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La chica desconocida.
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El sonido de los balones chocando y los zapatos resbalando con el suelo de la cancha era lo único que se escuchaba alrededor. Esto se debía al arduo entrenamiento de todos días del equipo masculino de voleibol del Colegio Fukurodani.
Después de cada lección escolar, los chicos y chicas pertenecientes a un club iban directo a este a recibir su lección correspondiente de cada club.
Cómo lo era en este.
Un chico de cabellos azabaches un poco desordenado se veía claramente confundido, o hasta irritado podían llegar a comentar sus compañeros.
Esto se debía a la clara distracción que se hacía presente en las acciones de la estrella del equipo.
Estaban en medio de una práctica continua de remates, hasta que en un momento, con ya todo el cansancio acumulado el chico que poseía unos ojos azules metalizados explotó internamente cuando su compañero no pudo recibir bien el balón.
– ¡Agh! – exclamó enojado el rematador frotando sus manos con su cabeza.
El azabache estaba a punto de reprochar el porque de sus acciones, sin embargo, un silbato sonó por toda la cancha.
– ¡Bien! ¡Es suficiente por hoy! – exclamó Shirofuku Yukie, una de las managers del equipo, una chica de tercer año, que posee un cabello de color marrón llegando a ser rojizo, teniéndolo usualmente suelto, con unos ojos similares al color de su cabellos. – Shuzumeda-chan, ayúdame con las toallas para los chicos. – pidió amablemente con una peculiar sonrisa.
– ¡Claro! – exclamó en respuesta la mencionada, una chica de primer año, que posee un cabello color canela teniéndolo usualmente amarrado en una coleta, y unos ojos color azul con un toque grisáceo, y sin olvidar las pecas que recorren sus mejillas y su tabique.
Shuzumeda Kaori fue en busca de lo pedido por su mayor, mientras Yukie se dedicó a llenar las botellas de agua.
Los miembros del equipo se sentaron en el suelo con un notable cansancio recorriendo su cuerpo.
– Oye, Akaashi-san. – llamó Konoha un chico de tercer año, siendo dueño de un cabello rubio claro, y medianamente largo. El mencionado dirigió su mirada hacia él. – Bokuto-san... Está un poco raro, ¿No? –
Akaashi lo miró unos segundos, como si estuviera pensando mil opciones del por qué de que su compañero de comporte así.
– Huh... Tampoco tienes que pensarlo mucho. – habló nuevamente.
