Resfriado (II)

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( Narrador omnisciente)

- No, de ninguna manera me voy a poner eso. - denegó la castaña al notar aquel vestido negro con escote en V con algunas piedras en el y descotado en la espalda que sostenía la trabajadora de aquella tienda y unos tacones no tan altos, color plata. Definitivamente no eran sus gustos, no se iba a poner algo como eso.

- Oh, créeme que lo harás, no estarás frente a mi familia vistiendo algo tan... horrendo - puso una cara de desagrado el azabache al notar que la vestimenta de la chica.

La vestimenta de la menor solo consistía en una playera grande color negro que de quien sabe donde la sacó, unos pantalones holgados que no dejaban notar la verdadera forma de sus caderas y piernas. Por último, unos simples tenis blancos, además de que estaba usando unos enorme lentes que Víctor jamás le había visto.

El pelinegro aún no podía creer como hizo para que la castaña hubiera llamado su atención aquella noche en el club, es la primera vez que veía a una persona, más a una mujer, vestir de esa forma.

- Solamente será una estupida cena, solo tengo que decir un "Hola ¿como están? Soy la falsa novia de su raro y pervertido hijo" eso será todo. - dijo en tono molesto.
- Terminemos con esto rápido, ya me quiero ir a mi casa. - la verdad es que apenas llegaban pero estaba cansada.

- De ninguna manera, esto es solo el comienzo. Si tan solo dejarás de ser tan testaruda y te probaras el vestido ya estaríamos en el siguiente lugar - espeto Víctor ya algo cansado.

Llevaban casi una hora en esa tienda y la castaña no quería probarse nada de la ropa y calzados que elegían para ella. Solo decía cosas como: "Eso es muy corto", "Ese color no me gusta", "Ese diseño es muy feo" y ¡Santo cielo! Ya el mayor estaba sobrepasando su límite de paciencia.

- Maldición... esta bien - maldijo la joven tomando en sus manos aquel vestido adentrándose al vestidor.

A los pocos segundos el celular del pelinegro comenzó a sonar por lo que notó era su secretario - Joder ¿ahora qué?. Encárguese de lo demás - indicó a la mujer para así salir de la tienda y atender a la llamada.

- ¿Donde está Víctor? - preguntó la castaña al salir del vestidor bajándose un poco el vestido y caminando un poco incómoda por el calzado.

- Salió a atender una llamada, yo me encargaré de lo demás. Te queda muy bien, si que es afortunado de tener una novia tan bonita como tu - habló la mujer de unos cuarenta años que los estaba atendiendo.

- No somos novios - reaccionó al instante, asqueada al escuchar tales palabras. Ni siquiera se podía imaginar en una relación con un ser como ese.

- ¿No observará como le queda señorita? - preguntó la mujer un poco extrañada al notar que la chica no se había tomado la molestia de mirarse al espejo.

- No, de seguro debo verme horrible - respondió desinteresada Elizabeth. Seguidamente entro al vestidor para cambiarse nuevamente, esta vez con su ropa.

Al salir ya Víctor la estaba esperando con las bolsas de ropa en una de sus manos y con la otra sostenía su celular, el cual miraba con el ceño fruncido.

- Ya estoy lista - llegó al lado del azabache, el cual al instante guardo su teléfono en su bolsillo pero poco le importó a la castaña.

- Ya era hora, ahora sigamos - indicó, para así comenzar a caminar al estacionamiento donde dejo su auto junto a la peli castaña que a duras penas podía seguirle el paso.

- ¿Adonde iremos ahora? - preguntó la menor.

- Con un muy buen amigo que hará milagro contigo. - indicó el mayor, yendo en dirección a aquel lugar mencionado.

Sumisión Consensuada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora