•8 - "Aunque esto le doliera, sonrió"•

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Era jueves y Carla llevó a su hija a la escuela, hoy Shina tendría doble turno por lo que saldría más tarde. Su madre se despidió de ella sin dar indicios de que se reencontraría con Marco dentro de un par de horas, a quién amaba y extrañaba muchísimo a pesar de que no lo demostrara.

Ya casi eran las once de la mañana, y esta mujer tan bella no sabía qué ponerse. Esto parece algo muy común para muchas personas aunque a ella nunca le pasaba; pero ella quería lucirse; no para él, para ella: le gustaba sentirse segura y vestida para cada ocasión. Pero, ¿Qué era lo perfecto para ponerse cuando te vas a reencontrar con tu ex pareja, el padre de tu hija?

Por fin se decidió por algo normal, pero que no se iba a algo tan informal. Salió más tarde de lo que esperaba pero llegaría a tiempo. Salió de su casa mientras los nervios casi no entraban en todo su ser. Muchas veces ya se había preguntado cómo se hacía metido en este desastre, y lo lamentaba demasiado.

Partió en su pequeño auto hacia la cafetería en la que trabajaba, cuando Marco frecuentemente iba a verla siempre a la misma hora; a las once treinta de la mañana. Una cafetería sencilla, aunque bastante grande, y muy bonita. Ella recordaba lo bien que se la había pasado ahí; para ser un trabajo que sí o sí necesitaba para comer, no estaba tan mal. Incluso recordaba el mes que colgaron una foto de ella en la pared por ser la mejor empleada, como en las películas. Pero cuando el sueldo ya no fue suficiente, tuvo que dejarlo, por ella y su hija. 

Estaba a unas calles, cuando se vió envuelta en el tráfico. Veía al frente y a su reloj constantemente, viendo que ya se le estaba haciendo tarde. Siempre llegaba temprano, y ahora, en algo tan importante para ella, el universo parecía conspirar contra ella. Fueron 10 minutos, aunque le parecieron siglos, los que estuvo atrapada ahí, pero pudo salir y aceleró, sin querer gastar un segundo más.

Llegó a su destino, y frenética, cruzó el umbral. Olía a recuerdos.

Buscó a su amado con la mirada desde el umbral de la puerta. Lo encontró en una mesa para dos, con la mirada perdida y sus pensamientos fuera de este planeta. Arrugas nuevas surcaban su frente, pero se veía igual de apuesto que hace años atrás. 

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, petrificada en la entrada mientras gente la empujaba para entrar y salir, ella lo veía ahí nervioso y recordando. Carla podría haber gritado su nombre, caído de rodillas mientras agonizaba un dolor exagerado como en una película, pero sonrió; aunque todo esto le doliera, sonrió. Se sintió culpable como cuando pierdes algo y sientes un vacío en el pecho, lo extrañas pero no recuerdas ni sabes dónde buscarlo. Ella quería encontrar a Marco, y al tenerlo a unos pasos, se sintió aún más alejada de lo que siempre ha estado.

El hombre al que ella estuvo mirando por un rato volteó hacia la entrada del lugar, pensando que ella lo había plantado, y al verla, sonrió tímido y se sonrojó un poco. Él trató de pararse pero sus piernas no funcionaron, nada de él funcionó. Carla lo notó y le volvió a sonreír; después de todo, las sonrisas de corazones rotos pueden ser las que más iluminan y las más hermosas.

Se secó un poco las lágrimas que habían mojado su cara, extendió su vista por todo el lugar, y el tiempo pareció retroceder. Ya no eran unos casi-desconocidos, ya no era madre de una niña y él ya no era el padre de sorpresa de una niña. Ella era una adolescente, que se encontraba con su novio en su último año de secundaria. 

Se dirigió a él mientras sus rodillas temblaban.

Entre la Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora