba muy nerviosa, y le costó dormirse. Pronto lo logró, aún muy asustada.
Al otro día, desayunaron y, más tarde, almorzaron juntas. Cada vez más se acercaba la hora del encuentro, Shina no podía imaginarse siquiera por qué esto era tan importante, o por qué su madre parecía estar al borde del pánico. Carla luchaba porque eso no saliera a la superficie, pero algo se notaba. Llegaron las 3 de la tarde, y ambas salieron caminando por las pocas cuadras que había entre su casa y la plaza de la ciudad.
La plaza era un lugar muy bonito. Había bastante gente, muchas familias pasando la tarde, y niños pasándolo bien. Había muchos árboles, pequeños arbustos bien cuidados y muchas flores. Un aroma dulce impregnaba el aire, y una gran alegría se sentía en el ambiente.
Llegaron tranquilamente, hasta que de lejos lo vieron. Carla lo vió después de tantos años, sentado en un banco del lugar. Estaba mirando alrededor, se lo notada nervioso también, mientras tenía sus manos apretadas en un puño sobre su regazo.
La mujer se quedó estática. Paralizada. Shina siguió la mirada de su madre hasta ver al hombre sentado a varios metros de ellas.
-¿Es él?- Carla tragó en seco mientras asintió lentamente.
-No creo que pueda hacerlo- la pequeña se volteó rápidamente a verla, soltando un "¿Qué?" de indignación -No puedo...- la mujer negó con la cabeza y empezó a alejarse, aún mirando al hombre a la distancia. La niña volvió a verlo sentado, y corrió hacía él. Su madre intentó frenarla, pero ella ya estaba corriendo hacia él, esquivando a varios niños correteando en el camino. Llegó a su lado, y le sonrió, antes de hablar.
-Hola, señor- él la miró confundido, pero le devolvió la sonrisa.
-Oh, hola. ¿Nos conocemos?-
-Oh, no. Pero vengo de parte de Carla. Un placer- le extendió la mano, como forma de saludo, y él se la correspondió, y empezó a mirar alrededor, buscando con la mirada a la mujer que aún no llegaba. Carla se acomodó mejor detrás del árbol que tenía enfrente, para no ser vista ni de casualidad -Siento decirle que ella no va a llegar- Él volvió a mirarla con decepción, pero volvió a sonreír, antes de continuar.
-Está bien, no te preocupes. ¿Cómo te llamas señorita?-
-Soy Shina, la hija de Carla- ella sonrió con orgullo, pero él se puso pálido, boquiabierto. Se paró de repente del banco. -¿Está bien?- Preocupada se acercó, pero él retrocedió alarmado.
-Creo que... al final no fue una buena idea.- la miró, se dio cuenta de que ella tenía los ojos de su madre, era una niña muy bonita. -Una hija...- susurró para él, parecía estar castigándose a sí mismo por lo alocada que había sido la idea, un reencuentro. Qué tonta idea. -Un placer pero debo... debo irme- Pareció salir corriendo, casi se choca a un niño rubio que estaba jugando por allí. La pequeña se quedó ahí parada, sola y muy asustada por la reacción de ese hombre. Se volvió hacia la dirección donde había dejado a su madre, y la vió detrás de un árbol. Se acercó a ella rápidamente, aún con el susto en su rostro. Carla parecía confundida, se asomó detrás del tronco del árbol, y levantó una ceja preguntando qué había ocurrido.
-No lo sé- comenzó la pequeña -Solo alcancé a decirle que era tu hija y salió corriendo.-
-Le dijiste... ¿QUÉ?- el pánico se expandió por su cuerpo. Empezó a caminar, no, a correr en dirección a su casa. Shina tuvo que correr aún más rápido para alcanzarla.
-Ma, ma, ¡Mamá! ¿Qué pasó? ¿Qué tiene?- soltó agitada, y cada vez más perdida en la situación.
-Te explico en casa, vámonos-
Carla estaba muy consternada, y su hija no entendía nada. Su curiosidad la carcomía, y su madre parecía al borde de una crisis.
-Mamá- dijo severamente la niña, apenas pasaron la puerta de la entrada y se adentraron al living -. Mamá, ¿Quién era ese hombre?- su madre se dio vuelta para verla, pronto sus ojos se llenaron de lágrimas, y sin aguantarse, se largó a llorar. Nunca se veía a Carla llorar.
-Siéntate, por favor. Necesitamos hablar.-
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Entre la Vida y la Muerte
Teen FictionLa muerte es algo por lo que todos pasamos. Temprana o no nos parece horrible. Imagina ser una niña y descubrir que morirás en un año. Esperarla tranquila es muy complicado y estar muy alarmada no sirve de nada. Su familia estará allí para apoyarla...