•10 - "Emergencias"•

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Cuando Carla fue a buscar a su hija al colegio, cuando ya era la tarde, pensó que lo correcto era decirle. Que se había encontrado con él y planeaban volver a verse, los tres. Esta noticia primero la sorprendió, pero Shina pronto se transformó en una niña muy emocionada y desesperada por saber qué había ocurrido en el reencuentro de ella y su padre.

-Cuenta! Cuenta! Cuenta! Cuenta!- decía Shina saltando con cada palabra mientras ella y su madre entraban a la casa.

-No tengo nada que contar- dijo sonriendo y su hija adivinando dijo extremadamente emocionada:

-¡FUE UN EXITOOO!- gritó teatralmente mientras subía las escaleras en dirección a su dormitorio.

Carla rió y se arrojó al sillón suspirando. Estaba tratando de asimilar que volvería verlo, necesitaba volver a verlo. Ya no había sentimiento de culpa, solo necesidad de verlo otra vez. Se sentía extraña. Volvió a suspirar. Su cabeza daba vueltas girando entorno a Marco. Cómo debía sentirse él al verla a ella; quien había alejado a su hija de él, cómo debía sentirse volver al café con ella. Se levantó y se dirigió a la cocina. Agarró un vaso y se sirvió agua. Tomaba a grandes tragos, lentamente. Volvió a suspirar.

Decidió que lo mejor sería dormir un rato. Por lo que dejó el vaso en la pileta de la cocina, dejando en claro que lo lavaría luego, y subió las escaleras perdida en sus pensamientos hasta que, sin darse cuenta, se estaba quitando los zapatos ya en su cama. Se recostó resoplando y, aunque tardó un poco en dormirse, lo hizo plenamente.

Despertó sobresaltada, zarandeada por su hija. Parecía de noche pero no estaba segura. Se sentó en la cama y descubrió que estaba tapada por las cobijas, sin recordar haberse tapado. Shina dejó de sacudirla y le dijo algo que no pudo entender. Se refregó los ojos con ambas manos y resopló.

La niña a su lado le señaló un plato que había dejado para ella en la mesita de luz. Consistía en pasta recalentada del día anterior, y era acompañada por un vaso de jugo. Carla sonrió y por fin lo que le estaba diciendo su hija llegó a su cerebro.

- Ma, no sé si quieres cenar pero había esto.- la mujer sonrió y se sentó en la cama. Invitó a la niña a acostarse junto a ella. Shina accedió sonriente y se acurrucó junto a ella. Compartieron la pasta, y después de charlas y risas, la niña cayó rendida.

Había pasado una hora, quizás dos, y Carla seguía acariciando la cabeza de su hija; mientras ésta dormía plenamente. Le gustaba sentir su corazón palpitar contra su pecho. Y su respiración... Su respiración.

Shina despertó sobresaltada y sumida en angustia. Se sacudía en desesperación; no podía respirar. Se ahogaba en sus propias bocanadas de aire. Carla entró en pánico y se puso frente a ella.

-Mírame, mírame- dijo siendo fuerte -, trata de relajarte, cariño. No dejes de mirarme, mírame. Respira, tranquila. Llamaré al hospital, quédate aquí- Shina la miró irse hacia el teléfono de la casa mientras ella hacía sus mejores esfuerzos por no perder la calma, mientras trataba de hacer que entre todo el aire posible; a pesar de que no llegaba a sus pulmones. Pronto llegó la ayuda, pero tal vez sería demasiado tarde.


No la dejaban pasar a verla, ella debía descansar. Aunque luchó y suplicó a gritos y llantos. Carla estaba entrando en crisis entre sollozos. Perdía la calma. Sentía su corazón palpitar rápidamente, el recuerdo de la cara de desesperación y sufrimiento de su hija aparecía cada vez que cerraba los ojos. Hacía mucho no tenía un episodio, todo estaba tan bien. Debería haberlo visto venir, hacer las cosas más rápido. Debería... Sabía que debería haber hecho algo para preverlo pero, ¿qué?

Luego de estar allí una hora, sumida en la desesperación, decidió hacer algo que sintió era su deber.

-Estamos en el hospital. Tuvo un ataque- cortó sin decir más, esperando que el mensaje sea claro. Marco llegó a los minutos, rápidamente. Entró corriendo por la puerta de la sala de emergencias, su ropa desarreglada, igual que su cabello. Se notaba el pavor en sus ojos, se dirigió directo a Carla.

-Carla, lo siento. Ven aquí.- él abrió los brazos, esperando que ella se estreche en su abrazo.

-Te llamé porque es tu deber y derecho estar aquí y mantenerte informado- soltó un suspiro doloroso mientras el hombre bajaba lentamente sus brazos. -Creo que no debemos salir más, aunque estaba en lo planeado- dijo entre sollozos mientras Marco tragó en seco, adolorido. -Trato de ser fuerte y en pensar en ella. Mi hija necesita un 100% de mi, ella me necesita. Yo no necesito un hombre, pero Shina necesita un padre- susurró mientras se alejaba a uno de los asientos de la sala.

Así la sala desierta de emergencias, se llenó de los latidos de un corazón roto de un enamorado desilusionado y adolorido, y los llantos dolorosos de una madre preocupada.

Entre la Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora