•9 - "Yo te quiero..."•

72 7 2
                                    

Carla respiró hondo mientras la mesa y Marco se acercaban más a ella. Finalmente se sentó frente a él sin decir palabra, y sin disimular en nada las lágrimas que habían humedecido sus mejillas.

Él se preocupó, creyó que podría haber pasado algo grave y como vio que Carla estaba bien pensó en Shina, parándose y preparado para salir corriendo si lo necesitaba. Su compañera lo miró asustada por su gesto sorpresivo y él volvió a sentarse lentamente, ignorando las miradas de los demás clientes de la cafetería.

-Es... está todo bien...? - dijo temerosa, mirando alrededor tratando de disimular su vergüenza mientras sus mejillas se encendían. Fueron las primeras palabras, presenciales, que se daban después de todos esos años; un asustado comentario, una pregunta apenas audible para ambos.

-Si... Solo... Todo está bien contigo? Con Shina?- dijo mientras su brazo, como impulso, pasaba por encima de la mesa y secaba las lágrimas de Carla, que ya no eran gotas brillantes; sino manchas húmedas en su piel. Marco reaccionó cuando su acompañante lo estaba tomando de la muñeca para separar lentamente la mano de su cara de ella sin parecer descortés, mientras una que otra risita salía muda de su boca. Retiró lo más rápido su brazo sin antes notar calor en sus mejillas, como un pequeño niño, mientras en sus ojos se encendían destellos.

-Está todo bien bien en casa- aseguró Carla y le regaló una leve sonrisa que tenía una misión de reconfortarlo -Es que acabo de notar que tenía una culpa guardada por 12 años...-. Miró hacia abajo apenada hasta que sintió una mano pesada sobre la suya, que comenzó a acariciar el dorso de su mano.

-No tienes por qué sentirte mal Carla, no es t...- Marco no logró terminar su oración gracias a que la mujer quiso contradecirlo y tener la razón. Como otras muchas veces lo había intentado en diversas ocasiones, a veces ganaba y otras no.

-Si lo es, alejé a un padre de su hija... Una hija que no tenia nada que ver con todo esto- Quería romper en llanto, pero se contuvo para no sentir sus lágrimas caer de nuevo. -Lo siento. Es simplemente eso; lo siento-.

Una camarera flaquita y morena se acercó. Era linda; con un cuerpo algo cuadrado, con su pelo enrulado estilo afro, labios gruesos, ojos castaños y argollas en sus orejas. Estaba vestida con su uniforme de trabajo, con una agendita que usaba para los pedidos y un lápiz detrás de su oreja.

-¡Buenos días! Perdón por la espera, pero aquí estoy ¿Qué desean ordenar?- Dice retirando el lápiz de su oreja y dirigiéndolo a su agenda. Carla mira hacia el menú enorme de la pared detrás del mostrador mientras Marco espera a ver qué pide ella, sonriendo.

-Yo quiero un café negro, por favor- dijo tan educadamente y sonriente que su rostro parecía no haber llorado hacia unos momentos.

-Yo... que sean dos- dijo el hombre sonriendo a la camarera mientras ella anotó todo rápidamente, tenia una linda caligrafía. Se despidió y se retiró a las cocinas para llevar su pedido.

No esperaron demasiado, fue un silencio de espera cortado de vez en cuando con algunas palabras y una conversación de miradas. Llegaron sus cafés humeantes en manos de un camarero con pelo azabache y un tatuaje en la muñeca. Se los dejó en la mesa saludándolos cordialmente y se alejó a otra mesa en donde lo solicitaban.

Marco tomó el azúcar del recipiente del centro de la mesa y agregó cuatro cucharadas. Carla comenzó a tomar el café amargo silenciosamente a grandes tragos.

-Shina está tan grande y hermosa... Hiciste un buen trabajo.- La mujer sonrió, pensando en su hija.

-Si, ha crecido muy rápido. Ya falta poco para su cumpleaños, es triste de que tal vez sea el último... - su voz se cortó y trató de disimularlo tomando más café y Marco quedó atónito, tratando de procesar algo que estaba seguro de haber escuchado pero sin dar crédito a sus oídos.

No entendía lo que quería decir ella con eso, y con temor, preguntó. -¿A qué te refieres?- La joven frunció el ceño en confusión.

-Pues, supongo que Shina te habrá contado- tomó aire antes de poder formular estas palabras tan difíciles -Ya sabes, el... el año de vida que le dieron. Desde muy pequeña sus pulmones no han funcionado como deberían hacerlo, y después de años de luchar, este es el desenlace- se forzó a no llorar, a pesar de que era la primera vez que lo soltaba en voz alta.

Él respiró forzosamente y al quedar casi paralizado no notó como su brazo empujó por el abismo de la mesa su taza, salpicando el piso y haciéndose añicos. Volvió al presente y al mundo real mareado y sin saber qué estaba pasando o que día era.

Miró a Carla con ojos vidriosos y antes de que su primera lágrima caiga por su mejilla se tapó la cara con ambas manos.

-¿Marco? ¿que...?- se paró rápidamente mientras miradas de clientes y camareros eran seguidas de una atmósfera de susurros de desaprobación. La mujer rodeó la mesa pasando a un lado de los escombros de porcelana. Así cayó en cuenta - ¿No... no lo sabias? - miraba como el bulto sobre la silla seguía sollozando. El camarero que les había traído sus cafés vino a barrer los restos de la taza de Marco con el disgusto reflejado en su rostro.

-Lo siento. Creí Shina lo había contado. Tendría que haberlo hecho- Carla abrazó a su acompañante tímidamente.

-No puede ser que ni lo haya comentado. Acabo de conocerla y ya voy a perderla... Y sé que debe ser peor para ti que para mí.- destapó su rostro y rodeó a su amada con ambos brazos. -Siento que estén pasando por esto solas. Pero... ¿Qué es lo que está pasando?- La mujer, mientras trataba de encontrar las palabras, volvió a sentarse a su lugar asignado.

-Le han dado un año.- volvió a mencionar, un nudo en su garganta apareció tratando de impedir que siga hablando, pero se esforzó en terminar. -Sus pulmones pierden fuerza... Es complicado y... - Una lágrima reluciente cayó por su mejilla y Marco tomó su mano por debajo de la mesa. -Me duele pero... espero que los doctores puedan hacer algo- Sonrió tratando de reconfortar a su acompañante y a ella misma. - Tengo miedo Marco, ella es lo único que tengo. Lo más importante para mi... Y ella tiene toda una vida por delante, es una niña que se merece el mundo entero, y la impotencia me carcome por no poder hacer nada para salvarla.- Esta vez apareció un nudo en su garganta que no fue capaz de disipar, agachando su cabeza y quedándose en silencio.

-Ahora... ahora yo también la tengo.- dijo lentamente por temor a que Carla se enfadara, ya que él apareció recién en su vida. - Aunque tal vez no lo creas, yo la quiero, yo... yo las quiero - Exclamó con una voz cada vez más apagada.

Ella se sobresaltó al escuchar eso último, pero trató de disimularlo. Suspiró y se secó la cara con las manos, se acomodó en su asiento y siguió con su café muy apenada. ¿Cómo había dejado que él la viera llorar? Nadie debía verla llorar. Ella tenía que ser fuerte, por Shina. No dejaría que nadie la vea derrumbándose, ya no.

Cuando terminaron sus cafés, el mozo que se los había traído, les trajo la cuenta. Carla comenzó a buscar en su bolso su billetera, pero Marco la detuvo.

-Yo pago- sacó su billetera del bolso de su pantalón.

-Yo pagaré lo mío, quieras o no- dijo Carla concentrada en hallar su billetera hasta que lo logró. Ella pagó su café y él el suyo, y la taza rota.

Estaban tan incómodos como para saludarse, que se sonrieron tiernamente y ella se paró para retirarse. Él tomó su mano de nuevo para retenerla y así se miraron.

-Quiero volver a verlas- dijo serio.

-Claro, no quiero cometer el mismo error. Le diré a Shina que...- el hombre fue muy directo, y sorpresivamente la interrumpió.

-Quiero volver a verlas; a ambas.- Carla se quedó procesando esa información; ella también quería volver a verlo. Le dio una sonrisa en modo de aprobación y alejó su mano, soltándose de su agarre y yéndose de la cafetería.

Subió rápidamente a su auto y al sentarse en el asiento del conductor, inhaló fuertemente. Como si en todo el encuentro se hubiera olvidado de respirar.

Entre la Vida y la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora