•12 - "Una desconocida conocida"•

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-Con permiso, ¡permiso! ¿Dónde está mí nieta?, mí nieta!- gritaba por entre la gente y personal del hospital que estaba allí, una señora, de unos 70 años, con la misma nariz y mismos ojos que su hijo. A medida que la gente le abrió paso, se acercaba cada vez más a Carla. -¡Qué movimiento hay en esta sala!- exclamó cuando llegó junto a la madre de Shina. -No la esperaba tan llena... uf... Bueno, buenas tardes, Carla. ¿Cómo estás? ¿Cómo está Shina? ¿Puedo ir a verla?-.

-Susana... no sabía que.. eh... ibas a venir- Carla conocía el carácter fuerte de su antigua suegra, su energía y espíritu. Era la primera vez que la veía después de muchos años.

-La verdad es que mi hijo tampoco, pero insistí tanto que aquí estoy- sonrió orgullosa, mientras Marco llegaba agitado a su lado, supongo que estaba estacionando su auto, pensó Carla. -¿Ya puedo ver a mi Shina?-

-Si eh... no. No, le están haciendo una observación de rutina, no podemos pasar, pero cuando terminen nos avisarán- sonrió con pena, aún estaba preocupada sobre lo que los doctores podrían descubrir.

-Genial, iré a sentarme por allá mientras tanto- estableció Susana, alejándose de ellos y relajándose en una de las sillas del lugar. La antigua pareja se quedó en silencio unos minutos, hasta que la mujer suspiró lentamente, y Marco comenzó a hablar.

-No iba a traerla, no ahora que Shina está delicada. Pero insistió y no pude... hacer nada- susurró bastante apenado, como si su madre pudiera oírlo desde donde estaba.

-No te preocupes, no es eso. Solo... creo que puede ser demasiado para Shina. Está delicada, como decís, y bombardearla con más información y sucesos no ayudará.- respondió susurrando Carla, del mismo modo que su compañero.

Y de repente, una enfermera, que venía del pasillo que se dirigía a la habitación de la niña, preguntó por ellos. Los tres siguieron rápidamente a la muchacha que los había llamado. Decidieron que la madre de la pequeña entraría primero, para avisarle sobre la visita, y consultarle si quería verlos ese día. La enfermera se marchó a la administración del hospital y la mujer entró lentamente a la habitación. Ésta seguía tan blanca y limpia que lastimaba al mirar, como casi todo el hospital. El piso frío de cerámica permitió a Carla caminar en él y dar unos pocos pasos hacia la cama de su hija, y hacia el diminutivo cuerpo que descansaba sobre ella.

-Cariño... ¿Cómo estás?- dijo bajito su madre, tal vez exagerando, ya que Shina no estaba tan mal como para emplear ese tono. Su hija giró su cuerpo para poder verla directamente y dejar de darle la espalda. La miró callada unos segundos y suspiró, antes de responder, un poco más alto que su madre.

-Solo quiero dormir por tres días seguidos más- desvió la mirada hacia la ventana, que también tenía cortinas blancas, por donde entraba la luz solar, filtrándose sin invitación-, no porque tenga sueño, sino porque quiero descansar de salas de hospital, doctores, enfermeras, observaciones e internación. Quiero ir a casa-.

-Si, yo también...- soltó Carla mirando al suelo. -Pero tengo una buena noticia- quiso agregarle optimismo a la situación, a pesar de que sabía que a su hija no le iba a gustar su noticia -, Marco y su mamá están afuera, y quieren verte-. La niña volvió a mirarla, expresándole con la mirada todo lo que quería decir, aunque lo dijo en palabras de todas maneras.

-No sé si tengo ánimos de verlos ahora, a esa señora ni la conozco y a papá... No sé, no ahora.- suspiró -Me alegro que vengas a verme, pero ya es suficiente. Y.. si me dejaras un rato sola... quisiera pensar un momento.-. Su madre no esperaba esa declaración, pero claro que la entendía. Le sonrió tiernamente a su hija, y le acarició lentamente la pierna sobre la frazada que la cubría, para luego salir de la habitación. En el pasillo esperaban Marco y Susana. Les explicó lo que la niña había dicho, y se dirigió a la sala de espera, esperando ser seguida por los dos individuos junto a ella.

El hombre la siguió rápidamente, pero su madre se quedó un momento, hasta estar segura que estaban lo suficientemente lejos para no notar que se estaba escapando a la habitación de su nieta. Al principio la luz del cuarto la impactó, pero pronto se acostumbró y se acercó a la cama. La niña no notó su presencia hasta que estuvo al lado de ella, volteó hacia esa mujer, y de inmediato supo que era su abuela, por lo parecida que era a su hijo. Intentó ser lo más educada posible y no demostrar que su visita no era bienvenida.

La examinó, miró a esa señora de arriba a abajo. No tenía mucha altura, facciones compartidas con su hijo y un pelo gris que se extendía más allá de sus hombros. Parecía amigable, con esa sonrisa que mostraba, y con solo mirarla podía percibirse su inteligencia.

-Sé que no quieres verme ahora, o que ni siquiera me conoces, pero yo si te conozco- empezó la mujer, sentándose en la punta de la cama, dirigiendo su mirada hacia la ventana luminosa, mientras indagaba en su mente. La pequeña la miró confundida, no podía ser que está anciana la reconociera -. Eres una niña fuerte, alegre, bastante inteligente. Leal a tu madre, amada por tu padre. Si, te conozco. Sé leer a las personas- se giró para ver directamente a Shina, ésta la miraba expectante, escuchando sorprendida lo que ésta señora le decía -Y veo tu fortaleza interior, tu angustia. Sé lo que es luchar constantemente en batallas, y lo que es cargar una guerra sobre tus hombros. Y, debes saber, que a pesar de que ahora soy una desconocida, podes contar conmigo para lo que necesites- y, graciosa, continuó -. Además, siempre me han dicho que digo lo correcto, así que si necesitas un consejo, o ser simplemente escuchada, aquí estoy.-. Le guiñó el ojo mientras sonreía y, sin pensarlo, Shina se incorporó como pudo y la abrazó.

Sinceramente, ninguna de las dos lo esperaba, pero se aferraron la una a la otra. Sintieron el perfume de cada una, y la conexión que sentían, ya sin conocerse del todo. La conexión que podía sentirse sin conocerse, siendo familia de un día para otro. Y después de un tiempo que para ellas fue muy corto y largo al mismo tiempo, como congelado, Marco entró en la habitación; y ellas se separaron.

-Mamá, ella no quería visitas ahora, acompáñame por favor.- miraba a su hija, mientras se dirigía a la señora. Susana iba a responder, pero la niña se le adelantó y dijo con una enorme y sincera sonrisa:

-¡Papá! ¿Cómo te fue hoy?- se acomodó en su cama, sentándose con las piernas flexionadas, y así le hizo espacio para sentarse él también -Ven, siéntate y cuéntame todo-. Él miró primero a su madre, y luego a su hija. Shina parecía haber cambiado de ánimo y de parecer, repentinamente. Sonrió. Se sentó y contó todo lo que su hija quería saber. Pronto apareció Carla, ya que Marco no volvió a la sala con su madre, y se unió a la conversación.

La niña cambió de ánimo al escuchar a su abuela, saber que no estaba sola en esas batallas, y menos en la guerra, que tenía una familia, cada vez más grande, a la que amaba. Estuvieron juntos durante todo el horario de visitas, después Susana y su hijo se fueron, y Carla no iba a dejar a su hija sola en el hospital, por lo que le permitieron quedarse, como en todos esos días que ya habían pasado.

Después de unos días, Shina ya estaba mejor, y sus pulmones parecían estar cada vez más estables. Y anunciaron que pronto tendría el alta.

Entre la Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora